Hay algo especial en la amistad.
No puedes elegir a tus familiares o el lugar donde naciste o en qué circunstancias, pero puedes elegir a tus amigos. A veces nos hacemos amigos con los candidatos más improbables. Otras veces, nos encontramos con alguien y sentimos que los conocemos desde siempre. Es realmente un poco mágico.
Algunos de nosotros tenemos la bendición de tener amistades que realmente duran toda la vida. Conocí a mi mejor amigo en la universidad hace trece años y desde entonces hemos estado cerca. A través de todas las temporadas y cambios de la vida, nuestra amistad se ha mantenido estable y ahora se siente como una hermandad de por vida. Realmente agradezco a Dios por traerlo a mi vida.
Pero para la mayoría de nosotros, algunas de nuestras amistades más queridas no continúan con nosotros al entrar en nuevas etapas de la vida y crecimiento. Las personas se mudan, se casan, tienen hijos, se unen a nuevas iglesias y toman otras decisiones que alteran la vida. Cualquiera sea la razón, parece cada vez más difícil hacer y mantener nuestras amistades a medida que envejecemos. Invertimos tanto tiempo y energía en nuestras amistades que podemos sentir una profunda sensación de pérdida cuando esas personas ya no tienen el mismo lugar sagrado en nuestras vidas.
Nuestras identidades pueden vincularse tanto con nuestros amigos que, una vez que se han ido, es difícil recordar quiénes somos sin ellos.
Esta nueva realidad de amistad me ha sido difícil de aceptar en los últimos años. No estaba preparada para ver cómo las estaciones de la vida cambiarían o terminarían mis amistades. Ahora que me he dado cuenta de cuántas de estas relaciones solo duran una temporada, he descubierto que es más importante que nunca tener una identidad firme en un Cristo que nunca cambia. Sé que mi valor no está determinado por la abundancia de amistades en mi vida, sino por la abundancia del amor de Cristo por mí.
Una vez escuché a un pastor decir: «Cristo es la luz al final del túnel oscuro. Y no va a ninguna parte. Otros pueden irse, pero él se quedará». No importa dónde te encuentres en el viaje de la vida, Jesús es el amigo que nunca se va.
Si estás sufriendo la pérdida de una amistad, déjate consolar y alentar con los siguientes versículos:
Juan 15:15
Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo. Los llamo mis amigos, porque les he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho.
Proverbios 18:24
Algunas amistades se rompen fácilmente, pero hay amigos más fieles que un hermano.
Hebreos 13:5b
Porque Dios ha dicho: «Nunca te dejaré ni te abandonaré».
Malaquías 3:6a
«Yo soy el Señor. No he cambiado».
Autor: Coleen Buglino, 20 de junio 2019.
Fuente: Blog de la Biblia – blog.bible