La centralidad de la Biblia – Siete propuestas
LA BIBLIA, “PALABRA EXTERNA” E INALTERABLE
Lectura bíblica: Hebreos 4:12-13
Tal vez han leído esa famosa frase de Lutero, un buen alemán: “Y mientras yo dormía o bebía la cerveza de Wittenberg junto a mis amigos Philip y Amsdorf, la Palabra debilitaba al papado de forma tan grandiosa que ningún príncipe o emperador consiguió causarles tantas derrotas. Yo nada hice: la Palabra lo hizo todo.”
Uno de los grandes redescubrimientos de la Reforma – en especial de Martín Lutero – fue que la Palabra de Dios llega a nosotros en forma de Libro. En otras palabras, Lutero comprendió este hecho poderoso: Dios preserva su mensaje para el hombre de generación en generación por medio de un Libro, no por medio de un obispo en Roma o la experiencia, el sueño o la revelación de algún nuevo profeta.
Lutero llama a la Biblia la ‘Palabra externa’, para enfatizar que se trata de algo objetivo, fijo, que está fuera de nosotros y, por lo tanto, que no cambia. Lo importante no es tanto lo que Dios “me dice” sino lo que Dios “dice”. Ninguna jerarquía eclesiástica ni ningún profeta iluminado puede reemplazarla o amoldarla. Hay que tomarla o dejarla. Es un libro con letras que están fijadas, con palabras y oraciones.
Este es un elemento sumamente conservador, que debería hacernos pensar. La iglesia encuentra su mensaje en un Libro que fue fijado hace muchos años, y no cambia ni una coma. Y el desafío es transmitir esas verdades fijas, que no cambian, a todas las naciones y culturas, y en todos los tiempos.
Alguien podría argumentar: “Bueno, pero nuestro mensaje es Cristo, no un Libro”. Y eso es verdad. Pero es solamente cuando leemos, estudiamos, meditamos y predicamos este Libro, que podemos tener una visión clara de Jesucristo.
Como escribió John Stott hace varios años: “Hay una sola manera de obtener conceptos claros, verdaderos, elevados de Cristo, y es mediante la Biblia. La Biblia es el prisma que descompone la luz de Jesucristo en sus muchos y hermosos colores. La Biblia es el retrato de Jesucristo”.
Fueron pensamientos como estos los que nos llevaron a proponer tres énfasis principales para este congreso, o, mejor dicho, un solo énfasis en la secuencia lógica de tres proposiciones:
- Reafirmar la centralidad de las Escrituras en la vida y la misión de la iglesia
- Reafirmar la centralidad de Cristo en las Escrituras
- Reafirmar la verdad de que “si Cristo es el centro de las Escrituras, cuando la Biblia está en el centro, Cristo está en el centro.”
Todo lo que hemos escuchado ha ido, de una u otra manera, en esta triple dirección. Por eso, al cerrar este encuentro, en el marco de los 500 años de la Reforma, queremos dejar algunas propuestas y desafíos hacia adelante. No pretenden ser propuestas institucionales y mucho menos personales, sino que surgen del diálogo con pastores, líderes, presidentes denominacionales, creyentes de años, jóvenes universitarios, etc., como así también de los trabajos de investigación que se han presentado:
- Apartar un tiempo en todos nuestros cultos para la lectura pública de las Escrituras.
Mientras llego, dedícate a leer en público las Escrituras, a animar a los hermanos y a instruirlos (1 Tim. 4:13 DHH).
El joven pastor Timoteo tenía que lidiar con muchos temas en la iglesia de Éfeso, insertada en un verdadero centro de idolatría y opresión espiritual. Sin lugar a dudas, tendría muchísimo trabajo para hacer hacia adentro de la iglesia también, ya que se había infiltrado la falsa enseñanza. Pero Pablo le hace un encargo muy preciso a Timoteo: Mientras llego, dedícate a leer en público las Escrituras, a animar a los hermanos y a instruirlos (1 Tim. 4:13).
Enfrentamos el desafío de reinstalar la lectura pública de las Escrituras en nuestros cultos y en todos nuestros encuentros. Tal vez sea necesario cantar una canción menos o repetirla menos veces, entendiendo que la lectura pública de la Biblia es un componente central de la adoración del pueblo de Dios.
Leer no es difícil: puede hacerlo hasta un niño de primer grado. Pero la lectura de las Escrituras en público debe ser mucho más que una simple lectura de corrido. La lectura pública de la Biblia es la transmisión pública de la voz de Dios, la misma voz que creó el mundo, la que “desgaja las encinas, y desnuda los bosques” (Sal. 29:9), la voz que calma la tempestad y la voz que levanta a los muertos.
¿Podemos asumir el compromiso de hacer de la lectura pública de las Escrituras, un momento imprescindible, intenso y solemne para niños, jóvenes y adultos en todos nuestros cultos?
- Promover la predicación expositiva de la Biblia: ¿qué dice el texto?
El apóstol escribe sus últimas líneas desde la cárcel, listo para ser sacrificado. “Te encarezco (solemnemente) delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra” (2 Tim. 4:1-2).
En estos días hemos tenido varios talleres y plenarias que nos explicaron mejor qué significa “predicar la palabra”. Los que predicamos necesitamos confiar más en el poder del Espíritu Santo y menos en nuestras propias capacidades. Proponemos regresar a la predicación expositiva de la Biblia, pero no tanto como método homilético (aunque es muy bueno), sino como la sencilla práctica de comenzar con la pregunta: “¿Qué dice el texto?”
“La exposición de tus palabras alumbra; hace entender a los simples” (Sal. 119:130).
A veces hemos creado un conflicto entre hacer énfasis en la Palabra o hacer énfasis en el Espíritu. Pero ese conflicto no debe existir porque son inseparables. “La Palabra de Dios es la espada del Espíritu”.
El gran R. A. Torrey, compañero de Moody, escribía hace más de 100 años: “La obra de Dios es llevada a cabo por la Palabra y por el Espíritu, o, mejor dicho, por el Espíritu por medio de la Palabra. El secreto de la vida efectiva es conocer el poder del Espíritu por medio de la Palabra. El secreto del servicio efectivo es usar la Palabra en el poder del Espíritu.”
- Fomentar la memorización bíblica.
El conocido autor Dallas Willard escribió: “Si yo tuviera que elegir entre todas las disciplinas de la vida espiritual, escogería a la memorización de la Biblia, porque es un camino fundamental para llenar nuestra mente con lo que ella necesita. ‘Este libro de la ley nunca se apartará de tu boca’. ¡Es aquí donde usted la necesita! ¿Cómo podrá ponerla en su boca? Por medio de la memorización”.
- La memorización de las Escrituras ayudará a nuestros niños a ser transformados a imagen de Cristo. Es cuando miramos a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, que somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor. El proceso de santificación es un proceso de contemplación del Señor. Y miramos a Cristo a través de la Palabra. La memorización de la Biblia nos permite mirar a Jesús más fijamente y verle de una manera más clara.
- La memorización de las Escrituras ayudará a nuestros adolescentes a obtener victoria diaria sobre el pecado. “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra… En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Salmo 119:9 y 11).
- La memorización de las Escrituras ayudará a nuestros jóvenes a obtener victoria sobre Satanás, imitando a su Señor, que venció al enemigo con el “Escrito está”. “Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno” (1 Jn. 2:14).
- La memorización de la Biblia ayudará a los padres a ser personas a quienes Dios contesta las oraciones: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7).
- La memorización de las Escrituras nos dará poder para comunicar el evangelio, porque es “la ley de Jehová”, que es perfecta, la que “convierte el alma” (Sal. 19:7).
- La memorización de las Escrituras permitirá a nuestros mayores, aún en su lecho de dolor, recordar que “Dios es nuestros amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Sal. 46:1).
- Ayudar a las nuevas generaciones a desarrollar una cosmovisión bíblica.
A no conformarse con meros slogans evangélicos, sino ayudarlos a enfrentar los desafíos de un mundo secularizado y de un sistema educativo que abrazó el naturalismo ateo.
Abraham Kuyper, teólogo y primer ministro de Holanda de principios del siglo XX, dijo esta conocida frase: “No hay un centímetro cuadrado en todo el dominio de nuestra existencia humana sobre el cual Cristo, como soberano sobre todo, no clame ‘¡mío!’”.
¿Podemos asumir el compromiso de ayudar a las nuevas generaciones a entender el mundo y el rol de ellos desde la poderosa Palabra de Dios? ¿Podremos ayudarles a construir puentes entre el sermón del domingo, la oficina del lunes y la universidad del martes? ¿Les daremos las herramientas para cerrar la brecha entre lo sagrado y lo secular?
¿Podremos acompañarles en el arduo proceso de ir más allá del uso devocional y eclesial de la Biblia para pensarla y vivirla en relación con las leyes, la bioética, la economía, la política, las artes, la educación y las problemáticas sociales, constituyéndose en la base de una nueva cultura alternativa?
- Revitalizar la enseñanza de toda la Escritura en nuestras iglesias.
En los últimos años ha habido un descenso notable en las actividades de enseñanza bíblica en muchas congregaciones. Programas como la “escuela bíblica dominical” han sido discontinuados, pero, lamentablemente en muchos casos, no reemplazados por nuevas propuestas de enseñanza bíblica. En lo que se refiere al programa para niños, a veces hemos puesto demasiado esfuerzo en el entretenimiento (que “no molesten durante el culto”), o en el simple conocimiento intelectual de historias. Otras veces hemos caído en aplicaciones moralizantes de las Escrituras, olvidando que el centro de la Biblia es Dios, no nosotros. La alimentación de los panes y los peces no habla acerca de compartir mi merienda, sino de la capacidad del santo Hijo de Dios de satisfacer todas las necesidades del hombre.
¿Podemos asumir el compromiso de desarrollar programas de enseñanza bíblica para todas las edades? ¿Podemos soñar con familias enteras yendo con gozo a la casa de Dios a aprender sus leyes y testimonios?
- Incentivar la lectura diaria de las Escrituras en el seno del hogar.
Los puritanos consideraban que el culto familiar era tan fundamental que excluían de comunión a un hombre si no conducía a su familia a la adoración. Ellos pensaban que el culto familiar era la columna vertebral de la sociedad.
Esta bendita tradición no la hemos enseñado lo suficiente. Tal vez no ha sido la experiencia en nuestros propios hogares. Pero el Señor siempre nos da la oportunidad de comenzar.
Claro que uno podría decir: “Pero estamos en el siglo XXI, no en el XVII, el tiempo de los puritanos”. Es verdad. Los horarios y el ritmo de la vida actual atentan contra estas prácticas, pero podemos encontrar maneras de hacerlo. Y esto es particularmente importante para los nuevos creyentes. Debemos enseñarlo, debemos predicarlo. Podemos imaginar a una madre sola, de aquellas que tanto vemos en nuestras iglesias, luchándola con la vida y su pequeño hijo. ¿Podremos enseñarle a que, cuando llega de ganar el pan, antes de comer los fideos pueda abrir la Biblia y leérsela a su hijo? Surgirán preguntas del niño o del adolescente. Y ella podrá responder: “Mamá no sabe, hijo. Dios es más grande de lo que podemos abarcar. Pero vamos a pedirle al Espíritu Santo que nos enseñe. Y vamos a preguntarle al pastor el domingo.”
Si la Biblia preside la mesa familiar, la iglesia local lo va a notar. Se creará una atmósfera de adoración, de confesión, un clima de comunión, un nivel de conversación y de diálogo que revolucionará a las familias y será un testimonio para los que no conocen al Señor.
- Manifestar el poder de esa Palabra en la vida pública, sirviendo cada área de nuestras vidas, venciendo el pecado y amando al prójimo de manera práctica y sacrificial.
Hemos querido plantear estos desafíos concretos, en especial los primeros seis, que tienen que ver con el uso de las Escrituras y no tanto con la aplicación de sus enseñanzas. Son desafíos para la iglesia de Cristo en Argentina. Pero como Sociedad Bíblica Argentina, entidad sirviente de las iglesias de Argentina, queremos asumir el compromiso público de ayudar a las iglesias locales en cada uno de estos desafíos, a través de materiales, programas, conferencias, propuestas y eventos. ¡La Biblia en el centro, Cristo en el centro!
Cerramos con palabras del reformador, Martín Lutero: “El mundo arremeterá contra ella, pero en vano. Pues donde están las Escrituras, allí está Dios: ella es suya, es su señal, y si la aceptas, has aceptado a Dios. ¿Qué te parece ese vecino que se llama ‘Dios’? Con Él a tu lado, ¿qué te puede hacer la muerte o el mundo? Es verdad, las Escrituras son tinta, papel y letras. Pero allí hay Uno que dice que estas Escrituras son suyas, y ese Uno es Dios”.
Por eso también pudo escribir las estrofas que cantamos:
Y si demonios mil están prontos a devorarnos,
no temeremos porque Dios sabrá cómo ampararnos.
¡Que muestre su vigor Satán y su furor!
Dañarnos no podrá, pues condenado es ya
por la Palabra santa.
Esa Palabra del Señor, que el mundo no apetece,
por el Espíritu de Dios muy firme permanece.
Nos pueden despojar de bienes, nombre, hogar,
y el cuerpo destruir, mas siempre ha de existir
de Dios el reino eterno.