Ciencias Bíblicas

Biblia y arqueología

Por Samuel Pagán
(LaBibliaWeb.com/SBU)
Los descubrimientos de los manuscritos de Qmrán dieron nueva luz al estudio de los textos sagrados del Antiguo Testamento; y algunos pasajes de 1 Samuel hallados en dichos documentos contribuyeron al esclarecimiento de otros pasajes difíciles de entender.
La arqueología ha sido una ciencia que ha contribuido significativamente a la traducción y la exégesis de la Biblia. El descubrimiento de vasijas, artefactos de uso casero, instrumentos de trabajo, armas de guerra, documentos escritos en piedra, papiros y cuero, cementerios, esqueletos, y además las posiciones relativas de los descubrimientos, se convierten en objetos de investigación que ayudan a la comprensión de las Sagradas Escrituras.
Con la ayuda de los trabajos arqueológicos, los estudiosos de la Biblia han adquirido una mejor comprensión de la historia, la cultura y los idiomas del pueblo de Israel y sus vecinos. El estudio de esos descubrimientos ha contribuido a comprender el entorno cultural en el cual se escribieron y trasmitieron los documentos que componen la Biblia.
La arqueología, entonces, ha permitido una mejor evaluación de las leyes, las costumbres, las prácticas religiosas y el desarrollo de los conceptos teológicos que se encuentran en la Biblia y se manifiestan también entre los vecinos de Israel.

La singularidad de la Biblia

Por David Gardner

La búsqueda está en marcha. ¿Podemos confiar en alguien o en algo? ¿O estamos abandonados a nuestra propia suerte a tontas y locas? ¿Es la vida una serie de acontecimientos fortuitos, sin sentido, que teje momentos de felicidad sobre una etérea tela de vacuidad? Luego de comenzar a sondear el tema con una serie de interrogantes [1], presentamos ahora una afirmación audaz: la Biblia es confiable, totalmente confiable [2]. Es digna de nuestra confianza. Pero ¿por qué es así? y ¿cómo podemos estar seguros de eso?

Para estar seguros, tenemos que explicar más por qué usted y yo lo podemos saber con seguridad [3].

¿QUÉ ES LA BIBLIA?

¿Qué es la Biblia? Esta pregunta puede ser, y ha sido, respondida de muchas maneras. Hablando de sus cualidades formales, la Biblia (del griego “libros”), también llamada Sagradas Escrituras (del griego “los escritos sagrados”), consiste en 66 libros escritos en un período de tiempo de alrededor de 1500 años, por la pluma de 40 seres humanos diferentes. En manos de esos escritores, un conjunto de diferentes contextos históricos, culturales, lingüísticos y educacionales, junto con una gran variedad de géneros literarios se combinaron para producir el sabor deliciosamente diverso de los textos bíblicos.

Pero, sobre todo, a través de esta gran diversidad histórica, literaria y estilística llega un mensaje unificado acerca de cómo Dios perdona a los pecadores. La Biblia no presenta un mensaje meramente filosófico o moral, sino que da cuentas del plan de redención prometido, realizado y aplicado por el propio Dios. Dios se muestra a sí mismo trabajando en el escenario de la historia y con maestría soberana teje una intrincada trama alrededor del nacimiento, vida, muerte y resurrección del Protagonista de la historia, Jesucristo. En su esplendor multicolor, la Biblia habla con una sola voz, que declara de manera uniforme la gracia redentora centrada en Jesucristo, el único hombre sin pecado, que es también el Hijo de Dios, el Salvador de los pecadores.

Entonces, cuando decimos que la Biblia es la Palabra de Dios, significa que su Fuente es Dios, que su mensaje fue divinamente entregado y que, como relevación de Dios, su carácter es singular, diferente de cualquier otro documento en el mundo. Esto no significa que la Biblia haya caído del cielo como desde un paracaídas, ajeno al contexto humano y de la historia. Al contrario, es, tal como veremos en la próxima sección, un libro terrenal. Pero esta terrenalidad está marcada por una gracia reverencial: Dios entra en el contexto humano, lleva a cabo la redención y habla con un lenguaje comprensible para explicarlo.

Sin embargo, pese a manifestarse con un lenguaje humano y dirigido a los seres humanos, la Biblia no es nada menos que la propia Palabra de Dios. Aunque esta no es una afirmación novedosa, es una afirmación absoluta. Las implicancias de esta afirmación son integrales y (re)configuran categóricamente la forma en que debemos pensar nuestras vidas y nuestro mundo. O dicho con mayor propiedad: la Palabra de Dios es de fiar completamente y con confianza. Verdaderamente, la Palabra de Dios exige toda nuestra atención.

Pero ¿cómo podemos estar tan seguros? ¿Qué hace a la Biblia diferente de los otros llamados libros sagrados? ¿Qué la diferencia de otros escritos religiosos, morales y filosóficos?

La historia da testimonio de quiénes han creído en la Biblia sin reservas. Sin dudas, muchos han encontrado el mensaje redentor bíblico lo suficientemente convincente como para dar la vida por él. Luego de comprender lo que la muerte y resurrección de Cristo significaba para ellos, el sacrificio de sus propias vidas parecía una ofrenda menor. Otros, con seguridad, se han burlado de la Biblia y su mensaje. Al considerar la veracidad de la Biblia, sin dudas, es importante recordar que la respuesta humana no establece la veracidad bíblica. El [4] celo apologético nos puede llevar sólo hasta cierto punto, ya que hay mártires que han muerto por muchas causas.

¿LA BIBLIA ES SINGULAR?

La pregunta permanece. ¿La Biblia es diferente de otros libros? Un surtido de argumentos puede demostrar la singularidad de las Escrituras.

Podemos hacer una investigación sobre las profecías del Antiguo Testamento y descubrir su cumplimiento pleno en la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. La fuerza pura acumulada de la promesa y su cumplimiento entre el Antiguo y el Nuevo Testamento ponen en evidencia la revelación divina y la divina orquestación de la historia para la redención en Cristo. La presentación del propósito divino de perdonar los pecados en un Mesías prometido y la forma en que Cristo llevó a cabo esa tarea, de acuerdo con la promesa del Antiguo Testamento, constituyen una maravillosa apologética de la singularidad de la Biblia.

Podríamos señalar como evidencia los manuscritos que demuestran de forma acumulativa la confiabilidad del texto de la Biblia. La cantidad y calidad de los manuscritos existentes nos da una visión clara de los escritos originales (llamados autógrafos).

Nuestro Nuevo Testamento, 2000 años después, es increíblemente confiable, tal como surge de la evidencia de los manuscritos. La combinación de las garantías atestiguadas de los manuscritos con la intrincada unidad del mensaje bíblico ofrece un argumento convincente sobre la confiabilidad de las Escrituras.

También podríamos considerar la crudeza de la Biblia. El patrón histórico de la escritura durante el período bíblico consistía, a menudo, en exagerar las hazañas militares y la grandeza de los reyes. La Biblia se destaca por su marcado contraste. A

pesar de las presiones culturales para avanzar sobre la propaganda histórica, la Biblia no endulza la vida de la gente ni revisa la historia para retratar a los reyes y otros líderes como poseedores de un poder y una gloria superiores, que exceden la realidad.

Esto también se aplica a Israel como nación. En lugar de afirmar la eminencia de Israel tomando como motivo su selección divina, las Escrituras nos orientan al Dios de la nación en lugar de orientarnos hacia la nación en sí misma. De hecho, a través del sorprendente candor de la pluma de Moisés, descubrimos cómo el pueblo de Israel fue elegido a pesar de su insignificancia e irrelevancia. El pueblo de Dios, según las Escrituras, no es elegido por su grandeza sino porque su Dios es grande y los ama (Deuteronomio 7: 6-8).

Si esa manifestación de humildad no fuera lo suficientemente convincente, las Escrituras no se limitan a distanciarse de la propaganda política, sino que hablan con realismo crudo sobre el pecado y el mal. Incluso, los hombres “buenos” en la Biblia son hombres malos. Incluso los justos no son lo suficientemente justos. La Biblia describe audazmente la penetración universal del pecado en formas sombrías, mostrando incluso a los héroes de la Biblia como corrompidos por el mal (por ejemplo, el rey David con Betsabé; 2 Samuel 11: 1-27).

El mensaje redentor de las Escrituras trae una mirada totalmente cruda, terrenal y realista acerca del pecado de la humanidad y ofrece la única solución para enfrentar al pecado: un remedio divinamente prometido y realizado en el mismo Hijo de Dios. Realmente, una de las características más atractivas de la singularidad bíblica es su realismo sobre el pecado y su solución de gracia divina para enfrentarse a él. El pecado es horrible; Dios mismo asume sus horribles consecuencias como forma de rescatar a su pueblo [5]. Ningún otro libro en la historia toma el pecado y la salvación tan en serio.

Cada uno de estos argumentos a favor de la singularidad de las Escrituras aporta valor agregado. Cada uno de ellos ofrece una poderosa argumentación acerca de por qué debemos creer en la Biblia. Pero a pesar de sus fortalezas, tales tácticas no son suficientes. De hecho, el efecto acumulativo de todos los argumentos intelectuales, morales o emocionales queda corto para una persuasión adecuada. Esto no se debe a que los argumentos no sean irresistibles, sino a que el corazón humano no puede recibir este tipo de persuasión si no procede de un acto de Dios en nuestros corazones.

Este hecho no ha pasado desapercibido, como hace casi 400 años lo aprendieron los hombres de Inglaterra y Escocia que se reunieron para resumir las enseñanzas de la Biblia. Sobre su evaluación del poder de persuasión de las Escrituras, reseñaron:

Podemos ser movidos e inducidos por el testimonio de la Iglesia a tener una estima alta y reverente hacia las Sagradas Escrituras y lo celestial del asunto, la eficacia de la doctrina, la majestad del estilo, el consentimiento de todas las partes, el alcance del conjunto (que es dar toda la gloria a Dios), el descubrimiento completo que hace de la única forma de salvación del hombre, las muchas otras excelencias incomparables y toda la perfección de los mismos son argumentos que demuestran con abundancia por sí mismos ser la Palabra de Dios. No obstante, nuestra persuasión y completa seguridad sobre la verdad infalible y la autoridad divina de los mismos es obra espiritual del Espíritu Santo, dando testimonio por y con la Palabra en nuestros corazones.[6]

En resumen, las características sorprendentes de las Escrituras no son suficientes para convencernos plenamente de que la Biblia es la Palabra de Dios. La persuasión es un don divino de la gracia y el Espíritu de Dios trabaja con la Palabra de Dios para dar una seguridad más profunda que las palabras. La convicción completa y definitiva viene a nosotros por el Espíritu Santo de Dios. Hacia él y su obra nos volcamos ahora.

Publicado originalmente en Place for Truth. (Un lugar para la fe)

[1] Parte uno de la serie en SQN, “¿Cómo puedo estar seguro? Incertidumbre cierta.”

[2] Parte dos de la serie en SQN, “¿Cómo puedo saber con seguridad? Dios ha hablado.”

3] El fascículo “¿Cómo puedo saber con seguridad?”, contiene una serie de preguntas luego de cada sección, destinadas a la discusión grupal.

[4] La apologética es una defensa sistemática de un particular punto de vista.

[5] Ver Gálatas 1:3-4.

[6] Confesión de Fe de Westminster 1.5, énfasis agregado.

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