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De la Biblia a la vida: el descanso

El ritmo vertiginoso de estos tiempos ha convertido el descanso en un bien apetecible pero esquivo. No renegamos de la necesidad de aquietar nuestra vida ajetreada. Al contrario, creemos, como nunca antes, que el descanso es indispensable para una vida saludable y tranquila. Nuestra dificultad, más bien, radica en que no logramos encontrar la forma práctica de convertir esto en una realidad.

La complicación radica en la definición de “descanso” que empleamos. El concepto popular sostiene que descanso es lo que hacemos cuando no tenemos nada que hacer. Como nunca llega el día en que no tenemos nada que hacer, acabamos siempre atrapados en un activismo que ha enfermado nuestros corazones.

La Biblia nos sorprende cuando saca el descanso del plano del deseo y lo convierte en mandamiento. El Señor, conocedor de nuestra naturaleza, entiende que nuestra tendencia es hacia un desequilibrio crónico en el manejo de nuestras actividades. Nos ahorra el problema de encontrar un espacio en el que podamos practicar el descanso al decirnos: “Te ordeno que descanses”. Comprender esto nos conduce a uno de los conceptos más importantes acerca del descanso: es una disciplina que le imponemos a una vida que tiende hacia el caos. Es decir, debemos planificar de manera deliberada e intencional nuestras agendas para que cesen las actividades que normalmente nos ocupan cada día. 

Este cese de actividades da lugar a un cambio en el ritmo de vida. El descanso es ese momento en el que celebramos la bondad de Dios, afirmamos su generosa provisión para nuestras vidas y declaramos, una vez más, nuestra intención de caminar de Su mano cada día. Nos permite recuperar una perspectiva saludable de la vida y alinearnos con los ritmos que Dios le ha dado a su creación.

Dr. Christopher Shaw
Director de Desarrollo Cristiano Internacional.
Autor de “Dios en sandalias”, “Alza tus ojos” y “Noche y día”.

¿Amistad fallida? Encuentra consuelo en la Biblia

Hay algo especial en la amistad.
No puedes elegir a tus familiares o el lugar donde naciste o en qué circunstancias, pero puedes elegir a tus amigos. A veces nos hacemos amigos con los candidatos más improbables. Otras veces, nos encontramos con alguien y sentimos que los conocemos desde siempre. Es realmente un poco mágico.

Algunos de nosotros tenemos la bendición de tener amistades que realmente duran toda la vida. Conocí a mi mejor amigo en la universidad hace trece años y desde entonces hemos estado cerca. A través de todas las temporadas y cambios de la vida, nuestra amistad se ha mantenido estable y ahora se siente como una hermandad de por vida. Realmente agradezco a Dios por traerlo a mi vida.

Pero para la mayoría de nosotros, algunas de nuestras amistades más queridas no continúan con nosotros al entrar en nuevas etapas de la vida y crecimiento. Las personas se mudan, se casan, tienen hijos, se unen a nuevas iglesias y toman otras decisiones que alteran la vida. Cualquiera sea la razón, parece cada vez más difícil hacer y mantener nuestras amistades a medida que envejecemos. Invertimos tanto tiempo y energía en nuestras amistades que podemos sentir una profunda sensación de pérdida cuando esas personas ya no tienen el mismo lugar sagrado en nuestras vidas.

Nuestras identidades pueden vincularse tanto con nuestros amigos que, una vez que se han ido, es difícil recordar quiénes somos sin ellos.

Esta nueva realidad de amistad me ha sido difícil de aceptar en los últimos años. No estaba preparada para ver cómo las estaciones de la vida cambiarían o terminarían mis amistades. Ahora que me he dado cuenta de cuántas de estas relaciones solo duran una temporada, he descubierto que es más importante que nunca tener una identidad firme en un Cristo que nunca cambia. Sé que mi valor no está determinado por la abundancia de amistades en mi vida, sino por la abundancia del amor de Cristo por mí.

Una vez escuché a un pastor decir: «Cristo es la luz al final del túnel oscuro. Y no va a ninguna parte. Otros pueden irse, pero él se quedará». No importa dónde te encuentres en el viaje de la vida, Jesús es el amigo que nunca se va.

Si estás sufriendo la pérdida de una amistad, déjate consolar y alentar con los siguientes versículos:

Juan 15:15
Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo. Los llamo mis amigos, porque les he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho.
Proverbios 18:24
Algunas amistades se rompen fácilmente, pero hay amigos más fieles que un hermano.
Hebreos 13:5b
Porque Dios ha dicho: «Nunca te dejaré ni te abandonaré».
Malaquías 3:6a
«Yo soy el Señor. No he cambiado».

Autor: Coleen Buglino, 20 de junio 2019.
Fuente: Blog de la Biblia – blog.bible

Cinco principios bíblicos para ser un mejor amigo

¿Cuántos amigos tienes?
Creo que la respuesta a esa pregunta variará dependiendo de cómo defines a un amigo. Tenemos mejores amigos, buenos amigos, viejos amigos, amigos de la familia, amigos en Facebook, y todo lo demás. Los amigos son algo maravilloso. Nos hacen reír y levantan nuestro espíritu con su presencia. Nuestros momentos más memorables suceden en su compañía. Durante los días difíciles, nos rodean con amor y apoyo.

Pero no importa la cantidad de amigos que tienes y cuántos momentos hayas compartido, todos los que leen este artículo tienen una cosa en común: nunca hemos tenido y nunca hemos sido un amigo perfecto. Con esto, me refiero simplemente a que en nuestras amistades nunca falta la desilusión. De alguna manera, ya sea significativa o no, nuestros amigos nos han fallado y nosotros les hemos fallado a ellos.

Piénsalo. Mientras que algunas de tus alegrías más grandes son el resultado de tus amistades, también lo son tus peores dolores. Hay noches con ellos que desearías no terminaran, y luego hay días en los que deseas vivir aislado. La amistad es una parte integral de la existencia humana, y todos hemos sido moldeados en forma significativa por relaciones que están llenas tanto de dicha como de dolor.

Lo que dice la Biblia al respecto
Es importante saber por qué Dios diseñó la amistad y lo que tiene qué decir al respecto. A través de su Palabra nos ha dado una lente precisa que nos evitará ser ingenuos, pero también nos impedirá convertirnos en cínicos.

Aquí hay algunos principios sobre los amigos que te ayudarán a mantener relaciones saludables.

1. Las amistades son intencionales
En Génesis 2:18, Dios dice que no es bueno que el hombre esté solo. Esta declaración es más amplia que solo el matrimonio, y se aplica al diseño de Dios para toda la humanidad. La frase “ayuda adecuada” utilizada para describir a Eva no la define como una compañera de trabajo, sino una compañía. Dios nos creó para vivir con compañeros porque Él es un Dios social, viviendo en comunidad dentro de la Trinidad como Padre, Hijo, y Espíritu.

Hay beneficios que provienen naturalmente de estas amistades. Tener un compañero en la vida cotidiana es un beneficio hermoso. Tener a alguien que te consuele en tiempos difíciles es otro (Job 2:11). Amigos honestos que te guiarán al arrepentimiento es un tercero de muchos más (Prov. 27:6).

Cristianos, tenemos que buscar y sumergirnos en la comunidad. Si bien la mentalidad de “lobo solitario” a menudo se aplaude en nuestra sociedad, es muy peligroso y solitario vivir en aislamiento. No te separes de las personas, porque te estarás separando de tu diseño original e intencionado.

2. Las amistades pueden convertirse en ídolos
Mientras que la compañía humana es preciosa, Adán y Eva fueron diseñados principalmente para disfrutar de su relación con Dios. La comunión vertical con su Creador proporcionaría la base para su comunión horizontal. Pero debido a que tendemos a adorar y servir a la creación más que al Creador (Rom. 1:25), nuestras amistades pueden convertirse en ídolos.

Dios ya nos ha dado todo lo que necesitamos en Cristo para la vida y la piedad (2 Pe. 1:3). Eso significa que no tenemos que buscar una perfecta satisfacción relacional en personas imperfectas. ¡La ironía es que cuando invertimos el orden y elevamos a la gente por encima de Dios, terminamos arruinando esas relaciones terrenales con la presión que ponemos en ellas para satisfacernos!

3. Las amistades serán difíciles
La historia temprana de la amistad va de perfecto, a mal, a peor. La armonía de la compañía desaparece cuando Adán le lanza la bolita a Eva para evitar la culpa (Gen. 3:12). Luego, en el siguiente capítulo, ¡Caín mata a su hermano Abel!

Muchos de nosotros no podemos identificarnos con el asesinato de un hermano o un amigo, pero el mismo pecado que gobernó a Adán, Eva, y Caín, existe en nuestros corazones y en los corazones de nuestros amigos. Tenemos motivos egoístas, envidia, codicia, y mucho más en nuestras relaciones, a menudo sin siquiera saberlo. ¡No es de extrañar que sean tan desordenadas! No te sorprendas cuando tus amigos te fallen, o peor.

4. Las amistades son redentivas
Si Dios realmente nos ama, ¿por qué no hace que nuestras relaciones estén libres de conflicto? ¡Eso me encantaría! Pero la cuestión es que el propósito principal del Señor en nuestras vidas es la redención: eliminar continuamente el pecado de nuestro corazón (Filip. 1:6). En ninguna parte el pecado está más expuesto que en una relación, donde una persona imperfecta vive con una persona imperfecta en un mundo caído.

Cuando nuestro pecado, o el pecado de nuestro amigo, se ve expuesto, tenemos dos opciones: huir o acercarnos. ¿Te escondes en vergüenza, te defiendes, le echas la culpas a otro, criticas innecesariamente, o albergas amargura? ¿O confiesas tus pecados, pides perdón, dices la verdad, otorgas misericordia, y animas a otros?

El diseño de Dios es que las dificultades que vienen cuando tienes amistades redentivas prueben y fortalezcan tu fe, para que seas perfecto y completo, sin que nada te falte (Stg. 1:2-4). No huyas de estas pruebas. ¡Acércate y alégrate, a pesar de que no sientas ganas de regocijarte!

5. Las amistades tienen esperanza
Todos buscamos consejos y trucos que mejoren nuestras amistades. Comunicación más eficaz, estrategias de resolución de conflictos, estudios de género, tipos de personalidad, etc. Solo ve a la sección de autoayuda en cualquier librería. Pero la realidad es que no hay secretos que garanticen relaciones sin problemas.

Por el contrario, nuestras amistades tienen una esperanza: Jesucristo. La relación destrozada que experimentó con su Padre en la cruz proporciona la base para nuestra doble reconciliación. Jesús nos reconcilió primero con Dios, lo que luego se convierte en la base para la forma en que nos reconcilia unos con otros.

Lo que dijo C. S. Lewis
Quiero terminar con una gran cita de C. S. Lewis. Sé que acabo de decir no hay secretos que garantizan relaciones sin problemas, pero C. S. Lewis se acerca. Escribió:

Cuando haya aprendido a amar a Dios más que a lo que más quiera en la Tierra, amaré lo que me resulta más querido mejor que lo he hecho hasta ahora. En la medida en que aprenda a amar lo que más quiero en esta tierra a expensas de Dios y en lugar de Dios, me estaré moviendo hacia ese estado en que ni siquiera podré amar lo que más amo en la Tierra. Cuando las primeras cosas se ponen primero, las segundas no quedan suprimidas sino aumentadas.

Ya ves, cuando Dios reina en nuestros corazones, la paz reina en nuestras amistades. La mejor amistad solo estará completa en el cielo, pero hay mucho que podemos disfrutar ahora. El Nuevo Testamento ofrece la esperanza de que nuestras relaciones se pueden caracterizar por cosas como humildad, dulzura, paciencia, honestidad edificante, paz, perdón, compasión, y amor.

¿No es maravilloso que la gracia de Dios hace esto posible, incluso con personas imperfectas en un mundo caído? Esta esperanza reta cualquiera que sea la autocomplacencia y el desánimo que podamos tener sobre nuestras amistades, porque Dios puede traer, aquí y ahora mismo, más crecimiento, paz, y bendición por medio de la gracia.

La esperanza del evangelio nos invita a una insatisfacción santa con todas nuestras relaciones y nos anima a abordar el gratificante pero difícil trabajo de amistades redentivas.

Autor: Paul Tripp, traducido por Johanna da Veiga, 19 de mayo 2017
Fuente: Coalición por el Evangelio – www.coalicionporelevangelio.org

La honestidad en una relación de amigos

¿Qué es la amistad?
¿Qué es la amistad para Jesús, el Hijo de Dios? ¿Qué significa la amistad para nosotros en los actuales días que vivimos en esta tierra convulsa?

La amistad es una relación de afecto, simpatía y confianza que se establece entre personas que no son familia. De ahí se deriva que existen relaciones amistosas muy fuertes, incluso mucho más que las establecidas por las relaciones de consanguineidad. En el mundo actual se requiere de amistades, pues la amistad es un valor humano basado en la confianza y en la honestidad entre las personas. Es el amor más limpio y puro que se conoce. La amistad es un don de Dios.

Para Jesús, la amistad fue algo esencial en su breve vida en la tierra. Amó por igual a amigos y hasta enemigos. Estableció relaciones de amistad con todos, pero principalmente con tres de sus discípulos: Juan, «el discípulo amado», Santiago y Pedro, que fueron discípulos grandemente amados por él. Jesús amó con amor desbordado e ilimitado a todos los seres humanos, amó a los amigos y a quienes no lo eran hasta el punto de ofrendar su vida por salvarnos a través del sacrificio de su sangre.

El amor más grande que uno puede tener es dar su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo. Los llamo mis amigos, porque les he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho» (Juan 15:13–15).

La amistad y la honestidad
La amistad se debe apoyar en lineamientos lúcidos y transparentes para que se consolide como un hecho real y contundente sobre la base de la honestidad. La amistad sigue siendo para Jesús algo primordial en nuestras vidas. Al establecer una relación con nosotros los humanos, lo basó en la humildad y en la honestidad para que sea cercana y estrecha con él.

La honestidad es la honradez, el concepto de la virtud que consiste en decir la verdad por encima de todo, es la decencia, el recato, lo razonable y verdaderamente justo en el cotidiano transcurrir de nuestra existencia humana. Es el respeto por la otra persona hasta el punto de nunca decir lo que no sea cierto, pues la limpieza de corazón es una virtud intachable ante los ojos de Dios.

La amistad es un mensaje de Dios al hombre actual que podemos leer en su Palabra. Jesús es el mejor amigo del hombre y es el mejor ejemplo para nosotros de la amistad. La verdadera amistad se basa en la franqueza, en la honestidad, conceptos sagrados ante Dios y sobre todo, se basa en un profundo y sincero amor.

Al contrario, el amor debe hacernos decir siempre la verdad, para que en todo lo que hagamos nos parezcamos mas a Cristo, que es quien gobierna la iglesia (Efesios 4:15).

No es suficiente hablar solo la verdad, ni es suficiente hablar solo con amor. Pablo nos dice que el amor nos va a guiar a la verdad y la verdad siempre debe estar remojada en el amor. El escritor Warren Wiersbe dijo: «La verdad sin amor es crueldad, y el amor sin verdad es hipocresía».

Dios nos habla de la manera para que podamos tener y mantener una conducta honesta y amorosa como sus seguidores. Solo de esta manera podremos crecer en bendiciones. Mientras más estrecha sea nuestra relación con su Hijo Jesús y nuestra obediencia sea absoluta a él, nuestra vida será ricamente bendecida en la tierra. Basemos nuestra amistad con Jesús y con nuestros amigos en la honestidad, la limpieza y pureza de corazón. Confiemos completamente en él, depositando nuestras cargas diarias en su poder y sabiduría, porque así lo desea para cada uno de sus hijos.

¿Y tú ya tienes establecida una amistad basada en la honestidad con Jesús?

Autora: Mercedes Eleine González, 24 de octubre 2017
Fuente: Blog de la Biblia – Blog.bible

Tres versículos para los amigos del alma

Me acuerdo como si fuera ayer, mi mejor amiga y yo solíamos correr por la calle a la salida de la escuela rayando con tiza las paredes de los vecinos. ¡Cómo pasa el tiempo! Hace poco más de un año celebrábamos su boda. Dios me ha dado muy buenos amigos (no es necesario hacer aquí una lista de sus nombres, ellos saben bien quienes son, nosotros lo sabemos)… Los amigos son como una sonrisa de Dios en la vida.

¿Les has hablado a tus amigos últimamente? Hace un par de días que estaba pensando en ellos, dónde y cómo estarán. Pasa, a veces, que uno crece y se desconecta de aquellos que fueron tan importantes en su vida. Los amigos también forman parte de nuestra amistad y relación con Dios. Ellos han sido regalos de Dios para nosotros y —como todo regalo de Dios— algún día se nos pedirá cuentas de cómo los hemos tratado.

Decía el gran escritor británico C.S. Lewis «La amistad no es necesaria, como la filosofía, como el arte… No tiene valor de supervivencia; más bien es una de esas cosas que dan valor a la supervivencia». ¿Qué sería de la vida sin amigos? Ellos le dan a la vida sabor y gusto, y a través de ellos podemos descubrir a Jesucristo, porque él es más amigo que cualquier amigo.

  1. 1 Samuel 18:1-3
    Después que David terminó de hablar con Saúl, Jonatán se hizo muy amigo de David, y llegó a quererlo como a sí mismo. Saúl, por su parte, aquel mismo día lo tomó a su servicio y no lo dejó volver a casa de su padre. Y Jonatán y David se juraron eterna amistad, porque Jonatán quería a David como a sí mismo.
  2. Proverbios 18:24b
    Hay amigos más fieles que un hermano.
  3. Juan 15:12-15
    Mi mandamiento es este: Que se amen unos a otros como yo los he amado a ustedes. El amor más grande que uno puede tener es dar su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo. Los llamo mis amigos, porque les he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho.

Jesús nos llama «amigos»; y cuando esto pasa, la vida es otra… dan ganas de correr por las calles llenos de alegría como cuando éramos niños.

¿Te ha sonreído Dios a través de tus amigos? ¿Qué has aprendido en la Biblia sobre la amistad? ¿Qué significa para ti ser amigo de Jesús?

Autor: Juan Rojas Hernández, 20 de abril 2017
Fuente: Blog de la Biblia – Blog.bible

De la Biblia a la vida: las amistades

Existe una expresión de la iglesia de Cristo que refiere a lo estrictamente relacional. Cuando recorremos la revelación bíblica observamos que la experiencia de la iglesia emerge en tres dimensiones que conviven y se retroalimentan entre sí. Te invito a recorrer en una lectura profunda los capítulos 1 y 18 del libro de Hechos. Allí podrás observar estás dimensiones de las que te hablo. Podrás ver con claridad cómo la iglesia es una experiencia de alcance mundial, tiene incidencia e impacto en lo local, pero también resulta una vivencia profundamente relacional. Ese es el diseño de Dios para su pueblo.

Cristo inició la iglesia sobre la base de relaciones. Relaciones que reunieron a hombres contradictorios, opuestos entre sí, sospechosos y desconfiados. Durante tres años les abrió su mente y corazón y los llevó, prácticamente, a la aventura de la convivencia entre sí y al servicio al prójimo. Fue tiempo de clases magistrales, dinámicas con preguntas incisivas y trabajos prácticos que llevaron a sus discípulos a la comprensión de que su propuesta consistía en regalarles su amistad (Jn 15. 15). Sobre esa base Jesús los mandó a multiplicar ese modelo relacional, haciendo discípulos, consolidando su amistad entre ellos y abriéndose a nuevas amistades.

La amistad es una de las maneras más concretas, sólidas y palpables de hacer pueblo y de hacer iglesia. Hebreos 10.23-25 dice:
“Mantengamos firme y sin fluctuar la esperanza que profesamos, porque fiel es el que prometió. Tengámonos en cuenta unos a otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregarnos, como es la costumbre de algunos, sino animémonos unos a otros; y con más razón ahora que vemos que aquel día se acerca”.

La dimensión relacional de la iglesia es el escenario donde el compañerismo y la amistad deben cultivarse de manera deliberada e intencional. Este pasaje nos revela el desafío de salir del aislamiento y la indiferencia para tenernos en cuenta, estimularnos y animarnos por medio de las relaciones. Es un reto a nuestro favor abrirnos a amistades saludables donde crezca esa interacción que nos permite nutrir y ser nutridos.

Cada uno de nosotros debe aprender a cultivar y profundizar amistades que potencien nuestra amistad con Jesús, estimulándonos y desafiándonos a realizar obras de amor, creciendo en la oración y en el disfrute de nuestra relación con Dios.

Germán Ortiz
Psicólogo social. Pastor. Autor de “Vamos por más” y otras publicaciones.
Miembro fundador de LAGRAM.

 

Asamblea de socios 2020 y nueva Comisión Directiva

El pasado jueves 28 de mayo realizamos la asamblea anual de la SBA, aplazada de su fecha original por las restricciones propias del contexto de pandemia que estamos atravesando. 

La asamblea se llevo a cabo por medio de la plataforma Zoom, convirtiéndose en la primer asamblea “digital” que se realizó en la organización. Durante el encuentro el Director General, Ruben Del Ré, y el equipo directivo, presentaron un resumen de las tareas realizadas por la entidad en el 2019. Hubo un particular enfoque sobre las acciones tomadas en este contexto de Covid-19. 

Luego de aprobar la memoria y balance 2019, se procedió a la votación de la nueva Comisión Directiva 2020-2021 que quedo integrada por los siguientes miembros:

PRESIDENTE
Raúl Scialabba
VICEPRESIDENTE I
Silvia Arn de Mateo
VICEPRESIDENTE II
Eduardo Pizzi
SECRETARIO
Gustavo Grancharoff
PROSECRETARIO
Gerardo Sander
TESORERO
Jorge Ibarbalz
PROTESORERO
Jorge Núñez
VOCALES
Hugo Baravalle
Ricardo Bardot
Marcos Blanco
Alberto Ermili
Rodolfo Galloni
Juan Carlos Gervilla
Alejandro Gómez Leonardi
Andrés Neznajko
Catalina Ogdon
Rafael Pedace
Joel Isaac Stefanini

De la Biblia a la vida: las finanzas

Un tema que a muchos preocupa es el manejo de los recursos. La Biblia nos provee principios para poder gobernarnos en esta área de la vida. El primero y principal es saber que Dios es el dueño de todo y nosotros administradores de lo que el Señor nos ha dado (Sal 24.1), esto abarca todo lo que somos y tenemos, y por ello debemos saber que un día tendremos que rendir cuentas de la manera en que hemos administrado todo.

El segundo principio tiene que ver con nuestro grado de satisfacción por lo que te-nemos (Fil 4.11-12). Si vivimos, como dijo una vez un economista, creyendo que las necesidades son infinitas y los recursos limitados, siempre estaremos insatisfechos. Las necesidades no son realmente infinitas, lo que muchas veces no tiene límites son nuestros deseos. Para eso debiéramos vivir pensando en las palabras del Salmo 23: “El Señor es mi pastor, nada me falta…”. Por otra parte, es Dios el que nos da la posibilidad y capacidad de disfrutar de lo que tenemos (Ec 5.19 y 6.1-2). El libro de Proverbios tiene mucha enseñanza respecto a los bienes materiales; Proverbios 22.7 nos recuerda que los deudores terminan siendo esclavos de los acreedores. Esto está muy ligado al mal uso de las tarjetas de crédito y al endeudamiento mayor que nuestras posibilidades de pago.

Proverbios 24.3-4 nos recuerda que hacen falta tres virtudes para vivir libres de angustias y ansiedades por el dinero:
– Sabiduría y discernimiento
– Inteligencia y capacidad
– Buen juicio y criterio
Si al momento de gastar no usamos estas virtudes es posible que nada nos alcance y siempre estemos amargados y preocupados por lo que nos falta.

El tercer principio tiene que ver con el lugar que ocupa el dinero en nuestro corazón (Heb 13.5). La Biblia no condena el dinero, sino el amor al dinero. Hay muchas cosas más valiosas que las riquezas (Pr 22.1). Dios condena tanto la codicia (Ex 20.17) que es el deseo por lo que tiene mi prójimo, como la avaricia (Col 3.5) que es el deseo de tener más que mi prójimo.

Finalmente tendremos paz en toda circunstancia si aprendemos a vivir conforme a las enseñanzas de 1 Tesalonicenses 4.11-12:
– Trabajando con nuestras manos
– No dependiendo de nadie
– Siendo generosos

Que la gracia del Señor les acompañe al administrar lo que Él les ha dado.

Dr. Jorge E. Ibarbalz
Pastor de la Iglesia Cristiana Evangélica Libertador. Tesorero de Sociedad Bíblica Argentina.

Honestidad con Dios en la pandemia

Dios no está preocupado por los lamentos y da la bienvenida a los gritos

Puede ser fácil conectarse con Dios y pasar tiempo leyendo la Biblia cuando nos sentimos en paz y felices con todo en nuestras vidas. Pero, ¿qué hacemos cuando el dolor y la pérdida nos golpean, cuando nuestras vidas y nuestros corazones son un caos? En esos momentos puede ser especialmente difícil conectarse con Dios, ya que surgen preguntas desde lo más profundo de nosotros: «¿Cómo podría Dios permitir esto?» «¿Dios causó esto?» «¿Puedo confiar en Dios?» «¿A Dios le importa?» Podríamos seguir con los movimientos de nuestras vidas espirituales, leer nuestra Biblia obedientemente y fingir que todo está bien, pero nunca reconocer la ira y el dolor dentro de nosotros. O podríamos sentir tanto dolor que nos alejamos de Dios, enfurecidos y nunca miramos hacia atrás.

¿Dónde podemos ir?

Lo sorprendente es que la Biblia en realidad nos llama precisamente durante estos tiempos, rogándonos que hablemos con Dios sobre todo lo que sentimos, en lugar de escondernos o fingir que todo está bien. ¿Cómo se refleja esto en la Escritura? Nos da un ejemplo tras otro de personas que se conectan con Dios no solo durante los días alegres sino también durante los días de nubes negras, viento aullante y lluvia torrencial. La gente derrama su ira, desilusión, confusión y sentimientos de traición. Vemos a Ana llorando amargamente ante Dios (1 Samuel 1:1–11), Jeremías acusando a Dios de engañarlo (Jeremías 20:7), y Jonás arrojando su ira (Jonás 4:1–4). Incluso vemos al mismo Jesús, sintiéndose aplastado casi hasta la muerte por la tristeza, rogándole a Dios que le quite su sufrimiento (Mateo 26:37–38).

El libro de los Salmos está lleno de oraciones increíblemente honestas y sin límites llamadas lamentos. En los lamentos, las personas expresan sus quejas a Dios, expresando honestamente su dolor, dudas y temores. Al mismo tiempo, le suplican a Dios que actúe en su nombre, porque parte de ellos todavía confía en Dios. De hecho, gran parte de su sufrimiento proviene de la tensión entre el hecho de que Dios supuestamente los ama, pero ha permitido su sufrimiento. En lugar de ocultar lo que sienten, dicen la dolorosa verdad, llevando su confusión al mismo Dios que están luchando por entender y confiar. Dar voz al dolor es en realidad un signo de fe, de una relación sólida y saludable. Abre una puerta para la comunicación real, la intimidad y la reconciliación.

Lamentos

Casi la mitad de los salmos se consideran lamentos (67 de 150). Tómate un tiempo para leer algunos de estos lamentos, tal vez los Salmos 13 y 88. Mientras lees, ¿puedes escuchar las quejas? ¿Las acusaciones? ¿Las solicitudes? ¿Alguna vez has hablado con Dios así? ¿Hay cosas en estos salmos que nunca te atreverías a decirle a Dios? ¿Hay cosas en tu corazón que nunca te atreverías a decirle a Dios?

A medida que exploras los lamentos, es útil saber que los lamentos a menudo contienen algunos o todos estos elementos:

  • Se dirige directamente a Dios, como «Oh Dios» o «Oh Señor»
  • Revisión de la fidelidad de Dios en el pasado (véase Salmos 44:1–3)
  • Queja (véase Salmos 44:9–19, 22)
  • Confesión de pecado o reclamo de inocencia (véase Salmos 44:20–21)
  • Solicitud de ayuda (véase Salmos 44:24, 27)
  • La respuesta de Dios, que a menudo no se declara (véase Salmos 28:6)
  • Voto de alabanza o declaración de confianza en Dios (véase Salmos 44:4–8)

No todos los lamentos incluyen todos estos elementos, ni en este orden. Sin embargo, una parte siempre está presente: la queja. Si no hay queja, no es un lamento. ¿Quejándose a Dios? Esto puede ser difícil para aquellos de nosotros que «nunca nos quejaríamos ante Dios», o si estamos dispuestos a arriesgarnos a una queja, tenemos que seguirla rápidamente con algo positivo. Véase el Salmo 88 para obtener nuestro permiso oficial para no concluir cada oración con una alabanza alegre. Y recuerda que al igual que en nuestras relaciones humanas, nuestra relación con Dios solo será tan profunda como nuestra voluntad de ser real.

Ponlo a prueba

Escribir un lamento puede ser una buena manera de comenzar a fomentar una intimidad más profunda con Dios. Comienza por pensar en algo doloroso en tu vida, algo que desearías que fuera diferente. Luego comienza a escribir como si estuvieras hablando directamente con Dios, utilizando algunos o todos los pasos enumerados anteriormente. Puedes mezclar el orden y usar tantos o pocos como desees. Recuerda que la queja es el único elemento esencial.

No te desanimes si este ejercicio te resulta difícil. Todos hemos tenido experiencias cuando le contamos a alguien cómo nos sentimos y no respondieron bien. Es posible que se hayan vuelto enojados, defensivos y despectivos; pueden habernos abandonado por completo. Esas experiencias nos hacen desesperadamente difícil ser honestos con Dios, porque esperamos (incluso a nivel subconsciente) que Dios responda de la misma manera. Ten valor: Dios puede manejar tus emociones fuertes. De hecho, Dios quiere manejarlos.

Busca sanidad

Cuando corremos el riesgo de derramar las profundidades de nuestro corazón a Dios, sin retener nada, Dios nos encontrará y comenzará a sanarnos. Después de todo, es en el desastre que realmente encontraremos a Dios, y que Dios nos encontrará a cambio.

Autora: Dana Ergenbright, 19 de mayo 2020.

Fuente: American Bible Society – www.americanbible.org

 
 

5 mentiras acerca del trabajo

Por Kevin Halloran, para Coalición por el Evangelio

Mi primer trabajo fue en un puesto de comida de una piscina pública. Tenía 15 años, y desde entonces hasta acá me ha encantado trabajar. He trabajado entregando cartas para el correo, recogiendo basura para mi universidad, haciendo marketing para una empresa, y ahora como misionero entrenando pastores en la predicación expositiva.

Aunque tengo padres cristianos muy buenos quienes me enseñaron el valor de trabajar duro, no siempre veía la relación entre el trabajo y ser un seguidor de Cristo. En mi mente, conocía algunas de las verdades sobre cómo mi fe informaba mi manera de trabajar, pero estas verdades no llegaban a mi corazón.

Varias veces he aprendido, de manera difícil, cómo Dios quiere que trabajemos como cristianos. Por Su gracia, Dios me ha revelado varias mentiras sobre el trabajo que han infiltrado mi vida. Oro que estas lecciones te den una visión más grande de Dios y de Su propósito para el trabajo.

Mentira 1: El trabajo no es parte del plan perfecto de Dios

Por mucho tiempo creía que el trabajo era uno de los resultados del pecado y no parte del plan original ni del buen diseño de Dios. Esta mentira probablemente entró a mi cerebro cuando era niño, observando a la gente en los programas de televisión quejarse de su trabajo y oyendo los gemidos de mis compañeros en la escuela que no querían hacer sus tareas. “En un mundo perfecto”, pensaba yo, “nadie tendría que trabajar, y yo podría hacer lo que quiera todo el día”, sin darme cuenta de que la mayoría de las cosas que quería hacer (jugar videojuegos, comer comida chatarra, y ver deportes) es imposible sin el trabajo de otras personas.

Las Escrituras nos muestran una realidad diferente, una que dice que el trabajo es una parte integral del plan de Dios para el mundo. Hemos sido creados a la imagen del Dios que trabajó en la creación. Él nos dio su ejemplo trabajando en la creación para que podamos seguirle y reflejarle en nuestro trabajo. Esta es la razón por la que Dios dio a Adán el “mandato cultural” de sojuzgar la tierra y tener dominio sobre cada cosa viviente (Gn. 1:28).

El mandato de trabajar vino antes de la Caída. El pecado pervirtió el buen diseño de Dios, resultando en que el trabajo fuera difícil y doloroso (Gn. 3:17-19). Sin embargo, aunque el pecado haya cambiado muchos aspectos del trabajo para nosotros hoy, no cambió el propósito de Dios.

Mentira 2: Mi trabajo se trata de mí

Creí esta mentira por mucho tiempo. En mi corazón y mi mente, el que se beneficiaba más de mi trabajo era yo. Quería el dinero, la oportunidad, y el estatus que viene con mi trabajo. Cuando algo en el trabajo impedía mi habilidad de alcanzar lo que yo quería, me frustraba y causaba que mi actitud y motivación sufrieran.

Las Escrituras dicen que nuestro trabajo debe ser como “para el Señor” (Co. 3:23). Esto significa que Él es nuestro Jefe principal y tendremos que rendirle cuentas sobre nuestro trabajo. Dios creó el trabajo para bendecir a otros. Esto es tan cierto para el cocinero, como lo es para el conductor, el vendedor, el maestro, y el banquero, entre otros. Este nuevo enfoque hacia otros nos ayuda a obedecer los dos grandes mandamientos: amar a Dios y a nuestros prójimos.

Mentira 3: El único trabajo que Dios aprecia es el ministerio a tiempo completo.

Por mucho tiempo luchaba con mi llamado porque creía que no podía servir a Dios y tener un trabajo “normal” al mismo tiempo. Es cierto que un trabajo ministerial, como pastor o misionero, es uno que de manera más directa parece avanzar el reino de Dios, pero no significa que un trabajo no ministerial a tiempo completo no le sirva también a Dios. Si haces tu trabajo para el Señor, Él te puede usar.

Piensa en José, quien honró a Dios como pastor de ovejas, prisionero, oficial en la casa de Potifar, y eventualmente el hombre a la mano derecha del faraón. Daniel trabajo similarmente en el gobierno de Babilonia, permaneciendo fiel contra las presiones culturales y malas, y resistiendo hasta leyes y reyes que deseaban quitarle su vida. Abdías también trabajo como oficial del rey, protegiendo y alimentando a los profetas de Dios quienes estaban siendo perseguidos por la reina (1 Re. 18:3-4).

En pocas palabras: somos siervos de Dios no importe dónde trabajemos.

Mentira 4: El reposo es opcional.

Un verano durante mis estudios en el seminario, mi jefe me ofreció una gran oportunidad: “Kevin, este verano, puedes trabajar todas las horas que quieras, incluso sean horas extra, y te pago más”. ¿Horas extra y me pagará más? Decidí aprovechar esta oportunidad.

Después de unas semanas en las que trabajé más de 55 horas (sin mencionar mis responsabilidades en la iglesia), me di cuenta que empecé a odiar mi trabajo, mis responsabilidades en la iglesia, y hasta pasar tiempo con mis amigos. Tanto trabajo me desanimó física y espiritualmente. ¡Necesitaba un descanso!

A mi plan le faltaba una parte integral del plan de Dios para el trabajo: el reposo. Nuestro reposo imita al reposo que Dios tuvo después de crear al mundo (Éx. 20:8-11) y en las palabras de Timothy Keller, es “una celebración de nuestro diseño”. El reposo verdadero enfoca nuestros corazones en el Creador y nos rejuvenece para poder trabajar más.

El reposo tiene muchas dimensiones. Existe más que solo el reposo físico. El reposo espiritual se encuentra en Cristo cuando ponemos nuestra fe en Él. En Cristo reposamos del deseo de ganar la aprobación de Dios con nuestras obras (Mt. 11:28-30He. 4:3). Necesitamos los efectos rejuvenecedores del reposo espiritual en comunión con Dios a través de la oración y de las Escrituras, del tiempo a solas con Él, y en comunión con otros creyentes.

Mentira 5: Mi trabajo me da mi identidad.

Es cierto que nuestro trabajo nos da parte de nuestra identidad terrenal. Pero si encuentro mi identidad y valor en mi trabajo, ellas dependerán de lo que hago. Y cuando haga bien, rápidamente mi trabajo se convertirá en un ídolo. Y cuando me vaya mal, tendré dudas si lo que estoy haciendo es lo que Dios realmente quiere.

Hay varias verdades que contradicen esta mentira sobre el trabajo. Somos pecadores perdonados, comprados por la sangre de Cristo y somos hijos de Dios. Por esta razón Jesús murió, para “redimirnos de toda iniquidad y purificar para si un pueblo para posesión suya” (Ti. 2:14). Si crees en Cristo, tu identidad no está en tu trabajo sino en Cristo. Este aspecto fundamental de tu identidad debe tocar las profundidades de tu ser hoy y 100,000 años en el futuro.

Trabajando en el poder del evangelio

La muerte y resurrección de Cristo otorga a cada creyente una nueva identidad y un nuevo poder en el Espíritu Santo para hacer su trabajo. En vez de separar nuestro trabajo de la adoración y la alabanza, debemos juntarlos para la gloria de nuestro Rey. En vez de enfocarnos en las frustraciones de trabajar en un mundo caído, el evangelio nos recuerda que gracias a la obra de Cristo en la cruz no siempre será así. Y en lugar de luchar para encontrar nuestro valor propio, podemos descansar en la verdad de que en Cristo, ya tenemos valor infinito en los ojos de nuestro Padre.