¿Cuál es la razón y el significado de la Navidad?
La Navidad nos brinda ocasiones para celebrar desde dos perspectivas, la sublime, trascendental, por un lado, y la trivial por el otro. El afán de complacernos unos a otros al intercambiar regalos, compartir comidas, desearnos augurios de felicidad, entre otras costumbres culturales, nos podría entretener al punto de desenfocarnos del significado real, la razón por la cual la Navidad es un evento significativo, digno de
ser celebrado.
La razón por la cual Jesucristo ha nacido, el Dios eterno se ha encarnado, escapa a la atención, y el entendimiento secular: el pecado humano; este factor esencial brilla por su ausencia en las alusiones hechas a la ocasión festiva; la palabra "pecado" no figura en las tarjetas intercambiadas entre parientes y amigos; las expresiones musicales populares no lo mencionan; la esencia y la razón de la Navidad han sido enmarcadas en los aspectos positivos solamente –gozo, paz, felicidad, alegría…
Es muy importante y digno de encomio enfatizar el aspecto positivo de la ocasión navideña. Sin embargo, es necesario reconocer el hecho que, debido a la desobediencia y transgresión a la voluntad de Dios, el ser humano llegó a participar de la condición destituida, separada de Dios, y condenada a un destino infeliz.
Tal estado universal necesitó de la intervención de un Salvador, un Redentor capaz de saldar las cuentas, establecer la paz y restablecer la comunión entre el Dios santo y el ser pecador.
El contexto de la Natividad surge de la historia triste del ser humano creado a la imagen y semejanza de Dios, comenzando en un estado ideal –en paz y comunión con Dios– siendo arruinado por la desobediencia, la derrota y la degradación continua a la cual ha sido sujeto. Debido al pecado, la humanidad experimentó el juicio de Dios y sus consecuencias negativas; el destierro del Edén y el diluvio han sido pruebas contundentes de tal juicio; luego, a pesar de la gracia divina, de haber sido elegido como el pueblo de Dios, Israel terminó cautivo en Egipto a causa de su pecado; aún a pesar del éxodo redentor y su alojamiento en la tierra prometida, el pueblo fue desterrado y cautivado en Babilonia debido a sus yerros. Al volver Israel a su tierra por medio de la acción divina, y de ser restaurado durante el imperio Persa, debido a la desobediencia, derrota y degradación del pueblo, Dios los colocó bajo la opresión del imperio griego y luego el romano. Dentro de tal entorno es que la Navidad tomó lugar.
A través de tal historia triste, Dios actuó con gracia y misericordia, enviando profetas quienes confortaron a los afligidos y afligieron a los confortables entre el pueblo. Desde los profetas mayores hasta los menores, las promesas de Dios giraron en torno a la restauración del reino de Dios mediante su Mesías.
Por más de 300 años –desde el último de los profetas hasta la venida de Jesucristo– el pueblo de Dios experimentó un período caracterizado por el silencio, la oscuridad, y la incertidumbre. A pesar de que el Antiguo Testamento fue traducido al griego, dando lugar a cierto conocimiento de la voluntad de Dios contextualizado a la cultura vigente, y el surgir de las sectas de los Fariseos y Saduceos –intérpretes de la Ley de Dios–, no hubo una palabra directa por parte de Dios; no hubo un destello de luz que alimentara las esperanzas de redención del pueblo.
Por fin, a pesar de la desesperanza reinante, rompiendo el silencio y la oscuridad, una estrella apareció en el cielo, anunciando la llegada del Mesías. El anuncio del ángel a María fue extraordinario, cuyo cántico –el Magnificat–expresó la razón de la Navidad: La Salvación de Dios ha venido: el Mesías que rompe el yugo, nos hace libres, y trae gozo a los fieles (Lucas 1:46-55). Luego, ángeles irrumpieron a la esfera natural con su cántico, “¡Gloria a Dios en las alturas y paz y buena voluntad a los hombres…!” anunciandoa pastores humildes el nacimiento de Jesús (Lucas 2:14).
La Navidad atesta a la provisión divina: Un Hijo nos es dado; un niño nos es nacido. De un trono celestial, Jesús fue alojado en un pesebre. Su nacimiento virginal representó (y representa) un desafío a la razón humana; es una piedra de tropiezo al naturalista, al genetista, al biólogo, al filósofo racional, al teólogo liberal. El nombre JESÚS (el salvador) le fue dado antes de nacer, definiendo su carácter y su función, y la razón de su venida: “Jesús… salvará a su pueblo de sus pecados”;. ¿Qué significa el nombre de una persona? En su sentido semiótico, semántico y esencial, denota su carácter, define a su ser y su función. El nombre Jesús (Salvador) denota el sentido de su encarnación, su natividad: Su nacimiento virginal, su vida impecable, lo calificaron como el substituto perfecto, el sacrificio perfecto, sin tacha: A plena consciencia, a propósito, Jesús vino morir por nuestros pecados.
De modo que la razón por la cual la Navidad es festejada debe ser establecida: El pecado ha sido la causa de su venida. El afán humano es negar, racionalizar, excusar, o utilizar términos alternativos en lugar de reconocer el pecado que mora en su ser. Las filosofías seculares desvirtúan a la realidad (no solo al concepto) del pecado con sus explicaciones alternativas –ateas, agnósticas, humanistas, racionalistas, naturalistas, liberales– desplazando a Dios en sus perspectivas, negando la razón de la Navidad y la eficacia de la vida, la muerte y la resurrección de Jesucristo.
De modo que Jesús no vino como un turista a ser un martirizado. En su propósito eterno, Él vino a morar profetizado por Isaías, alegando a ciertos títulos: Admirable Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, y Príncipe de Paz. in embargo, el anuncio angelical enfatizó su nombre esencial, definidor de su ser y su obra: Jesús, el que salva a su pueblo de sus pecados.
Según la Biblia (1 Corintios 15:45-49), Jesús es el "último Adán" –el representante federal de la raza humana pecadora– quien terminó con la historia y del estado natural del creyente al morir en la cruz por la humanidad. Jesús es el “segundo Hombre”, el prototipo de una nueva creación, a razón de su resurrección, ascensión e intercesión.
La Navidad nos recuerda que, al mundo sumido en tinieblas Dios ha enviado Su Luz: Jesucristo; nos ha dado el regalo más precioso: su Hijo. Un niño nos ha sido dado, quien desarrolló su carácter y su vida para ser el Salvador de aquellos que creen en su Nombre. Si creemos y nos arrepentimos, Dios nos provee su luz, nos hace andar en los pasos de Jesús e ilumina nuestro camino terrenal, a pesar de las tinieblas que nos rodean en este mundo. La Navidad representa una puerta de entrada a tal experiencia; luego de su vida, su muerte, y resurrección, Dios nos provee perdón y vida eterna al creer en Jesús; nos hace nacer de nuevo y crecer de nuevo, proveyéndonos novedad de vida. ¿Qué garantía tenemos en cuanto a tales
promesas? El profeta Isaías nos hace confiar que, después de todo, no es nuestro esfuerzo natural, sino que “el celo del Señor lo hará…”(Isaías 9:1-7)