La cura para la ansiedad latente
Estos son días extraños, días de miedo, días de histeria. En otras palabras, días que simplemente traen a la superficie todas nuestras ansiedades latentes; ansiedades que estuvieron allí todo el tiempo pero que ahora se hacen visibles para otros. ¿Qué debemos recordar en estos días de alarma?
1. El mundo de la Biblia
Ahora sabemos cómo se sintió el pueblo de Dios en toda la Biblia, especialmente en el Antiguo Testamento. Los Profetas y muchos de los Salmos hablan a personas atrapadas en la histeria colectiva o sometidas a pandemias. Quizás el momento cultural actual es precisamente la hermenéutica que necesitamos para leer el Antiguo Testamento – que de otra manera puede sentirse tan extraño – profundamente por primera vez.
2. Nuestra verdadera confianza
Los tiempos de pánico público nos obligan a alinear nuestra creencia que profesamos con nuestra creencia real. Todos decimos que creemos que Dios es soberano y que nos está cuidando. Pero revelamos nuestra verdadera confianza cuando el mundo entra en crisis. ¿Cuál es realmente la lealtad más profunda de nuestro corazón? La respuesta se ve obligada a salir a la superficie en tiempos de alarma pública, como los que estamos entrando ahora.
3. Amor al prójimo
Cuando la economía se está hundiendo, surgen las oportunidades para sorprender a nuestros vecinos con nuestra confianza y alegría provenientes del evangelio. Ahora es el momento de estar más afuera, amar más, ser más hospitalarios. El amor se destaca más cuando es menos esperado, más raro, pero más necesario.
4. Discipulado familiar
Los maestros de nuestros hijos les dicen que se laven las manos por más tiempo. ¿Por qué? Sus maestros no se lo dirán, pero es porque hay un virus peligroso que infecta a miles de personas en todo el mundo en este momento, tanto jóvenes como viejos, y algunas de esas personas morirán. El cielo y el infierno están mirando a la cara a todos los niños de cuarto grado. Por eso se les dice que se laven las manos durante veinte segundos. Tenemos la oportunidad de inculcar en nuestros hijos una conciencia más profunda de la eternidad de la que jamás hayan conocido. Hay un efecto saludable en todo esto porque el cielo o el infierno esperan a cada alumno de cuarto grado, ya sea por causa de un virus el próximo mes o por causa de la vejez dentro de muchas décadas. Dentro de diez mil años, la diferencia entre haber muerto a los diez años o a los ochenta parecerá trivial. Esta es una oportunidad para discipular a nuestras familias en la vigorosa realidad de la eternidad.
5. Esperanza escatológica
Quizás este sea el final. Lo dudo, pero tal vez. Jesús dijo que nadie sabe el día ni la hora (Mateo 24:36). Quizás la vista de Jesús descendiendo del cielo, vestido de gloria, rodeado de ángeles, está a la vuelta de la esquina. Si es así, aleluya. Si no, aleluya. Se nos recuerda que él volverá algún día. De cualquier manera, regocijémonos en nuestro camino a través del caos. Desde la costa del cielo veremos cuán eternamente seguros estuvimos todo el tiempo.
6. Providencia invencible
Ninguna molécula infectada puede ingresar a sus pulmones, o los pulmones de su hijo de tres años, a menos que sea enviado por la mano de un Padre celestial. El Catecismo de Heidelberg define la providencia de Dios como “El poder de Dios omnipotente y presente en todo lugar, por el cual sustenta y gobierna el cielo, la tierra y todas las criaturas de tal manera, que todo lo que la tierra produce, la lluvia y la sequía, la fertilidad y la esterilidad, la comida y la bebida, la salud y la enfermedad, riquezas y pobrezas, y finalmente todas las cosas no acontecen sin razón alguna como por azar, sino por su consejo y voluntad paternal”. Esa verdad es como el inhalador de un asmático para nuestra alma: nos calma, nos permite respirar de nuevo.
7. El corazón de Cristo
En épocas de agitación, en épocas de angustia, Jesús se siente más con su pueblo que nunca. Hebreos nos dice que Jesús experimentó todo el horror de este mundo que nosotros hacemos, menos el pecado (Hebreos 4:15). Así que aparentemente él sabe – él mismo lo sabe – en el fondo, lo que se siente al ver la vida cerrarse sobre ti y que tu mundo entre en crisis. Podemos ir a él. Podemos sentarnos con él. Su brazo nos rodea, más fuerte que nunca, en este momento. Sus lágrimas son más grandes que las nuestras.
8. El cielo
Desde la costa del cielo veremos cuán eternamente seguros estuvimos todo el tiempo, incluso en medio de la agitación global y las ansiedades que se ciernen tan grandes mientras los atravesamos. Los peligros que existen son reales. Las precauciones son sabias. Nuestros cuerpos son mortales, vulnerables. Pero nuestras almas, las de aquellos que estamos unidos a un Cristo resucitado, están fuera del alcance de todo peligro eterno. No hay de qué temer. Estamos en Cristo. Quédate en paz. Todo está asegurado.
Autor: Dane Ortlund, director editorial y editor bíblico de Crossway.
Traducción: Ruben A. Del Ré