por Ruben Del Ré
(Traducido y adaptado de The Gospel and Scripture: How to Read the Bible, por Mike Bullmore)
Todos los cristianos coincidimos en que hay una relación directa y profunda entre la Biblia y el evangelio de Jesucristo. Desde la SBA, es lo que hemos tratado de enfatizar a través del programa 1M: “Evangelicemos con la Palabra”. Ahora bien, podemos trazar muchas líneas de conexión entre las Escrituras y el evangelio, pero quisiera invitarte a pensar en una doble relación de causa-efecto: el evangelio es la causa de la revelación de las Escrituras, y el evangelio es un efecto de la revelación de las Escrituras. O, para decirlo de otra manera, el propósito eterno de Dios en la redención (que está expresado en el evangelio) da lugar a la Biblia, y la Biblia sirve para llevar a cabo el propósito de Dios en el evangelio.
Causa
Si pensamos en el evangelio, de manera amplia, como el propósito eterno de Dios de redimir un pueblo para Sí mismo (1 Pedro 2.9) y restaurar su creación caída (Romanos 8.19-21), entonces esta “buena nueva” precede y da lugar a la revelación bíblica. En este sentido, el evangelio es una causa de la revelación bíblica. Si bien la Escritura en sí misma no es el evangelio, toda la Escritura está relacionada con el evangelio, y el evangelio es la razón de ser de la Escritura. El evangelio es el mensaje central y unificador de la Biblia.
El apóstol Pablo expresa lo siguiente en la alabanza introductoria a la carta a los Efesios:
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado (Efesios 1.3-6).
Dios tenía un plan “antes de la fundación del mundo”: que seamos “adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo”. Dios diseñó su plan antes de comunicarlo al hombre, y esa comunicación está preservada en la Escritura.
Por otro lado, cuando Dios da a conocer algo es porque tiene una intención. Dios quiere lograr algo mediante la revelación de Sí mismo:
Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié (Isaías 55.10-11)
Dios envía su palabra para llevar a cabo su propósito eterno de redimir un pueblo para Sí, y lo expresa a través del profeta Isaías:
Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David. He aquí que yo lo di por testigo a los pueblos, por jefe y por maestro a las naciones. He aquí, llamarás a gente que no conociste, y gentes que no te conocieron correrán a ti, por causa de Jehová tu Dios, y del Santo de Israel que te ha honrado (Isaías 55.3-5)
El Nuevo Testamento explica este propósito de la revalación con gran claridad. Pablo escribe al final de la carta a los Romanos: “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Romanos 15.4). “Las cosas que se escribieron antes” se refiere a las Escrituras, más precisamente al Antiguo Testamento. ¿Con qué propósito se escribió? Para que tengamos esperanza. ¿Esperanza de qué? Esperanza de la plena redención (ver Romanos 8.18-25). Esta es la razón, dice Pablo, por la que Dios nos dio las Escrituras. Por lo cual podemos decir que, en un sentido, el evangelio es la causa de la Escritura. O para decirlo de un modo simple, tenemos una Biblia porque hay un evangelio.
¿Pero cómo conocemos el evangelio? Bueno, en este sentido podemos decir que el evangelio es no sólo una causa sino también un efecto de la revelación bíblica.
Efecto
El apóstol Pedro, luego de citar Isaías 55 (pasaje que mencionamos más arriba) hablando de la Palabra de Dios termina su argumento diciendo: “Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada” (1 Pedro 1.21b). La Palabra de Dios es anunciada a través del evangelio. Y en este sentido, la revelación necesariamente precede al evangelio, y el evangelio fluye de la revelación escrita. El evangelio es la principal mensaje de la Biblia. El Antiguo Testamento es la anticipación profética del propósito redentor de Dios en Cristo, y el Nuevo Testamento es el testimonio apostólico de la obra llevada a cabo por Cristo.
Hablando del propósito de Dios de redimir un pueblo para Sí mismo, Pablo escribe en Romanos 10:
Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído?
¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? (Romanos 10.12-14)
Unos pocos versículos más adelante, va a decir lo siguiente: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (v. 17). En otras palabras, la Escritura cuando es fielmente proclamada lleva a cabo el propósito de Dios de redimir.
Pedro señala lo mismo: “siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre… Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada” (1 Pedro 1.23-25). Y Juan expresa la misma idea cuando dice que él escribió su evangelio “para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20.31). Esta es simplemente otra forma de decir que la revelación bíblica existe para llevar a cabo el gran propósito de Dios de redimir un pueblo para Sí mismo en Cristo.
Así que la Biblia existe tanto a causa del evangelio y para el evangelio. La clave es que el evangelio es el mensaje de Cristo. La Biblia en todas sus partes señala y explica a Cristo de alguna manera. Por lo tanto, la Biblia en todas sus partes contribuye no sólo a que podamos comprender el evangelio sino también a que podamos “oír” el evangelio con el objetivo de que nosotros podamos creer y que Dios lleve a cabo su buen propósito de redención.
Como Sociedad Bíblica Argentina, creemos que Dios en su gracia puso este Libro en nuestras manos, para que lo traduzcamos a todas las lenguas del mundo, para que lo adaptemos a los formatos que la gente puede usar y para administrar los recursos financieros de modo que el dinero no sea un impedimento para que la gente tenga acceso a la Biblia.
Quiero invitarte a que cuando tengas este Libro en tus manos, cuando entregues una Biblia a tu vecino o compañero de trabajo, cuando leas sus historias a tus hijos, o simplemente cuando veas un ejemplar sobre tu mesa de luz o el banco de tu iglesia, pienses en esto: tenemos este Libro porque hay un evangelio. Dios nos dio la Biblia porque tenía un propósito: redimir un pueblo de entre todos los pueblos para la alabanza de la gloria de Su gracia. Pero, por otro lado, este Libro es el que nos presenta ese mensaje. El evangelio es la causa por la que tenemos la Biblia, pero es también el efecto, el mensaje que anuncian las Escrituras, “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1.:16).
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