Dr. Jeffrey Arthurs
Dedícate a la lectura pública de las Escrituras, y a enseñar y animar a los hermanos (1 Timoteo 4:13 NVI).
En Gordon-Conwell, promovemos no solo la predicación expositiva sino también la lectura expositiva: la lectura pública de la Biblia que saca a relucir las ideas y emociones que Dios ha puesto en el texto. La forma de leer expositivamente es haciendo coincidir nuestra comunicación no verbal con el mensaje verbal: las palabras del texto.
El efecto del canal no verbal en la comunicación cara a cara puede dominar las palabras reales habladas. Albert Mehrabian observó que cuando los canales verbales y no verbales se contradicen, los oyentes deciden lo que quiere decir el hablante observando la expresión facial y escuchando el tono de voz. Solo el 7% de la interpretación de los oyentes se basó en las propias palabras (Psychology Today, 1968). Los pastores que tratan de extender saludos cálidos a la congregación el domingo por la mañana, pero que dan ese saludo con una voz de vitral, una sonrisa de vendedor de autos usados o un lloriqueo de avergonzado, no comunican saludos cálidos. El canal no verbal supera al verbal en tales casos.
La misma dinámica opera cuando leemos la Escritura. Frunciendo el ceño a través del Salmo 23 o suspirando a través de 1 Tesalonicenses 4 se realiza eiségesis oral. Se añaden elementos extraños al texto.
La comunicación no verbal afecta no solo la percepción del contenido de lo que se lee, sino también el contexto de la lectura. Si la lectura de las Escrituras se realiza en un servicio de la iglesia, los oyentes emiten juicios sobre toda la iglesia en función de la apariencia y el sonido del lector. Los estudiosos de la comunicación estiman que el 65% de todo el “significado social” y el 93% de todo el “significado emocional” provienen del canal no verbal. Las personas obtienen impresiones tales como “esta es una iglesia amistosa”, o “valoran la excelencia” o “esta es una ocasión solemne” según la lectura de las Escrituras y otras comunicaciones que se llevan a cabo.
Conociendo el poder de la entrega y deseando “dedicarnos a la lectura”, ¿cómo debemos leer? Dos cualidades marcan la lectura pública efectiva. En primer lugar, debe hacerse conversacionalmente. Los viejos tiempos de oratoria se han ido. Los grandes gestos, las voces rotundas y la inflexión exagerada eran necesarios en las salas de conferencias, pero están fuera de lugar en un mundo dominado por la televisión, el cine y la radio. Hoy en día, la gente espera que todas las comunicaciones públicas suenen conversacionales.
La segunda cualidad es la convicción. Si bien la lectura pública debe ser conversacional, no debe ser una charla informal. Los lectores de las Escrituras deben internalizar las ideas y los sentimientos del texto para que cuando hablen, hablen desde la plenitud de sus propios corazones.
Los principios generales de la conversación y la convicción se pueden mejorar con docenas de técnicas, pero permítanme mencionar tres de las más importantes: el silencio, el fraseo y el contacto visual. El silencio es una herramienta poderosa pero infrautilizada. Da a los oyentes tiempo para pensar, permite la respuesta, aumenta la tensión y separa las ideas. Los lectores descuidan el silencio porque los hace sentir expuestos, pero el público se siente cómodo con el silencio. Les ayuda a procesar e imaginar. El silencio podría usarse para sacar a la luz las ideas y los estados de ánimo de Juan 13, donde Jesús lavó los pies de los discípulos. Haga una pausa mientras declara que Judas “salió”. Deja que eso penetre. Y vuelve a hacer una pausa antes de la última oración del versículo 30: “Y era ya de noche”. ¡Ciertamente lo era! Era el tiempo de la traición y la oscuridad. Juan está tratando de comunicar las connotaciones asociadas con la “noche”, y el simple uso del silencio puede ayudarnos a leer expositivamente, destacando lo que Dios ha puesto.
La segunda técnica, el fraseo, es crucial para ayudar al público a comprender las ideas del texto. Para leer bien, revise el texto antes de ponerse de pie para leer, de modo que sepa cómo se relacionan las ideas subordinadas con las principales. Al usar una voz más alta, un tono más alto o un ritmo más lento, enfatice las ideas principales. Las ideas subordinadas generalmente deben expresarse más rápidamente o con una voz más baja. Escuche una conversación y verá que así es como hablamos naturalmente, pero los lectores públicos a menudo suenan como si estuvieran leyendo porque carecen de cambios naturales de ritmo. No son necesariamente monocordes, pero son mono-rítmicos.
La última técnica es el contacto visual. Esta técnica es difícil de usar cuando se lee, pero aun así deberíamos probarla. El contacto visual indica preparación, sinceridad, aplomo e interés en el oyente. ¿Cuánto contacto visual es apropiado para la lectura de las Escrituras? Aproximadamente 50/50. Debes mirar a la audiencia aproximadamente la mitad del tiempo. Obviamente, esto requiere práctica, pero puede llevar menos trabajo de lo que piensa. Lee el texto en voz alta de cinco a diez veces y lo tendrás medio memorizado, y deberías sentirte cómodo apartando la vista de la página durante unos segundos. Por supuesto, a veces el contacto visual no es apropiado, como cuando el texto es una oración o algo muy personal, como los salmos de lamento. En estos casos, mire por encima de las cabezas de los oyentes o concéntrese en la audiencia sin mirar a los ojos de nadie. Esa técnica le permite a la audiencia “escuchar” las ideas y sentimientos personales.
Al reflexionar y dar unos minutos de práctica en nuestra lectura pública de las Escrituras, podemos sacar a la luz las ideas y emociones del texto. Podemos encarnar la mente y el corazón de Dios para nuestros feligreses. Como W. E. Sangster dijo: “Cuando el Libro se lee bien y se hace vivir para la gente, puede hacer por ellos lo que los sermones a menudo no logran: puede ser la voz misma de Dios para sus almas” (en Fasol, A Complete Guide to Sermon Delivery, Baker, 1983).
Dr. Jeffrey Arthurs: Es profesor de Predicación y Comunicación del Gordon-Conwell Theological Seminary, y autor de Devote Yourself to the Public Reading.