Por Lic. Graciela Ragni
Pensar en el compromiso social cristiano nos lleva inevitablemente a mirar al Dios de la Biblia. Un Dios completamente comprometido con su creación en su totalidad, la naturaleza, los seres vivos y las personas cualquiera sea su condición. Un Dios que se identifica y relaciona con cada ser humano en forma personal y singular.
Conforme a la cosmovisión bíblica, somos seres integrales (una unidad bio-psico-socioespiritual), con valor intrínseco por haber sido hechos a imagen y semejanza de Dios. Nos hizo seres relacionales, para estar en relación con El, con la naturaleza y con nuestros semejantes.
El fundamento bíblico-teológico del servicio destaca la naturaleza amorosa de Dios, creador y personal, y en el concepto bíblico del hombre caído a quién Dios le pide cuentas de su relación con el prójimo, puede comprobarse en distintas determinaciones de la Ley de Dios, y en las demandas u expresiones de los libros proféticos; pero fundamentalmente se encarnan en el modelo de Jesús, sus enseñanzas y su obra.
Es importante entender a la acción social y al servicio como la oportunidad que Dios nos da de expresar su amor en respuesta a las necesidades integrales de personas, grupos y comunidades. Dios es el gran impulsor del servicio, quien ama y como consecuencia actúa aun al costo de la cruz por el bien del hombre. El gran Dador y Siervo por excelencia continúa en misión, tomando debida cuenta del dolor, del sufrimiento, de la injusticia, de las calamidades, etc.
El servicio implica respuesta, acción concreta, compromiso. Siguiendo el modelo de Jesús, es “amor expresado”, no declamado ni solo bien intencionado. Jesús marcó el sendero para que nosotros sigamos sus pisadas, priorizó los más vulnerables, los dejados de lado, los excluidos, los que estaban en la periferia.
En la Palabra vemos a la iglesia como “continuadora de la obra de Cristo” en la tierra. Los hijos de Dios somos partícipes de Su naturaleza y, por lo tanto, debemos reproducir Su amor, encarnarlo, reflejarlo en el diario vivir y en la interacción con las personas. El compromiso social nos confronta con un mundo convulsionado, que sufre, necesitado y a la vez con el propósito y los recursos de nuestro Dios.
*Graciela Ragni es Licenciada en Servicio Social. Profesora universitaria en la Universidad del Museo Social Argentino. Directora de Acción Comunitaria de la Confederación Evangélica Bautista.