Palabras del Presidente de la Sociedad Bíblica Argentina, Raúl Scialabba, compartidas en el inicio del concierto de apertura del Congreso Internacional de la Biblia el pasado 15 de noviembre en el CCK.
Como Presidente de la Sociedad Bíblica Argentina y dentro del marco de celebración de los 500 años de la Reforma Evangélica queremos darles la más cordial bienvenida a este Concierto con el que damos comienzo al Primer Congreso Internacional de la Biblia.
Desde sus orígenes, la fe cristiana experimentó distintos momentos de renovación, cuando la rutina, o las formas mundanas pusieron en riesgo la integridad del Evangelio.
Desde sus orígenes en Alemania en 1517, la Reforma se extendió y estableció con fuerza pese que debió enfrentarse con momentos de persecución. Aquellos principios que enarboló en su tiempo siguen siendo hoy inspiración para muchos creyentes en todo el mundo.
La importancia de la Biblia; la centralidad de Cristo, la supremacía de la gracia, la fe como expresión de confianza en Dios, el sacerdocio universal de todos los creyentes fueron sus acentos doctrinales.
La fe evangélica no es una fe en dogmas o en una determinada ritualidad. Si bien hay doctrinas y fuerza en la adoración, su centro es la relación íntima y de confianza con el Dios que nos brinda salvación en Jesús, el Cristo, y por la inspiración de su Santo Espíritu.
En la actualidad la Reforma no nos urge a una vuelta al pasado sino al contrario, nos impulsa al futuro.
Un futuro que se siembra de esperanzas, porque sabemos que el amor de Dios no nos abandona.
Entre las principales contribuciones de la Reforma evangélica a la cultura universal podemos mencionar:
La traducción de la Biblia y la creación de las lenguas nacionales.
El gran aporte de la Reforma fue devolver al pueblo la Biblia, la Palabra de Dios y con el curso de los años llegó en sus propias lenguas a las culturas más lejanas.
Otros aportes valiosos han sido la educación obligatoria; la dignificación del trabajo; la ayuda al prójimo; la revalorización de la mujer; el sentido democrático y el concepto de servidor público.
Pero un aporte especial ha sido en las ciencias, las artes y particularmente en la música.
Una vez más guiada por la Biblia a inicios del siglo XVI se constituyó una verdadera revolución y las canciones se compusieron en la lengua vernácula que entendían las masas y sirvieron para expandir la causa del Evangelio pero también para unir a los creyentes en torno a la adoración.
Para cuando Johann Sebastian Bach, el músico protestante por excelencia, comenzó a componer ya existían más de cinco mil corales de inspiración reformada.
De manera semejante, Jorge Federico Haendel dejó extraordinarios oratorios de los que El Mesías es el más conocido, pero no el único y
Felix Mendelssohn fue uno de los compositores más extraordinarios del período romántico rindiendo homenaje a la Reforma que da nombre a su Quinta Sinfonía.
La impronta de la Reforma continuó siendo extraordinaria en la continua redacción de himnos algunos de los cuales escucharemos esta noche.
Así, de muchas maneras, este movimiento de inspiración espiritual plasmó su impronta sobre el mundo material y de la cultura.
Todo lo expuesto es parte de ese acervo y nos invita a renovar un espíritu de amor y servicio que, más allá de las diferencias de tradiciones y confesiones, es el corazón del Evangelio.
Salmo 42
Mi esperanza está en Dios.
Como ciervo sediento en busca de un río,
así, Dios mío, te busco a ti.
Tengo sed de Dios, del Dios de la vida.
¿Cuándo volveré a presentarme ante Dios?
Día y noche, mis lágrimas son mi alimento,
mientras a todas horas me preguntan:
«¿Dónde está tu Dios?»
Cuando pienso en estas cosas,
doy rienda suelta a mi dolor.
Recuerdo cuando yo iba con la gente,
conduciéndola al templo de Dios
entre gritos de alegría y gratitud.
¡Qué gran fiesta entonces!
¿Por qué voy a desanimarme?
¿Por qué voy a estar preocupado?
Mi esperanza he puesto en Dios,
a quien todavía seguiré alabando.
¡Él es mi Dios y Salvador!
Me siento muy desanimado.
Por eso pienso tanto en ti
desde la región del río Jordán,
desde los montes Hermón y Misar.
Se escucha en los precipicios
el eco atronador de tus cascadas;
los torrentes de agua que tú mandas
han pasado sobre mí.
De día el Señor me envía su amor,
y de noche no cesa mi canto
ni mi oración al Dios de mi vida.
Le digo a Dios, mi defensor:
«¿Por qué me has olvidado?
¿Por qué tengo que andar triste
y oprimido por mis enemigos?»
Hasta los huesos me duelen
por las ofensas de mis enemigos,
que a todas horas me preguntan:
«¿Dónde está tu Dios?»
¿Por qué voy a desanimarme?
¿Por qué voy a estar preocupado?
Mi esperanza he puesto en Dios,
a quien todavía seguiré alabando.
¡Él es mi Dios y Salvador!
Raúl Scialabba,
Presidente de la Sociedad Bíblica Argentina.