Cosmovisión Bíblica

La centralidad de la Biblia – Siete propuestas

LA BIBLIA, “PALABRA EXTERNA” E INALTERABLE

Lectura bíblica: Hebreos 4:12-13

Tal vez han leído esa famosa frase de Lutero, un buen alemán: “Y mientras yo dormía o bebía la cerveza de Wittenberg junto a mis amigos Philip y Amsdorf, la Palabra debilitaba al papado de forma tan grandiosa que ningún príncipe o emperador consiguió causarles tantas derrotas. Yo nada hice: la Palabra lo hizo todo.”

Uno de los grandes redescubrimientos de la Reforma – en especial de Martín Lutero – fue que la Palabra de Dios llega a nosotros en forma de Libro. En otras palabras, Lutero comprendió este hecho poderoso: Dios preserva su mensaje para el hombre de generación en generación por medio de un Libro, no por medio de un obispo en Roma o la experiencia, el sueño o la revelación de algún nuevo profeta.

Lutero llama a la Biblia la ‘Palabra externa’, para enfatizar que se trata de algo objetivo, fijo, que está fuera de nosotros y, por lo tanto, que no cambia. Lo importante no es tanto lo que Dios “me dice” sino lo que Dios “dice”. Ninguna jerarquía eclesiástica ni ningún profeta iluminado puede reemplazarla o amoldarla. Hay que tomarla o dejarla. Es un libro con letras que están fijadas, con palabras y oraciones.

Este es un elemento sumamente conservador, que debería hacernos pensar. La iglesia encuentra su mensaje en un Libro que fue fijado hace muchos años, y no cambia ni una coma. Y el desafío es transmitir esas verdades fijas, que no cambian, a todas las naciones y culturas, y en todos los tiempos.

Alguien podría argumentar: “Bueno, pero nuestro mensaje es Cristo, no un Libro”. Y eso es verdad. Pero es solamente cuando leemos, estudiamos, meditamos y predicamos este Libro, que podemos tener una visión clara de Jesucristo.

Como escribió John Stott hace varios años: “Hay una sola manera de obtener conceptos claros, verdaderos, elevados de Cristo, y es mediante la Biblia. La Biblia es el prisma que descompone la luz de Jesucristo en sus muchos y hermosos colores. La Biblia es el retrato de Jesucristo”.

Fueron pensamientos como estos los que nos llevaron a proponer tres énfasis principales para este congreso, o, mejor dicho, un solo énfasis en la secuencia lógica de tres proposiciones:

  • Reafirmar la centralidad de las Escrituras en la vida y la misión de la iglesia
  • Reafirmar la centralidad de Cristo en las Escrituras
  • Reafirmar la verdad de que “si Cristo es el centro de las Escrituras, cuando la Biblia está en el centro, Cristo está en el centro.”

Todo lo que hemos escuchado ha ido, de una u otra manera, en esta triple dirección. Por eso, al cerrar este encuentro, en el marco de los 500 años de la Reforma, queremos dejar algunas propuestas y desafíos hacia adelante. No pretenden ser propuestas institucionales y mucho menos personales, sino que surgen del diálogo con pastores, líderes, presidentes denominacionales, creyentes de años, jóvenes universitarios, etc., como así también de los trabajos de investigación que se han presentado:

 

  1. Apartar un tiempo en todos nuestros cultos para la lectura pública de las Escrituras.

Mientras llego, dedícate a leer en público las Escrituras, a animar a los hermanos y a instruirlos (1 Tim. 4:13 DHH).

El joven pastor Timoteo tenía que lidiar con muchos temas en la iglesia de Éfeso, insertada en un verdadero centro de idolatría y opresión espiritual. Sin lugar a dudas, tendría muchísimo trabajo para hacer hacia adentro de la iglesia también, ya que se había infiltrado la falsa enseñanza. Pero Pablo le hace un encargo muy preciso a Timoteo: Mientras llego, dedícate a leer en público las Escrituras, a animar a los hermanos y a instruirlos (1 Tim. 4:13).

Enfrentamos el desafío de reinstalar la lectura pública de las Escrituras en nuestros cultos y en todos nuestros encuentros. Tal vez sea necesario cantar una canción menos o repetirla menos veces, entendiendo que la lectura pública de la Biblia es un componente central de la adoración del pueblo de Dios.

Leer no es difícil: puede hacerlo hasta un niño de primer grado. Pero la lectura de las Escrituras en público debe ser mucho más que una simple lectura de corrido. La lectura pública de la Biblia es la transmisión pública de la voz de Dios, la misma voz que creó el mundo, la que “desgaja las encinas, y desnuda los bosques” (Sal. 29:9), la voz que calma la tempestad y la voz que levanta a los muertos.

¿Podemos asumir el compromiso de hacer de la lectura pública de las Escrituras, un momento imprescindible, intenso y solemne para niños, jóvenes y adultos en todos nuestros cultos?

 

  1. Promover la predicación expositiva de la Biblia: ¿qué dice el texto?

Biblia en altoEl apóstol escribe sus últimas líneas desde la cárcel, listo para ser sacrificado. “Te encarezco (solemnemente) delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra” (2 Tim. 4:1-2).

En estos días hemos tenido varios talleres y plenarias que nos explicaron mejor qué significa “predicar la palabra”. Los que predicamos necesitamos confiar más en el poder del Espíritu Santo y menos en nuestras propias capacidades. Proponemos regresar a la predicación expositiva de la Biblia, pero no tanto como método homilético (aunque es muy bueno), sino como la sencilla práctica de comenzar con la pregunta: “¿Qué dice el texto?”

“La exposición de tus palabras alumbra; hace entender a los simples” (Sal. 119:130).

A veces hemos creado un conflicto entre hacer énfasis en la Palabra o hacer énfasis en el Espíritu. Pero ese conflicto no debe existir porque son inseparables. “La Palabra de Dios es la espada del Espíritu”.

El gran R. A. Torrey, compañero de Moody, escribía hace más de 100 años: “La obra de Dios es llevada a cabo por la Palabra y por el Espíritu, o, mejor dicho, por el Espíritu por medio de la Palabra. El secreto de la vida efectiva es conocer el poder del Espíritu por medio de la Palabra. El secreto del servicio efectivo es usar la Palabra en el poder del Espíritu.”

 

  1. Fomentar la memorización bíblica.

El conocido autor Dallas Willard escribió: “Si yo tuviera que elegir entre todas las disciplinas de la vida espiritual, escogería a la memorización de la Biblia, porque es un camino fundamental para llenar nuestra mente con lo que ella necesita. ‘Este libro de la ley nunca se apartará de tu boca’. ¡Es aquí donde usted la necesita! ¿Cómo podrá ponerla en su boca? Por medio de la memorización”.

  • La memorización de las Escrituras ayudará a nuestros niños a ser transformados a imagen de Cristo. Es cuando miramos a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, que somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor. El proceso de santificación es un proceso de contemplación del Señor. Y miramos a Cristo a través de la Palabra. La memorización de la Biblia nos permite mirar a Jesús más fijamente y verle de una manera más clara.
  • La memorización de las Escrituras ayudará a nuestros adolescentes a obtener victoria diaria sobre el pecado. “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra… En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Salmo 119:9 y 11).
  • La memorización de las Escrituras ayudará a nuestros jóvenes a obtener victoria sobre Satanás, imitando a su Señor, que venció al enemigo con el “Escrito está”. “Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno” (1 Jn. 2:14).
  • La memorización de la Biblia ayudará a los padres a ser personas a quienes Dios contesta las oraciones: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7).
  • La memorización de las Escrituras nos dará poder para comunicar el evangelio, porque es “la ley de Jehová”, que es perfecta, la que “convierte el alma” (Sal. 19:7).
  • La memorización de las Escrituras permitirá a nuestros mayores, aún en su lecho de dolor, recordar que “Dios es nuestros amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Sal. 46:1).

 

  1. Ayudar a las nuevas generaciones a desarrollar una cosmovisión bíblica.

A no conformarse con meros slogans evangélicos, sino ayudarlos a enfrentar los desafíos de un mundo secularizado y de un sistema educativo que abrazó el naturalismo ateo.

Abraham Kuyper, teólogo y primer ministro de Holanda de principios del siglo XX, dijo esta conocida frase: “No hay un centímetro cuadrado en todo el dominio de nuestra existencia humana sobre el cual Cristo, como soberano sobre todo, no clame ‘¡mío!’”.

¿Podemos asumir el compromiso de ayudar a las nuevas generaciones a entender el mundo y el rol de ellos desde la poderosa Palabra de Dios? ¿Podremos ayudarles a construir puentes entre el sermón del domingo, la oficina del lunes y la universidad del martes? ¿Les daremos las herramientas para cerrar la brecha entre lo sagrado y lo secular?

¿Podremos acompañarles en el arduo proceso de ir más allá del uso devocional y eclesial de la Biblia para pensarla y vivirla en relación con las leyes, la bioética, la economía, la política, las artes, la educación y las problemáticas sociales, constituyéndose en la base de una nueva cultura alternativa?

 

  1. Revitalizar la enseñanza de toda la Escritura en nuestras iglesias.

En los últimos años ha habido un descenso notable en las actividades de enseñanza bíblica en muchas congregaciones. Programas como la “escuela bíblica dominical” han sido discontinuados, pero, lamentablemente en muchos casos, no reemplazados por nuevas propuestas de enseñanza bíblica. En lo que se refiere al programa para niños, a veces hemos puesto demasiado esfuerzo en el entretenimiento (que “no molesten durante el culto”), o en el simple conocimiento intelectual de historias. Otras veces hemos caído en aplicaciones moralizantes de las Escrituras, olvidando que el centro de la Biblia es Dios, no nosotros. La alimentación de los panes y los peces no habla acerca de compartir mi merienda, sino de la capacidad del santo Hijo de Dios de satisfacer todas las necesidades del hombre.

¿Podemos asumir el compromiso de desarrollar programas de enseñanza bíblica para todas las edades? ¿Podemos soñar con familias enteras yendo con gozo a la casa de Dios a aprender sus leyes y testimonios?

 

  1. Incentivar la lectura diaria de las Escrituras en el seno del hogar.

Los puritanos consideraban que el culto familiar era tan fundamental que excluían de comunión a un hombre si no conducía a su familia a la adoración. Ellos pensaban que el culto familiar era la columna vertebral de la sociedad.

Congreso de la Biblia 2017Esta bendita tradición no la hemos enseñado lo suficiente. Tal vez no ha sido la experiencia en nuestros propios hogares. Pero el Señor siempre nos da la oportunidad de comenzar.

Claro que uno podría decir: “Pero estamos en el siglo XXI, no en el XVII, el tiempo de los puritanos”. Es verdad. Los horarios y el ritmo de la vida actual atentan contra estas prácticas, pero podemos encontrar maneras de hacerlo. Y esto es particularmente importante para los nuevos creyentes. Debemos enseñarlo, debemos predicarlo. Podemos imaginar a una madre sola, de aquellas que tanto vemos en nuestras iglesias, luchándola con la vida y su pequeño hijo. ¿Podremos enseñarle a que, cuando llega de ganar el pan, antes de comer los fideos pueda abrir la Biblia y leérsela a su hijo? Surgirán preguntas del niño o del adolescente. Y ella podrá responder: “Mamá no sabe, hijo. Dios es más grande de lo que podemos abarcar. Pero vamos a pedirle al Espíritu Santo que nos enseñe. Y vamos a preguntarle al pastor el domingo.”

Si la Biblia preside la mesa familiar, la iglesia local lo va a notar. Se creará una atmósfera de adoración, de confesión, un clima de comunión, un nivel de conversación y de diálogo que revolucionará a las familias y será un testimonio para los que no conocen al Señor.

 

  1. Manifestar el poder de esa Palabra en la vida pública, sirviendo cada área de nuestras vidas, venciendo el pecado y amando al prójimo de manera práctica y sacrificial.

Hemos querido plantear estos desafíos concretos, en especial los primeros seis, que tienen que ver con el uso de las Escrituras y no tanto con la aplicación de sus enseñanzas. Son desafíos para la iglesia de Cristo en Argentina. Pero como Sociedad Bíblica Argentina, entidad sirviente de las iglesias de Argentina, queremos asumir el compromiso público de ayudar a las iglesias locales en cada uno de estos desafíos, a través de materiales, programas, conferencias, propuestas y eventos. ¡La Biblia en el centro, Cristo en el centro!

Cerramos con palabras del reformador, Martín Lutero: “El mundo arremeterá contra ella, pero en vano. Pues donde están las Escrituras, allí está Dios: ella es suya, es su señal, y si la aceptas, has aceptado a Dios. ¿Qué te parece ese vecino que se llama ‘Dios’? Con Él a tu lado, ¿qué te puede hacer la muerte o el mundo? Es verdad, las Escrituras son tinta, papel y letras. Pero allí hay Uno que dice que estas Escrituras son suyas, y ese Uno es Dios”.

Por eso también pudo escribir las estrofas que cantamos:

Y si demonios mil están prontos a devorarnos,
no temeremos porque Dios sabrá cómo ampararnos.
¡Que muestre su vigor Satán y su furor!
Dañarnos no podrá, pues condenado es ya
por la Palabra santa.

Esa Palabra del Señor, que el mundo no apetece,
por el Espíritu de Dios muy firme permanece.
Nos pueden despojar de bienes, nombre, hogar,
y el cuerpo destruir, mas siempre ha de existir
de Dios el reino eterno.

Celo por Dios, David Michael

¿Tiene carga en su corazón por los niños que crecen en su hogar e iglesia que aún no han aceptado a Cristo como su Salvador? ¿Se ha preguntado si está haciendo lo correcto para guiarlos hacia la fe salvadora? En sus esfuerzos por enseñar y guiar a la siguiente generación, ¿se ha sentido desanimado?
David Michael es el director ejecutivo de Verdad78. David sirvió en el ministerio de la iglesia durante 33 años, incluyendo 5 años como pastor de las Siguientes Generaciones en la iglesia College Park en Indianápolis, en donde aún sirve como anciano de la iglesia. Durante 28 años (1986-2013) David sirvió dentro del ministerio pastoral de John Piper; los últimos 16 años como el pastor encargado de Discipulado para Padres y Discipulado Familiar. David y su esposa Sally tienen dos hijas y tres nietos.

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"No seáis perezosos en el celo", insta el apóstol Pablo, "sed fervorosos en el espíritu, servid al Señor" (Romanos 12:11). Más que nunca, la próxima generación necesita padres, maestros y líderes de la iglesia que sean celosos de su discipulado. ¿Pero de dónde viene el celo? ¿Y cómo se ve el discipulado celoso día a día?
— David Michael

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Es nuestra misión que cada persona, en todo lugar, pueda encontrarse con Dios por medio de su Palabra.

De la Biblia a la vida: el trabajo

Por Marcelo Robles

La Biblia tiene mucho que decir acerca del trabajo, nuestro trabajo, el de todos los días. Fuimos creados a imagen de Dios para llenar la tierra y para ejercer dominio sobre ella (Génesis 1 y 2).

Si bien el pecado ha distorsionado y traído confusión, Dios en su amor se ha propuesto restaurar todas las cosas en Cristo, por eso Pablo afirmará en la segunda carta de San
Pablo a los Tesalonicenses la importancia del trabajo. En el capítulo 3, versículos 6 al 13, nos deja algunas enseñanzas interesantes:

  1. El trabajo es reflejo en el creyente de que el orden de Dios ha impactado su vida. Pablo deja claro que una vida que ha sido transformada por el evangelio responde viviendo ordenadamente en el área de su trabajo. Podemos decir que el que no trabaja no ha entendido la gracia de Dios en su vida, que lo empodera para vivir de acuerdo a un nuevo orden.

  2. Todo trabajo es importante para Dios. La carta estaba dirigida a un grupo de cristianos que anhelaban la segunda venida de Cristo. La interpretación que asumieron fue “Cristo viene pronto, vamos a esperarlo y solo esperarlo.” Aparentemente estos cristianos dejaron sus responsabilidades, incluso el trabajo, para “esperar al Señor”. Como respuesta, el apóstol se pone de ejemplo para enfatizar la importancia del trabajo y expresa que no hay “un trabajo más espiritual que otros”. Todo trabajo es importante, especialmente el que nos da medios para el sustento diario.

  3. El trabajo refleja la esperanza que hay en nosotros ante la segunda venida. Por implicación, las palabras de Pablo expresan que la correcta forma de manifestar en nosotros la esperanza de la segunda venida de Cristo es trabajando. Trabajar es, “hacer el bien” (v.13), es tener la correcta postura y afirmar la esperanza de que el Reino de Dios se consumará no solo en forma “espiritual” sino física también.

El mensaje de toda la Escritura es claro, nuestro trabajo es parte esencial de la vocación que Dios nos ha dado en la creación y en la re-creación de todas las cosas. Su Reino debe impactar también esta realidad
en nuestras vidas.

Preguntémonos: ¿Refleja mi actitud diaria y mi acción laboral el impacto del evangelio en mi vida? ¿Qué actitud tenemos en la iglesia en cuanto al trabajo?. Oremos para que Dios nos renueve.

De la Biblia a la vida: el compromiso social

Por Lic. Graciela Ragni

Pensar en el compromiso social cristiano nos lleva inevitablemente a mirar al Dios de la Biblia. Un Dios completamente comprometido con su creación en su totalidad, la naturaleza, los seres vivos y las personas cualquiera sea su condición. Un Dios que se identifica y relaciona con cada ser humano en forma personal y singular.

Conforme a la cosmovisión bíblica, somos seres integrales (una unidad bio-psico-socioespiritual), con valor intrínseco por haber sido hechos a imagen y semejanza de Dios. Nos hizo seres relacionales, para estar en relación con El, con la naturaleza y con nuestros semejantes.

El fundamento bíblico-teológico del servicio destaca la naturaleza amorosa de Dios, creador y personal, y en el concepto bíblico del hombre caído a quién Dios le pide cuentas de su relación con el prójimo, puede comprobarse en distintas determinaciones de la Ley de Dios, y en las demandas u expresiones de los libros proféticos; pero fundamentalmente se encarnan en el modelo de Jesús, sus enseñanzas y su obra.

Es importante entender a la acción social y al servicio como la oportunidad que Dios nos da de expresar su amor en respuesta a las necesidades integrales de personas, grupos y comunidades. Dios es el gran impulsor del servicio, quien ama y como consecuencia actúa aun al costo de la cruz por el bien del hombre. El gran Dador y Siervo por excelencia continúa en misión, tomando debida cuenta del dolor, del sufrimiento, de la injusticia, de las calamidades, etc.

El servicio implica respuesta, acción concreta, compromiso. Siguiendo el modelo de Jesús, es “amor expresado”, no declamado ni solo bien intencionado. Jesús marcó el sendero para que nosotros sigamos sus pisadas, priorizó los más vulnerables, los dejados de lado, los excluidos, los que estaban en la periferia.

En la Palabra vemos a la iglesia como “continuadora de la obra de Cristo” en la tierra. Los hijos de Dios somos partícipes de Su naturaleza y, por lo tanto, debemos reproducir Su amor, encarnarlo, reflejarlo en el diario vivir y en la interacción con las personas. El compromiso social nos confronta con un mundo convulsionado, que sufre, necesitado y a la vez con el propósito y los recursos de nuestro Dios.

Nosotros somos los pies y las manos de Jesús. ¿Con quiénes estamos nosotros?, ¿con quiénes pasamos tiempo? Jesús nos sigue desafiando a darnos y dar siguiendo su ejemplo. Todos tenemos el potencial de ser de bendición a otros.

*Graciela Ragni es Licenciada en Servicio Social. Profesora universitaria en la Universidad del Museo Social Argentino. Directora de Acción Comunitaria de la Confederación Evangélica Bautista.

Un regalo en tiempos de pandemia

Constantemente recibimos información sobre las maneras en que debemos prevenir el contagio de este virus. Pero muy pocos nos ayudan a “procesar” esta situación, a encontrar respuestas – aunque parciales – a nuestras preguntas más profundas.
En este libro, John Lennox –profesor de matemáticas en la Universidad de Oxford y orador internacional sobre ciencia, filosofía y religión– aborda la pregunta indefectible que surge en estos días: ¿Dónde esta Dios en esta pandemia?

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“Sacar a Dios de la ecuación no elimina el dolor ni el sufrimiento. Los deja intactos.
Pero quitar a Dios sí elimina algo: cualquier tipo de esperanza”.
— John Lennox

La Biblia y la salud: un cuidado integral

Por Alejandra Lovecchio de Montamat

Cuando la OMS definió a la salud humana como el completo bienestar físico, psíquico y social, los cristianos ya conocíamos por la Biblia que salud no es meramente la ausencia de alguna enfermedad y que la vida interior de cada ser humano tiene una profunda influencia tanto en su estado físico como en sus relaciones interpersonales.
El pensamiento hebreo que domina la escritura del Antiguo Testamento no concibe una división entre mente y cuerpo por eso cualquier aflicción mental tiene su correspondencia en un signo físico que puede ser visto por los testigos (Pr. 17:22). Aunque el Nuevo Testamento persiste en considerar al hombre como una integridad (1ª Ts. 4:23), el pensamiento griego que influyó la cultura cristiana promovió la errónea idea de estimar la mente (y el alma) por sobre el cuerpo.
Hasta nuestros días llegan las derivaciones entre algunos cristianos: maltratan el cuerpo subestimando su santidad o menosprecian la mayordomía sobre la salud física (1ª Co 6:19-20).

Ciertamente Dios comienza su obra de salvación en el corazón y aunque no podemos percibir el milagro del nuevo nacimiento, podemos evidenciar sus primeros efectos en el cambio mental que genera la presencia del Espíritu Santo en la vida. Luego el permanente camino hacia la santidad incluye no sólo proveer, nutrir y proteger al espíritu sino también al cuerpo humano (3ª Juan 1:2). Las buenas relaciones interpersonales son posibles al unirnos a la familia de la fe (Gálatas 6:10).

La ciencia médica ha avanzado en el reconocimiento de las enfermedades congénitas y adquiridas; examina los agentes exógenos que por sí solos o asociados a desequilibrios endógenos (genes, señales erróneas, estrés prolongado, etc.) inducen desequilibrios que conducen a distintos tipos de trastornos orgánicos. Por los conocimientos modernos se pueden prevenir, tratar y rehabilitar un gran número de dolencias y se está en constante trabajo para implementar nuevas prácticas que ayuden individual o colectivamente a promover el bienestar físico. Debemos dar gracias a Dios por tener el progreso científico a nuestro favor y debemos glorificar su nombre siendo responsables en el cuidado del cuerpo.
El amor ágape, aquel que somos llamados a ejercer los cristianos unos a otros, parte de un correcto cuidado de nuestro propio ser. El Señor Jesús resumió la ley y los profetas en dos grandes máximas: amar a Dios con toda nuestra integridad y al prójimo como a nosotros mismos.

Dios en la ciencia del siglo XXI (Entrega 5)

El caso Flew 

“La ciencia en cuanto tal no puede proporcionar un argumento que demuestre la existencia de Dios. Pero las leyes de la naturaleza, la vida con su organización teleológica y la existencia del universo sólo pueden resultar explicables a la luz de una Inteligencia que da razón de su propia existencia y de la del mundo”. Antony Flew, del libro: Dios existe

 

En uno de sus más destacados ensayos filosóficos titulado Del sentimiento trágico de la vida, Miguel de Unamuno, entonces rector de la Universidad de Salamanca, escribió: “El odio antiteológico, la rabia cientificista (no digo científica)…es evidente. Tomad, no a los más serenos investigadores científicos, los que saben dudar, sino a los fanáticos del racionalismo, y ved con qué grosera brutalidad hablan de la fe”.

Resulta curioso que esta frase fuera escrita en 1912, aunque ciertamente podría haberse escrito la semana pasada. Todo cristiano puede constatar al recorrer las librerías seculares más importantes de nuestra ciudad y del mundo occidental, que cualquier tema filosófico o científico se presenta al lector contemporáneo casi exclusivamente desde un sólo punto de vista, aquel que ignora o niega a Dios. La filosofía de la ciencia, una rama fundamental que estudia las bases del pensamiento científico, puede dar pruebas de esta animosidad contra todo lo que signifique la existencia de Dios en especial para la investigación en ciencias naturales.

Al iniciar la Reforma Protestante había equilibrio y un diálogo implícito entre tres disciplinas: ciencia, filosofía y teología. Pero llegado el siglo XX ese equilibrio se rompió y una gran parte de las mentes científicas no sólo decidió desmantelar todo vestigio de la presencia divina en la naturaleza sino que objeta que la filosofía sea una disciplina necesaria para hacer ciencia. Leemos en el libro del profesor Stephen Hawking titulado El gran diseño cuando se refiere al origen del universo y la naturaleza de la realidad: “Tradicionalmente, éstas han sido cuestiones filosóficas, pero la filosofía está muerta. La filosofía no se ha mantenido al día con los avances modernos de la ciencia, particularmente de la física. Los científicos se han convertido en portadores de la antorcha del descubrimiento en nuestra búsqueda del conocimiento”.

Dice el profesor Idelfonso Murillo Murillo, catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Salamanca: “El avance de la razón científica parece hacer innecesario el recurso a Dios. Y es que las ciencias por sí mismas no conducen a Él. Sus métodos y contenidos nos encierran en un mundo de fenómenos relativos sin referencia a un fundamento absoluto…lamentablemente muchos científicos y filósofos no son conscientes de sus límites y muchos otros no se atreven a creer que podamos conocer la verdad…”

Puede llegar a sorprendernos descubrir que la ciencia no es una disciplina autorizada para afirmar o negar la existencia de Dios. Claro que es necesario que esté comprometida con el materialismo metodológico ya que todo científico utilizará instrumentos que sólo servirán para investigar el mundo natural constituido por masa-energía; pero el materialismo ontológico, el pensamiento que asume a la materia como origen de todas las cosas incluidas la razón y la mente, es una posición filosófica.

Esta posición se contrapone al pensamiento cristiano bíblico que asume primero la existencia de una mente divina pensando e iniciando la creación; por esto creemos que la ciencia sólo puede indicar si el resultado de sus investigaciones inclina la balanza hacia una u otra posición.

Hoy las ciencias naturales están descubriendo las estructuras complejas del universo y la vida hasta sus mínimos detalles, y muchos resultados dan indicios a los científicos de una razón (o inteligencia) fundante; por esto no corresponde abandonar o prohibir la idea de Dios como la mente creadora. Además las leyes que rigen el funcionamiento de la naturaleza plantean problemas que no se pueden resolver dentro de las mismas ciencias, hace falta la participación de la filosofía y también de la teología como una posición válida para responder a ciertas inquietudes. Por anular a la filosofía y a la teología sabemos cada día mejor cómo es el mundo, cómo es el hombre, pero ignoramos por qué son así.

Hemos mencionado en entregas anteriores, que el cristianismo híbrido del siglo XX quizá deslumbrado por las conclusiones de la razón científica en la esfera de las ciencias humanas, se ha quedado sin argumentos. Podemos mencionar al menos dos motivos fundamentales: perdió sus convicciones en las verdades y hechos bíblicos por un lado, y despreció la dialéctica filosófica que requiere un saber profundo sobre los problemas del conocimiento, del lenguaje y de la realidad, dejando vacía la silla que debería ocupar el teólogo cristiano.

¿Pero no hubo en la historia del siglo XX algún cristiano que no temiera dar la batalla de las ideas ante un mundo cada vez más secularizado? Sí, posiblemente varios, pero queremos recordar a uno en especial. Cuenta en su introducción Antony Flew: “Es verdaderamente paradójico que mi primer argumento público a favor del ateísmo fuera presentado originalmente en un foro presidido por el más grande apologista cristiano del siglo XX…Y otra paradoja es el hecho de que mi padre fuera uno de los escritores y predicadores metodistas más destacados de Inglaterra”. Relatando su adolescencia y primera juventud, expresó: “Hacia 1946, cuando tenía casi 23 años, se había extendido (y llegado a mis padres) el rumor de que yo era ateo y ‘mortalista’ (escéptico respecto de la vida después de la muerte), y que había pocas probabilidades de que retrocediera”…El Socratic Club era un activo foro de debates entre ateos y cristianos, su temible presidente fue entre 1942 y 1954 el famoso escritor cristiano C S Lewis…Muchos de los ateos más prominentes de Oxford cruzaron sus espadas con Lewis y otros cristianos”.

A mediados del siglo pasado, el autor se comprometió con la disciplina filosófica académica y sistematizó (entre muchos otros temas) la argumentación sobre temas religiosos. Sus tres famosas obras: Teología y falsificación, Dios y la filosofía y La presunción del ateísmo siguen siendo libros de consulta y estudio de muchos filósofos y pensadores interesados. Su inspiración a seguir los argumentos donde la evidencia le condujera (un principio socrático), fue la máxima que lo inspiró desde su relación con Lewis.

Junto con Flew, muchos pensadores del siglo XX abrazaron las ideas darwinistas de la biología ya que éstas proporcionaban una garantía del progreso tanto natural como social. Julian Huxley escribió Ensayos de un biólogo sugiriendo esta idea y los pensadores marxistas se apoyaron en la idea de la existencia de leyes universales que regirían la evolución de la sociedad llevando a la lucha de clases y ésta, al inevitable progreso humano. La relación entre ciencia y filosofía ha sido habitual en la historia; al presente casi todas las ciencias naturales y la mayoría de las ciencias sociales asumen al materialismo como postura casi excluyente al momento de pensar el origen del mundo, del hombre y de la sociedad.

Pero el principio filosófico que guió a Antony Flew de “seguir las evidencias a dónde quiera que ellas conduzcan”, le obligaron a ser coherente cuando una evidencia (en especial aquella respaldada por un descubrimiento científico) le conducía hacia otra dirección, entonces este filósofo estuvo abierto a transitar nuevas posturas.

Como sucede en el ámbito científico cuando un nuevo descubrimiento desplaza un concepto que se asumía verdadero, Flew escribió que la filosofía también puede progresar aunque sus objetos sean la argumentación y la premisa o conclusión de una verdad. Pero lo que no previó fue que su último cambio de posición desde el ateísmo hacia el teísmo filosófico, fue un giro que se dio de bruces contra la corriente de pensamiento del siglo XX y XXI, y este choque trajo fuertes consecuencias dialécticas.

El famoso epistemólogo austríaco Karl Popper expresó en una frase que deberían tener en cuenta los científicos: “Lo que caracteriza al hombre de ciencia no es la posesión del conocimiento o de verdades irrefutables sino la búsqueda desinteresada en incesante de la verdad”. Aunque mucho de lo que sabemos acerca del universo y la vida nos obliga a considerar que el puro azar y las leyes naturales no alcanzan para explicar la organización y complejidad que nos rodea, los divulgadores científicos hacen caso omiso a la frase de Popper. Cual fanáticos religiosos se han atrincherado en el materialismo más acérrimo cuando las evidencias sugieren cuanto menos que la materia orgánica, la vida, la reproducción, todas las constantes físicas que mantienen el equilibrio de nuestro universo conocido, el material genético y muchos otros complejos sistemas químicos y biológicos no pudieron llegar a existir sin información previa proporcionada por un agente inteligente.

La información es a juicio de muchos filósofos de la ciencia una magnitud fundamental, es decir, un conjunto de datos ya ordenados que constituyen un mensaje que otorga sentido y significado a la realidad. Un mensaje puede ser sencillo, de hecho muchas especies transmiten información por medios relativamente simples que le permiten la supervivencia. Pero el hombre es la única especie que posee la capacidad para armar códigos y símbolos con significados complejos, y es ese pensamiento conceptual el que da origen al lenguaje humano. Resulta sorprendente reconocer que un lenguaje tan complejo como el humano precede al origen de la célula y continúa rigiendo la organización de la vida en nuestro planeta; esa información robusta y estable a través de las eras geológicas se encuentra en el código genético.

Los neurolingüistas indican que existe un fuerte vínculo entre la información, los datos, el conocimiento, el pensamiento y el lenguaje. Por ello es necesario acudir a los filósofos para considerar si es posible que las moléculas, siguiendo un derrotero azaroso y sometidas sólo leyes naturales (gravedad, electromagnetismo, nuclear fuerte y débil) pudieron: recabar datos, ordenarlos, adquirir conocimiento, formular pensamiento y luego transmitirlo en lenguaje de ADN y ARN.

Entrado el siglo XXI los científicos deben volver a buscar el diálogo con los filósofos, sean estos teístas o no; ignorar las inquietudes que aparecen con el cúmulo de conocimiento en especial sobre el lenguaje de la vida, lleva a varios divulgadores científicos a emular la intransigencia que endilgan a los religiosos del siglo XVI.

Los cristianos no debemos temer presentar nuestra posición ante una comunidad ciega y rebelde a la obra de Dios en el mundo y en las vidas de las personas. Estamos llamados a estar siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que nos demande razón de la esperanza que hay en nosotros. El caso Flew es un buen ejemplo de cómo Dios utiliza a hombres probos como el grupo de filósofos que debatieron pacientemente con nuestro protagonista dando razón de la existencia y acción divina.

Alejandra Montamat

Nota de la autora:

Recomendamos la lectura de las obras de destacados filósofos y científicos como Richard Swinburne, John Polkinghorne, William Lane Craig, Robin Collins, Michel Heller, Alvin Plantinga, William Alston, Hugh Ross, Brian Leftow, John Leslie, John Lennox y Thomas Woodward.

Dios en la ciencia del siglo XXI (Entrega 4)

El lenguaje de la vida

“El ADN es como un programa informático, pero mucho, mucho más avanzado que cualquier software que hayamos podido crear hasta ahora” Bill Gates

 

En nuestra entrega anterior hemos discutido las teorías científicas acerca del origen de la vida y en particular de la aparición de la primera célula como el puntapié de la gran diversidad de seres vivos que hoy podemos reconocer en nuestro planeta. Siguiendo el pensamiento de Darwin acerca de la evolución biológica, en un nivel básico, los científicos tienden a considerar que la iniciación de la vida tiene relación con la capacidad de esta célula primitiva de auto organizarse y de relacionarse con su medio ambiente para obtener los medios de energía que le permitirán estructurar sus constituyentes moleculares y posteriormente replicarse a sí misma.

¿Ordenado o complejo?

El primer desafío que impone esta especulación científica es diferenciar entre sistemas ordenados y sistemas complejos. La naturaleza tiene muchos ejemplos de orden como ser los cristales de roca o los copos de nieve, pero los componentes que forman la unidad de organización de estos ejemplos no son para nada complejos. Constan de cadenas repetitivas de patrones que se disponen en orden siguiendo leyes naturales como ser las fuerzas de atracción entre sus moléculas. Un programador podría, por medio de un algoritmo simple, describir esta organización; por ejemplo si el patrón fuera la frase viva la vida repetida diez mil veces, el programa dirá:”para n=1 a 10000 escribir VIVA LA VIDA; después parar”. Esta cadena contiene poca información, sólo tres palabras, es muy larga y ordenada pero poco compleja.

Ahora pensemos en el Martín Fierro de José Hernández; sus estrofas no se sujetan a algoritmos sencillos, además poseen información específica porque sus frases tienen un significado particular que los argentinos podemos entender por hablar el idioma castellano y conocer nuestra historia. De manera que la secuencia de frases del poema narrativo Martín Fierro es compleja y específica; es información que surge de una inteligencia que la transmite en palabras, es lenguaje humano que expresa un mensaje particular: la vida del gaucho en las pampas.

ADN información pura y dura

En la entrega anterior hemos dicho que la materia viva es tan compleja que se ajusta mejor a la idea de un diseño que al azar; ahora agregamos que también es muy rica en información. Igual que los planos de un edificio, el ADN localizado en el núcleo de la célula contiene todas las instrucciones necesarias para construir el organismo completo. Nuestro ADN es una base de datos que puede equipararse en tamaño a la Enciclopedia Británica y cada una de las células del cuerpo humano posee una copia completa.

Esta secuencia de información absolutamente compactada que cabe dentro del núcleo resulta de una larguísima cadena que combina cuatro moléculas base llamadas nucleótidos que se identifican con las letras A, C,G y T.

Un gen es una porción de la larga cadena de letras de ADN que instruye (codifica) la formación de una determinada proteína. Los componentes de las proteínas son los aminoácidos y cada uno de los 22 aminoácidos esenciales para la vida es codificado por una combinación específica de 3 letras del ADN. A su vez, cada proteína está constituida por cientos de aminoácidos encadenados en una posición particular que siguen la instrucción y el orden establecido en la cadena de ADN. Un genoma es el conjunto de genes de un individuo. Los genomas son enormes; por ejemplo el ADN de la bacteria llamada Escherichia coli tiene cuatro millones de letras y el genoma humano posee más de 3000 millones de letras. Cada genoma posee todas las secuencias de nucleótidos (A;C;G yT) en un orden único y particular en cada especie y esto es así porque ese orden expresa un mensaje complejo y específico que determina las instrucciones para fabricar cada elemento celular. Si falta una letra o se duplica otra, el corrimiento de la lectura que hace la maquinaria de replicación puede detener la producción de la proteína o alterar su estructura y función.

Damos un ejemplo, compare las dos siguientes frases:

mi perro se llama Arquímedes y es muy veloz

mi prros el lamaA rquímedesy e sm uyv eloz-

A mayor tamaño de la frase, mayor será el error de arrastre. De manera que pequeños errores en el orden y disposición de las letras de la cadena de ADN malograría el mensaje con tremendas consecuencias en la replicación de los seres vivos. Por ello el orden celular es muy estático y sus moléculas se encuentran en configuraciones fijas, tanto en el ADN como en las máquinas celulares.

 

Información y planificación

Ahora bien, una cosa es tener la receta para producir ladrillos y otra muy distinta es construir un edificio o una fábrica. La organización del edificio también requiere de información, hace falta la inteligencia del arquitecto y la capacidad del constructor. Aquí nuevamente tenemos una dificultad que superar en el pensamiento científico: considerar que el azar ciego puede generar la aparición de un aminoácido en el medioambiente es razonable dadas ciertas condiciones; pero atribuirle al azar la capacidad de secuenciar la proteína y organizar los componentes celulares con ayuda de energía circulante es, como expresó Paul Davis “hacer explotar dinamita bajo una montaña de ladrillos y esperar que formen una casa”.

Algunos científicos apoyan sus especulaciones sobre el azar en los fenómenos de organización dinámicos que se observan naturalmente como la formación de un tornado cuyo orden obedece a leyes de la naturaleza; pero el complejo sistema celular muestra una disposición sumamente improbable que no puede explicarse por estas leyes. Por el contrario, al igual que los objetos de diseño inventados y construidos con un fin particular, por ejemplo un reloj, un automóvil, una computadora o un avión; las células poseen maquinaria sofisticada que cumple un propósito específico y además llevan impresas las instrucciones para su estructura y función. Del mismo modo que una computadora no puede funcionar sin un software, tampoco la célula puede operar sin la información codificada contenida en su ADN. 

El código genético

Entonces, si el ADN expresa información específica, es un tipo de lenguaje. En biología la cuestión central es entender que el código genético es el lenguaje de la vida. La ciencia es experta en describir los “cómo están constituidos o cómo funcionan” sus objetos de estudio pero falla cuando intenta responder a los “por qué o cómo se originan”.

¿De dónde proviene el código genético? ¿Puede un programa informático o un lenguaje autogenerarse? ¿Es posible que la célula haya emergido de los elementos inorgánicos y que seguidamente haya constituido su propia planificación? ¿Cuánta potestad le atribuimos al azar y a las leyes de la naturaleza en el origen de la complejidad específica? En el año 46aC. el filósofo Cicerón ya percibía lo poco racional de atribuir la aparición de un lenguaje al azar, dijo: “Si algún número de copias de las 21 letras del alfabeto, hechas de oro o de lo que sea, se colocan en un recipiente, se agitan y se arrojan al suelo, ¿será posible que produzcan los Anales de Enio?¡Dudo que el azar consiguiera producir siquiera un verso! (De Natura Deorum, traducción H Rackham, Harvard University Press, Cambridge Mass, 1933).

Varios biólogos entienden que la maquinaria de traducción común a todas las formas de vida es tan compleja, universal y esencial que es muy difícil poder llegar a saber cómo llegó a existir o cómo la vida habría llegado a existir sin ella. Hemos expresado en entregas anteriores que los temas relacionados con los orígenes del universo y la vida están siendo tratados desde dos puntos de vista contrapuestos: el naturalismo y el teísmo. Los naturalistas plantean que la materia (o la masa-energía) precede a la información; los segundos entre los que nos contamos los creyentes bíblicos, que la mente que origina la información precede a la materia. Así el concepto de la información como magnitud fundamental tiene profundas implicancias en la interpretación del universo, pues si se verifica que la materia y la energía son incapaces por sí mismas de generar vida, sin un aporte adicional de información, entonces el materialismo pierde todo sustento.

 

En el principio era el Verbo 

La Biblia no es un libro de ciencia pero sí es la base de nuestra cosmovisión. Muchas de las preguntas que se hace la filosofía de la ciencia, encuentran en ella una respuesta clara y asombrosamente sencilla. La Biblia no se detiene en los “cómo” pero sí detalla los “por qué y los para qué” de nuestra existencia.

No debemos negar el lenguaje metafórico que hallamos en los pasajes relacionados con la Creación, pero el uso de metáforas no niega la realidad: Dios pronunció la existencia y luego apareció la materia y la energía que constituyen nuestro universo y la vida.

Juan utiliza en su evangelio el término que usaban los filósofos de su época para referirse al principio racional del universo: el logos, que en nuestras versiones se traduce Verbo. Esta palabra conlleva la idea de mandato, de significado, de comunicación, de información y poder para realizar, en resúmen de capacidad creadora. La Biblia presenta al Dios que es Palabra, fuente de la información y poder para ejecutarla.

Ciertamente los creyentes aceptamos las verdades bíblicas por fe, pero esa fe descansa en algo real aunque invisible: la Palabra creadora que antecede a la existencia física. “Por la fe entendemos haber sido constituido en universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” He 11:3

La Biblia nos declara que la información es invisible e inmaterial y que preexiste al universo. Para transmitir la información se emplean muchos medios materiales (tinta y papel, señales auditivas, pantallas, genes, etc), pero la información es en sí inmaterial. En estos momentos usted está leyendo estas palabras impresas en pantalla o papel y mi intención no es que las incorpore materialmente a su persona, pero sí que medite y reaccione a la información que acabo de transmitirle.

Como dice John Lennox en su libro Has Science buried God? “La materia y la energía pertenecen a la categoría de cosas creadas, la Palabra no”.

 

“En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios.
Él estaba con Dios en el principio. Por medio de él todas las cosas fueron creadas;
sin él, nada de lo creado llegó a existir. En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad.
Esta luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla”

Juan 1:1-5 NVI

Alejandra Montamat

Dios en la ciencia del siglo XXI (Entrega 3)

El origen de la vida

En el mundo científico las teorías más aceptadas acerca del origen de la vida en la tierra todavía carecen de pruebas y sostienen especulaciones como la vida extraterrestre o los universos paralelos, pero persiste el rechazo de la mayoría a aceptar la teoría del diseño inteligente (y de un Diseñador)

Tuve mi primer contacto con la química en 4º año de secundaria cuando mi profesora Vilma nos introdujo en el conocimiento de las sales y de los minerales, temas que formaban el corazón de la química inorgánica. Al pasar de año la misma profesora ahora nos enseñaba cómo se conformaban las estructuras químicas basadas en el carbono, compuestos esenciales de la materia orgánica… Entonces no me atreví a preguntarle qué había pasado entre medio para que los mismos elementos que conformaban los compuestos inorgánicos ahora se reorganizaran alrededor del átomo de carbono de forma tal de constituir las estructuras funcionales y las moléculas de energía utilizadas por la célula, base de los organismos vivos. Hoy sé que Vilma no hubiera podido responder sintéticamente como tampoco ningún otro profesor de ciencia. Dirá el genetista Michael Denton: la brecha entre el mundo viviente y el no viviente representa la más dramática y fundamental de todas las discontinuidades de la naturaleza. Entre una célula viva y los sistemas no biológicos más perfectamente ordenados, como un cristal o un copo de nieve, hay el abismo más enorme y absoluto que uno pueda concebir. (Evolution: a Theory in crisis; Adler & Adler, 1986).

Hablemos de la célula

Aún el más pequeño organismo vivo, la bacteria, es una fábrica en miniatura compuesta por miles de piezas diseñadas en una intrincada máquina molecular que es una verdadera línea de montaje de un total aproximado de 100.000.000.000 de átomos. Cada máquina que la compone consta de enormes cadenas proteicas que pueden moverse en un altísimo grado de coordinación para dar origen a un producto intermedio o uno final.

La existencia de estas máquinas biológicas constituye un desafío a la teoría de la evolución. Dijo Darwin: si se pudiera demostrar que existe un órgano complejo que no es posible que se haya formado por medio de numerosas, pequeñas y progresivas modificaciones, mi teoría se vendría abajo por completo (El origen de las especies, Ed. Planeta-De Agostini, 2002). El caso con estas máquinas moleculares es que, si faltara un mínimo componente en cada una de ellas, perderían completamente su función; de tal forma que en un proceso de evolución deberían haber aparecido todos sus componentes a la vez y organizados en una forma precisa, algo incompatible con el proceso de modificaciones simples y progresivas sostenido por Darwin. Dicho sea de paso, no existe publicación en la literatura científica que describa cómo ocurrió o pudo haber ocurrido la evolución molecular de cualquier sistema bioquímico real; hay afirmaciones de que ocurrió pero ningún experimento o cálculos que lo expliquen.

 

¿De dónde vienen las proteínas?

Ya que las maquinarias moleculares están constituidas por proteínas, podemos tomar a estas moléculas como la unidad más simple del sistema biológico. Están compuestas sólo por 22 aminoácidos, los únicos que puede codificar el ADN que es la molécula que contiene toda la información necesaria para la constitución de cualquier organismo vivo.

Una proteína muy sencilla está compuesta por unos 100 aminoácidos que toman una disposición espacial determinada (en la naturaleza hay dos: levógira o dextrógira) pero todos los aminoácidos tienen configuración L; para los amantes de las estadísticas la probabilidad de obtener al azar 100 aminoácidos L es de (1/2)100 que es una posibilidad en 1030.

Además las proteínas se eslabonan en una cadena o estructura primaria con enlaces muy estables llamados peptídicos, aunque en la naturaleza también existen otros. Sólo por esta conformación la proteína toma una forma determinada en el espacio para cumplir una función. Pero lo más increíble es que los 100 aminoácidos deben eslabonarse en una única y ordenada secuencia de tal manera que puedan contener una información determinada; como en una frase, cada palabra y sus letras deben estar ordenadas para que se lean y sean comprensibles. Un error u omisión podría dar una instrucción defectuosa o interrumpir la transmisión y/o replicación del mensaje. Así de compleja y organizada es la más simple proteína.

 

Teorías sobre el origen de la vida

Los cristianos leemos en la Biblia que el mundo inorgánico y el orgánico tienen origen en la Palabra de Dios y los hombres que comenzaron a sistematizar el pensamiento científico no discutieron este origen sino que se dedicaron a explorar la complejidad y el orden instituido. Pero hemos argumentado en las entregas anteriores que hoy existe un enfrentamiento entre naturalismo y teísmo lo que equivale a decir que si Dios no existe ni crea (ex nihilo), todo lo que experimentamos con nuestros sentidos y lo que se puede estudiar y describir es la materia que llegó a ser, se organizó a sí misma y se mantiene sostenida por leyes físicas “ad hoc”.

Entre los naturalistas existen dos teorías acerca del origen de la vida, una dice que la vida se inició en una sopa primitiva en los océanos terrestres, donde a partir de átomos que constituían la materia inerte se formó algo tan complejo y extraordinario como la vida; un sistema químico auto sostenible experimentó una evolución darwiniana. A esta predestinación bioquímica la propuso Oparin en 1920 quien imaginó una atmósfera primitiva sin oxígeno que influida por la luz UV y descargas eléctricas se transformó en precursores prebióticos, y éstos en una concentración suficiente, constituyeron la sopa orgánica. Después los procesos químicos dieron lugar a los polímeros (largas cadenas de aminoácidos), a los sistemas de transmisión de información y a la síntesis de proteínas, ADN y ARN. Stanley Miller en 1953 demostró experimentalmente la teoría creando en su laboratorio un microambiente con ciertos elementos que sometió a descargas eléctricas, pero sólo logró sintetizar aminoácidos sueltos que nunca conformaron ni una proteína y mucho menos vida.

Los defensores de esta teoría sugieren que en los océanos primitivos se dieron muy especiales condiciones y que el propio sistema tenía capacidad de autorregulación para que las nuevas moléculas y sistemas prosperasen en la dirección correcta impidiendo la ineficiencia del sistema. Hoy sabemos que la atmósfera primitiva distaba de la que Oparin imaginaba y que la existencia del oxígeno (que sí estaba entre los elementos primitivos) impediría la formación de biomoléculas y las descompondría.

Además no hay manera de probar la organización de cualquier simple proteína sin la existencia previa de información codificada en el ADN. Es curioso que uno de los creadores de esta teoría, Dean Kenyon, hoy se manifieste creacionista.

Otra teoría en vigencia asume que algo tan complejo como la vida no pudo haber evolucionado en el lapso de tiempo determinado por la ciencia para la edad de la tierra y por tanto su especulación es que la vida llegó desde afuera de nuestro planeta a bordo de asteroides, meteoritos o cometas que sembraron los océanos primitivos, a esta teoría se la conoce como siembra cósmica o panspermia dirigida. Uno de los descubridores del ADN, Francis Crick, apoya esta teoría recordando que el conocido cosmólogo Carl Sagan sugería que habría millones de civilizaciones inteligentes en los billones de galaxias y que sus habitantes pudieron llegar a nosotros a través de universos paralelos.

A estas teorías se contrapone una llamada diseño inteligente (DI), que estudia la presencia de patrones en la naturaleza los cuales pueden explicarse mejor si se atribuyen a un diseño subyacente. Gracias a las herramientas matemáticas, de probabilidad y medición más precisas hoy se cuenta con métodos para distinguir los objetos producidos inteligentemente. El DI tiene como postulado que únicamente causas inteligentes pueden explicar adecuadamente las complejas estructuras ricas en información estudiadas por la biología y que son empíricamente detectables. Se puede inferir inteligencia de diseño cuando un sistema es: contingente es decir que su presencia no obedece a una ley que pueda explicarla (vimos que los aminoácidos existen en dos conformaciones posibles pero las proteínas sólo están conformadas por los tipo L).

Otra característica de un objeto de diseño es la complejidad cuando teniendo muchos elementos que pueden estar ensamblados de muchas maneras distintas, sólo unas pocas le dan funcionalidad (por el ejemplo un reloj, una PC o un coche) y finalmente inferimos diseño si un objeto posee especificación, o sea que sirve a un fin determinado. Dice uno de sus propulsores: “Una sola letra del alfabeto es específica sin ser compleja. Una larga frase de letras al azar es compleja sin ser específica, pero un soneto de Shakespeare es tanto complejo como especificado”.

Cuando leemos el Martín Fierro sabemos que ha salido de una mente de poeta; en cambio una letra o una serie de símbolos sin sentido que aparecen en la pantalla de nuestra computadora pudieron haber sido generados por casualidad al apoyar un objeto en el teclado sin intención. Nuestro mundo viviente está plagado de elementos de complejidad específica que nunca podrían haber llegado a existir por sumatoria de eventos fortuitos…ni siquiera contando con tiempos geológicos inmensos.

 

Conclusión

La contemplación del mundo que nos rodea, sus muchas maravillas y en especial la vida debieran provocar en nuestra mente el asombro de David quien dijo: “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos…me pregunto ¿Qué es el hombre para que tengas de él memoria?…Lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste a sus pies.”

Sin embargo, la necedad humana no disminuye por la acumulación de conocimiento, al contrario, leemos en la Biblia: “Dice el necio en su corazón, no hay Dios, Dios no existe”, “En él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres”, “pero ellos no se acercan a ella porque temen que sus obras queden al descubierto”

En la próxima entrega trataremos sobre el sistema de codificación biológica, sus implicancias y por supuesto las especulaciones científicas sobre su origen.

Alejandra Montamat

 

Dios en la ciencia del siglo XXI (Entrega 2)

En el principio

En el principio creó Dios los cielos y la tierra Génesis 1:1

Aunque por mucho tiempo la especulación filosófica consideraba que el universo era eterno, nuevos conocimientos de la ciencia empírica convalidan el hecho de que tuvo un comienzo. 

El ámbito de la ciencia

La ciencia explica y nos capacita para entender lo que antes no comprendíamos sobre la naturaleza. Un dogma del naturalismo es que la ciencia puede explicarlo todo. Dijo Bertrand Russell: Todo conocimiento ha de ser alcanzado por medio de los métodos científicos, lo que la ciencia no puede descubrir, la humanidad no puede saberlo. (Religion and Science. Oxford University Press 1970). La posición filosófica detrás de estas aseveraciones es el materialismo que afirma que la materia y los fenómenos físicos son la única realidad y explicación de lo que existe; por supuesto que sus especulaciones excluyen cualquier actividad de un agente sobrenatural y externo.

Para los científicos que adhieren a esta postura, la fe religiosa puede hacer pensar en Dios y traer beneficios emocionales o físicos a las personas, también puede ser practicada mientras no invada el terreno de la ciencia porque sólo la ciencia aporta verdadero conocimiento. Si sólo la ciencia natural puede establecer la verdad y sumar conocimiento a la sociedad, muchas disciplinas humanas deberían considerarse fuera del ámbito académico escolar o universitario como ser: literatura, arte, música o cualquier disciplina social. La moral queda también fuera del ámbito científico ya que en éste se pueden estudiar los efectos de un veneno o de la bomba atómica pero no puede decirse si utilizarlos para lograr ciertos propósitos es correcto o no.

En nuestros días el avance del conocimiento sobre el universo permite a muchos científicos determinar la naturaleza y estructura del mismo pero no puede responder a la pregunta de por qué existe. Los cristianos que leemos la Biblia sabemos no sólo que hay un Creador sino que tuvo un propósito fundamental que consiste en mostrar Su gloria a través de la creación y llamar a las almas humanas a una relación perfecta con Él; por ello entendemos que es dogmático afirmar que como la ciencia (por su metodología) no puede averiguar quién creó ni por qué existe nuestro universo, nadie puede saberlo ni debe preguntarse sobre esta cuestión. La ciencia entonces posee un límite que es su incapacidad para responder a preguntas acerca del origen y el fin de las cosas, como ser ¿Cuándo comenzó todo? ¿Por qué estamos aquí? o ¿Qué sentido tiene nuestra vida?

Campo de la filosofía y campo de la ciencia

La capacidad de hacerse estas preguntas es inherente a todo ser humano y sabemos además que la disciplina que ha sistematizado las posturas al respecto es la filosofía. Pero en nuestros días estamos observando la irrupción de ciertos hombres de ciencia que invaden despectivamente el terreno de la filosofía académica; estos “guerreros” de las ciencias naturales no utilizan armas pero sus aseveraciones son temerarias. Sus objetivos en la batalla ya no son los religiosos (a quienes ignoran) sino los filósofos de la ciencia. En su último libro titulado “El gran diseño” Stephen Hawking, quien describió la cosmología como una especie de religión para los ateos inteligentes, inicia sus especulaciones con las siguientes preguntas: ¿Cuál es la naturaleza de la realidad? ¿De dónde viene todo esto? ¿El universo necesitó un creador? Responde luego: “Tradicionalmente, estas han sido cuestiones filosóficas, pero la filosofía está muerta. La filosofía no se ha mantenido al día con los avances modernos de la ciencia, particularmente de la física. Los científicos se han convertido en portadores de la antorcha del descubrimiento en nuestra búsqueda del conocimiento”. Su libro supuestamente tiene como objetivo presentar los argumentos acerca del origen del universo basado en el modelo del Big Bang, pero ocupa gran parte de sus páginas discurriendo sobre la historia y la filosofía de la ciencia.

¿Por qué un físico teórico concibe una obra que parece más un tratado filosófico en lugar de describir las pruebas científicas (empíricas) que apoyen su postura acerca del origen del universo? La cuestión del origen del universo tiene importancia capital para los hombres de ciencia en particular los cosmólogos. Si el universo no tuvo principio y es eterno, su existencia está garantizada; pero si tuvo comienzo entonces no es definitivo. Antes de que las pruebas científicas pudieran confirmar o descartar esta cuestión, muchos filósofos plantearon sus ideas: Platón creía que la materia era preexistente al universo, otras cosmologías pensaban el universo como ciclos repetitivos interminables pero los cristianos leemos en la Biblia que el universo fue creado de la nada por Dios en el principio del tiempo.

 El principio del universo

Aunque en la modernidad se volvió a considerar la idea de un universo infinito, a partir del siglo XIX la crítica y las pruebas científicas han llevado a los hombres de ciencia a aceptar que éste tiene un comienzo en algún punto, lo que se conoce como singularidad. Entonces ahora dentro del pensamiento científico se barajan dos alternativas viables: o alguien creó el universo o se hizo a sí mismo. La ciencia empírica ha puesto a los naturalistas (o materialistas) en una posición difícil ya que deben identificar un mecanismo natural por el que el universo podría haberse creado y desarrollado así mismo sin una dirección inteligente. Aquí es donde Hawking en su obra da una explicación que demuestra su posición: “Porque existe una ley como la gravedad, el universo puede crearse a sí mismo de la nada. La creación espontanea es la razón por la que existe el universo, por la que existimos, y no es necesario invocar a Dios para que encienda la mecha y ruede el universo”. No explica por qué la gravedad se indujo a sí misma a existir y creemos que él sabe que las leyes pueden por ejemplo predecir la trayectoria de un cuerpo pero son incapaces de iniciar su movimiento y mucho menos su existencia.

Algunos científicos opinan que no debemos encontrar una razón para el principio del universo, porque no la hay. Pero nuestro universo es sumamente racional y de hecho puede ser estudiado por la ciencia; lo que llevó a Einstein a decir que “lo más incomprensible del universo es que sea comprensible” o a Kepler afirmar que los hombres de ciencia pueden pensar los pensamientos de Dios. Además el universo posee un ajuste fino, un número muy significativo de constantes físicas que en conjunto permiten su existencia y su ordenamiento, por lo que decir que el universo simplemente apareció suena bastante poco científico. No obstante muchos arguyen que el universo se explica a sí mismo porque se “autogeneró” y para ellos el conjunto de constantes físicas fundamentales que permiten las relaciones de nuestro universo y la existencia de la vida en nuestro planeta se dan de esta manera porque el nuestro sería sólo uno de infinitos universos existentes. Así muchos hombres de ciencia, que apenas han salido de su asombro por la exquisitez del diseño del universo conocido y no totalmente explorado especulan que no existiría sólo uno sino infinitos universos (Teoría de los Multiversos). Incluso los físicos que trabajan en la unificadora Teoría de Cuerdas, especulan con ideas semejantes en cuanto al origen del universo.

Un filósofo cristiano llamado William Lane Craig describe la actitud soberbia de los “nuevos sacerdotes” del siglo XXI con estas palabras: ¿Por qué los científicos pronuncian la muerte de la filosofía y demandan que son ellos los que llevan la antorcha del conocimiento? Porque eso les permite encubrir su filosofar con el manto de la autoridad científica, eludiendo de ese modo la difícil tarea de argumentar a favor de sus tesis, en lugar de meramente afirmar sus puntos de vista filosóficos. Albert Einstein dijo: “El hombre de ciencia es un mal filósofo”.

Estimado lector, la Biblia comienza con la sentencia: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” y hasta el momento ningún científico ha podido refutar esta verdad.

Alejandra de Montamat