Navidad

Reflexión navideña: Amor (2/4)

Lectura:

Juan 15:9
Yo los amo a ustedes como el Padre me ama a mí;
permanezcan, pues, en el amor que les tengo.  

Reflexión:
La navidad es una evidencia de las palabras de Jesús: “yo los amo a ustedes como el Padre me ama a mí”. Pensar en que el Hijo de Dios, quien era en plena comunión amorosa ininterrumpida con su Padre, decidiera venir a nosotros y hacer suyos nuestros quebrantos, necesidades, dolencias y pecados, no puede ser explicado de otra manera que con la afirmación verdaderamente nos ama.
Ahora, ¿cuál es la medida de ese amor? ¿Es acaso un amor que se debilita, se agota, se limita? Jesús dice: “Yo los amo a ustedes como el Padre me ama a mí”. Esa es la precisa medida de su amor. ¿Y cómo ama el Padre al Hijo? Lo ama inquebrantablemente, infinitamente, indefinidamente e incondicionalmente. Exactamente así nos ama Jesús. Es tan claro y, al mismo tiempo, tan incomprensible.
Nos encontramos, más de lo que quisiéramos admitir, dudando y cuestionando su amor cuando nuestras circunstancias parecieran indicar lo contrario. La navidad nos recuerda que las palabras de Jesús, en medio de todo y tal vez contrario a todo, son ciertas: Él nos ama en la misma medida que el Padre lo ama a Él. Ese amor no impidió que Él sufriera, ni evitó la cruz misma, pero si garantizó que su amor triunfaría por sobre todo y todos. ¿Qué nos llama Jesús a hacer? A permanecer en su amor. Ese amor debe constituirse en el cimiento mismo y la fuente motivadora de nuestra relación con Dios, con nosotros mismos y con quienes nos rodean. Cuanto más seamos conmovidos por el amor de Jesús (permanezcamos), más amaremos a Dios quien es fuente de ese amor, y más nos amaremos a nosotros mismos como a los demás.

Oración:
Padre, abre nuestros ojos por tu Palabra y por tu espíritu para comprender con cuán grande amor somos amados. También te pedimos que ese amor llegue a ser el más grande motivador de todo lo que hacemos. Que en esta navidad podamos dar de ese amor a quienes tengamos a nuestro alrededor. En Jesús. Amén.

Reflexiones navideñas: Vida (4/4)

Lectura:

Juan 6:35
Y Jesús les dijo: —Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca tendrá hambre; y el que cree en mí, nunca tendrá sed.

 

Reflexión:
Los creyentes del Antiguo Testamento habían experimentado la provisión milagrosa de Dios al recibir el maná durante cuarenta años en el lugar donde las leyes naturales lo calificarían como algo imposible, en el desierto. Sus cuerpos fueron saciados y experimentaron la fidelidad y cuidado del Señor por los suyos, aunque finalmente cada uno de esa generación, con excepción de Josué y Caleb y los menores de veinte años, murió en el desierto. Dios mismo explica el propósito del desierto y el maná de la siguiente manera: “El Señor te afligió, y te hizo sentir hambre, pero te sustentó con maná, comida que ni tú ni tus padres habían conocido, para hacerte saber que no solo de pan vive el hombre, sino que vive de todo lo que sale de la boca del Señor” (Deuteronomio 8:3).

Ese maná o pan era sombra de Aquel pan que habría de venir. Cristo es “todo lo que sale de la boca del Señor”. Es decir, es la Palabra de Dios, la voz de Dios hablándonos a nosotros. La provisión del maná en el desierto apuntaba a algo mucho más profundo que la materialidad del alimento. Apuntaba a edificar la fe del pueblo en el cimiento inconmovible de la Palabra de Dios que debía ser el alimento que saciara el hambre del alma. “Dios… en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo…” (Heb. 1:1)  Cristo es la Palabra de Dios, es el pan de Dios que viene a saciar por completo y para siempre nuestra alma.

Oración:
Padre gracias por Cristo, tu Palabra para nosotros, el alimento para nuestra alma. Te agradecemos porque nos has dado tu Maná en la Navidad capaz de sostenernos en nuestros desiertos hasta que también entremos en la Tierra Prometida. Permítenos compartir con otros que Dios es proveer del cuerpo y del alma. En Cristo Jesús, amén.

Reflexiones navideñas: Paz (3/4)

Lectura:

Juan 16:33
Les digo todo esto para que encuentren paz en su unión conmigo. En el mundo, ustedes habrán de sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo.
Reflexión:
¡Queremos paz! No hay duda alguna. Pero en qué consiste esa paz y cómo la obtenemos es lo que distingue a la paz cristiana de cualquier otra. La paz de la que Jesús habla en este pasaje no consiste en la ausencia de problemas, sufrimientos o pruebas. Él se asegura de que esto quede más que claro: “en el mundo, ustedes habrán de sufrir”. Inclusive en el principio del capítulo 16 dice: “Los expulsarán de las sinagogas, y aun llegará el momento en que cualquiera que los mate creerá que así presta un servicio a Dios.” Cualquier idea de vida cristiana libre de problemas debe ser desechada de inmediato.Ahora, ¿en qué consiste entonces esa paz y cómo la obtenemos? Consiste en Cristo mismo dado a nosotros. Él es nuestra paz y él se ha hecho disponible para cada uno de nosotros. La Navidad es la evidencia histórica de esta afirmación. Experimentamos paz cuando estamos unidos a él en cualquiera sea la circunstancia que atravesemos. Él es suficiente y capaz de proveer la sabiduría, fuerzas, protección, valor, sentido y todo lo que sea necesario frente a lo que nos toque vivir. Encontramos paz en nuestra unión con Cristo, en no dejarnos sorprender por el sufrimiento que golpee a las puertas de nuestras vidas y en el saber que Cristo ya ha vencido. Si pudiéramos mirar nuestras vidas desde el fin de los tiempos en perspectiva hacia nuestro presente, veríamos que Cristo fue suficiente para que le glorifiquemos en cada necesidad, dificultad, desafío y prueba. Él con nosotros hoy es garantía absoluta de que así habrá de ser cada día y hasta el fin. ¡Paz!Oración:
Padre gracias por el Regalo de todos los regalos en esta Navidad, Cristo. Danos el poder conocerle más en esta estación especial de celebración. Gracias porque al tenerle a él, tenemos paz y todo lo que necesitamos para traerte honor en lo que nos toque vivir. Te pedimos que nos des valor y sabiduría para compartir esta esperanza con quienes no la tienen. En tu Hijo Jesús, amén.

Reflexiones navideñas: Fe (1/4)

Lectura:

Efesios 3:12
Y en Cristo tenemos libertad para acercarnos a Dios,
con la confianza que nos da nuestra fe en él.

Reflexión:

La navidad provee una hermosa oportunidad para acercarnos a Dios. Este texto nos permite pensar en algunos aspectos importantes. En primer lugar, tenemos libertad: no debemos estar condicionamos por el temor, por la vergüenza, por la culpa o por el sentimiento de rechazo. La afirmación es categórica y siempre vigente: “tenemos libertad para acercarnos a Dios”. En segundo lugar, nos acercamos con confianza porque le conocemos, pero principalmente porque Él nos conoce.
Aquí Pablo muestra que la libertad y la confianza que tenemos para acercarnos a Dios provienen y dependen de Cristo y nuestra fe en él. ¿Por qué esto es así? ¿No podemos tener libertad y confianza sin fe en Cristo? Definivamente no. Cristo murió en nuestro lugar y por nosotros llevándose lo que nos presentaba culpables, nos avergonzaba, nos atemorizaba y separaba de Dios. Pero también obedeció a todas las demandas de la ley de Dios en nuestro lugar y por nosotros, de tal manera que su mérito es nuestro. Como él es amado, aceptado, bendecido delante de Dios, al estar unidos a él, también lo somos nosotros. Creer en esto es lo que nos capacita para acercarnos a Dios en libertad y confianza.

Oración:

Padre, te damos tantas gracias porque te has acercado a nosotros en el nacimiento de Cristo y porque a través de su vida y su muerte a nuestro favor tenemos libertad y confianza de acercarnos a ti. Ayudanos a compartir esta verdad con quienes nos rodean para que ellos también puedan hacerlo. Amén.