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Dios en la ciencia del siglo XXI (Entrega 3)

El origen de la vida

En el mundo científico las teorías más aceptadas acerca del origen de la vida en la tierra todavía carecen de pruebas y sostienen especulaciones como la vida extraterrestre o los universos paralelos, pero persiste el rechazo de la mayoría a aceptar la teoría del diseño inteligente (y de un Diseñador)

Tuve mi primer contacto con la química en 4º año de secundaria cuando mi profesora Vilma nos introdujo en el conocimiento de las sales y de los minerales, temas que formaban el corazón de la química inorgánica. Al pasar de año la misma profesora ahora nos enseñaba cómo se conformaban las estructuras químicas basadas en el carbono, compuestos esenciales de la materia orgánica… Entonces no me atreví a preguntarle qué había pasado entre medio para que los mismos elementos que conformaban los compuestos inorgánicos ahora se reorganizaran alrededor del átomo de carbono de forma tal de constituir las estructuras funcionales y las moléculas de energía utilizadas por la célula, base de los organismos vivos. Hoy sé que Vilma no hubiera podido responder sintéticamente como tampoco ningún otro profesor de ciencia. Dirá el genetista Michael Denton: la brecha entre el mundo viviente y el no viviente representa la más dramática y fundamental de todas las discontinuidades de la naturaleza. Entre una célula viva y los sistemas no biológicos más perfectamente ordenados, como un cristal o un copo de nieve, hay el abismo más enorme y absoluto que uno pueda concebir. (Evolution: a Theory in crisis; Adler & Adler, 1986).

Hablemos de la célula

Aún el más pequeño organismo vivo, la bacteria, es una fábrica en miniatura compuesta por miles de piezas diseñadas en una intrincada máquina molecular que es una verdadera línea de montaje de un total aproximado de 100.000.000.000 de átomos. Cada máquina que la compone consta de enormes cadenas proteicas que pueden moverse en un altísimo grado de coordinación para dar origen a un producto intermedio o uno final.

La existencia de estas máquinas biológicas constituye un desafío a la teoría de la evolución. Dijo Darwin: si se pudiera demostrar que existe un órgano complejo que no es posible que se haya formado por medio de numerosas, pequeñas y progresivas modificaciones, mi teoría se vendría abajo por completo (El origen de las especies, Ed. Planeta-De Agostini, 2002). El caso con estas máquinas moleculares es que, si faltara un mínimo componente en cada una de ellas, perderían completamente su función; de tal forma que en un proceso de evolución deberían haber aparecido todos sus componentes a la vez y organizados en una forma precisa, algo incompatible con el proceso de modificaciones simples y progresivas sostenido por Darwin. Dicho sea de paso, no existe publicación en la literatura científica que describa cómo ocurrió o pudo haber ocurrido la evolución molecular de cualquier sistema bioquímico real; hay afirmaciones de que ocurrió pero ningún experimento o cálculos que lo expliquen.

 

¿De dónde vienen las proteínas?

Ya que las maquinarias moleculares están constituidas por proteínas, podemos tomar a estas moléculas como la unidad más simple del sistema biológico. Están compuestas sólo por 22 aminoácidos, los únicos que puede codificar el ADN que es la molécula que contiene toda la información necesaria para la constitución de cualquier organismo vivo.

Una proteína muy sencilla está compuesta por unos 100 aminoácidos que toman una disposición espacial determinada (en la naturaleza hay dos: levógira o dextrógira) pero todos los aminoácidos tienen configuración L; para los amantes de las estadísticas la probabilidad de obtener al azar 100 aminoácidos L es de (1/2)100 que es una posibilidad en 1030.

Además las proteínas se eslabonan en una cadena o estructura primaria con enlaces muy estables llamados peptídicos, aunque en la naturaleza también existen otros. Sólo por esta conformación la proteína toma una forma determinada en el espacio para cumplir una función. Pero lo más increíble es que los 100 aminoácidos deben eslabonarse en una única y ordenada secuencia de tal manera que puedan contener una información determinada; como en una frase, cada palabra y sus letras deben estar ordenadas para que se lean y sean comprensibles. Un error u omisión podría dar una instrucción defectuosa o interrumpir la transmisión y/o replicación del mensaje. Así de compleja y organizada es la más simple proteína.

 

Teorías sobre el origen de la vida

Los cristianos leemos en la Biblia que el mundo inorgánico y el orgánico tienen origen en la Palabra de Dios y los hombres que comenzaron a sistematizar el pensamiento científico no discutieron este origen sino que se dedicaron a explorar la complejidad y el orden instituido. Pero hemos argumentado en las entregas anteriores que hoy existe un enfrentamiento entre naturalismo y teísmo lo que equivale a decir que si Dios no existe ni crea (ex nihilo), todo lo que experimentamos con nuestros sentidos y lo que se puede estudiar y describir es la materia que llegó a ser, se organizó a sí misma y se mantiene sostenida por leyes físicas “ad hoc”.

Entre los naturalistas existen dos teorías acerca del origen de la vida, una dice que la vida se inició en una sopa primitiva en los océanos terrestres, donde a partir de átomos que constituían la materia inerte se formó algo tan complejo y extraordinario como la vida; un sistema químico auto sostenible experimentó una evolución darwiniana. A esta predestinación bioquímica la propuso Oparin en 1920 quien imaginó una atmósfera primitiva sin oxígeno que influida por la luz UV y descargas eléctricas se transformó en precursores prebióticos, y éstos en una concentración suficiente, constituyeron la sopa orgánica. Después los procesos químicos dieron lugar a los polímeros (largas cadenas de aminoácidos), a los sistemas de transmisión de información y a la síntesis de proteínas, ADN y ARN. Stanley Miller en 1953 demostró experimentalmente la teoría creando en su laboratorio un microambiente con ciertos elementos que sometió a descargas eléctricas, pero sólo logró sintetizar aminoácidos sueltos que nunca conformaron ni una proteína y mucho menos vida.

Los defensores de esta teoría sugieren que en los océanos primitivos se dieron muy especiales condiciones y que el propio sistema tenía capacidad de autorregulación para que las nuevas moléculas y sistemas prosperasen en la dirección correcta impidiendo la ineficiencia del sistema. Hoy sabemos que la atmósfera primitiva distaba de la que Oparin imaginaba y que la existencia del oxígeno (que sí estaba entre los elementos primitivos) impediría la formación de biomoléculas y las descompondría.

Además no hay manera de probar la organización de cualquier simple proteína sin la existencia previa de información codificada en el ADN. Es curioso que uno de los creadores de esta teoría, Dean Kenyon, hoy se manifieste creacionista.

Otra teoría en vigencia asume que algo tan complejo como la vida no pudo haber evolucionado en el lapso de tiempo determinado por la ciencia para la edad de la tierra y por tanto su especulación es que la vida llegó desde afuera de nuestro planeta a bordo de asteroides, meteoritos o cometas que sembraron los océanos primitivos, a esta teoría se la conoce como siembra cósmica o panspermia dirigida. Uno de los descubridores del ADN, Francis Crick, apoya esta teoría recordando que el conocido cosmólogo Carl Sagan sugería que habría millones de civilizaciones inteligentes en los billones de galaxias y que sus habitantes pudieron llegar a nosotros a través de universos paralelos.

A estas teorías se contrapone una llamada diseño inteligente (DI), que estudia la presencia de patrones en la naturaleza los cuales pueden explicarse mejor si se atribuyen a un diseño subyacente. Gracias a las herramientas matemáticas, de probabilidad y medición más precisas hoy se cuenta con métodos para distinguir los objetos producidos inteligentemente. El DI tiene como postulado que únicamente causas inteligentes pueden explicar adecuadamente las complejas estructuras ricas en información estudiadas por la biología y que son empíricamente detectables. Se puede inferir inteligencia de diseño cuando un sistema es: contingente es decir que su presencia no obedece a una ley que pueda explicarla (vimos que los aminoácidos existen en dos conformaciones posibles pero las proteínas sólo están conformadas por los tipo L).

Otra característica de un objeto de diseño es la complejidad cuando teniendo muchos elementos que pueden estar ensamblados de muchas maneras distintas, sólo unas pocas le dan funcionalidad (por el ejemplo un reloj, una PC o un coche) y finalmente inferimos diseño si un objeto posee especificación, o sea que sirve a un fin determinado. Dice uno de sus propulsores: “Una sola letra del alfabeto es específica sin ser compleja. Una larga frase de letras al azar es compleja sin ser específica, pero un soneto de Shakespeare es tanto complejo como especificado”.

Cuando leemos el Martín Fierro sabemos que ha salido de una mente de poeta; en cambio una letra o una serie de símbolos sin sentido que aparecen en la pantalla de nuestra computadora pudieron haber sido generados por casualidad al apoyar un objeto en el teclado sin intención. Nuestro mundo viviente está plagado de elementos de complejidad específica que nunca podrían haber llegado a existir por sumatoria de eventos fortuitos…ni siquiera contando con tiempos geológicos inmensos.

 

Conclusión

La contemplación del mundo que nos rodea, sus muchas maravillas y en especial la vida debieran provocar en nuestra mente el asombro de David quien dijo: “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos…me pregunto ¿Qué es el hombre para que tengas de él memoria?…Lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste a sus pies.”

Sin embargo, la necedad humana no disminuye por la acumulación de conocimiento, al contrario, leemos en la Biblia: “Dice el necio en su corazón, no hay Dios, Dios no existe”, “En él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres”, “pero ellos no se acercan a ella porque temen que sus obras queden al descubierto”

En la próxima entrega trataremos sobre el sistema de codificación biológica, sus implicancias y por supuesto las especulaciones científicas sobre su origen.

Alejandra Montamat

 

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Dios en la ciencia del siglo XXI (Entrega 2)

En el principio

En el principio creó Dios los cielos y la tierra Génesis 1:1

Aunque por mucho tiempo la especulación filosófica consideraba que el universo era eterno, nuevos conocimientos de la ciencia empírica convalidan el hecho de que tuvo un comienzo. 

El ámbito de la ciencia

La ciencia explica y nos capacita para entender lo que antes no comprendíamos sobre la naturaleza. Un dogma del naturalismo es que la ciencia puede explicarlo todo. Dijo Bertrand Russell: Todo conocimiento ha de ser alcanzado por medio de los métodos científicos, lo que la ciencia no puede descubrir, la humanidad no puede saberlo. (Religion and Science. Oxford University Press 1970). La posición filosófica detrás de estas aseveraciones es el materialismo que afirma que la materia y los fenómenos físicos son la única realidad y explicación de lo que existe; por supuesto que sus especulaciones excluyen cualquier actividad de un agente sobrenatural y externo.

Para los científicos que adhieren a esta postura, la fe religiosa puede hacer pensar en Dios y traer beneficios emocionales o físicos a las personas, también puede ser practicada mientras no invada el terreno de la ciencia porque sólo la ciencia aporta verdadero conocimiento. Si sólo la ciencia natural puede establecer la verdad y sumar conocimiento a la sociedad, muchas disciplinas humanas deberían considerarse fuera del ámbito académico escolar o universitario como ser: literatura, arte, música o cualquier disciplina social. La moral queda también fuera del ámbito científico ya que en éste se pueden estudiar los efectos de un veneno o de la bomba atómica pero no puede decirse si utilizarlos para lograr ciertos propósitos es correcto o no.

En nuestros días el avance del conocimiento sobre el universo permite a muchos científicos determinar la naturaleza y estructura del mismo pero no puede responder a la pregunta de por qué existe. Los cristianos que leemos la Biblia sabemos no sólo que hay un Creador sino que tuvo un propósito fundamental que consiste en mostrar Su gloria a través de la creación y llamar a las almas humanas a una relación perfecta con Él; por ello entendemos que es dogmático afirmar que como la ciencia (por su metodología) no puede averiguar quién creó ni por qué existe nuestro universo, nadie puede saberlo ni debe preguntarse sobre esta cuestión. La ciencia entonces posee un límite que es su incapacidad para responder a preguntas acerca del origen y el fin de las cosas, como ser ¿Cuándo comenzó todo? ¿Por qué estamos aquí? o ¿Qué sentido tiene nuestra vida?

Campo de la filosofía y campo de la ciencia

La capacidad de hacerse estas preguntas es inherente a todo ser humano y sabemos además que la disciplina que ha sistematizado las posturas al respecto es la filosofía. Pero en nuestros días estamos observando la irrupción de ciertos hombres de ciencia que invaden despectivamente el terreno de la filosofía académica; estos “guerreros” de las ciencias naturales no utilizan armas pero sus aseveraciones son temerarias. Sus objetivos en la batalla ya no son los religiosos (a quienes ignoran) sino los filósofos de la ciencia. En su último libro titulado “El gran diseño” Stephen Hawking, quien describió la cosmología como una especie de religión para los ateos inteligentes, inicia sus especulaciones con las siguientes preguntas: ¿Cuál es la naturaleza de la realidad? ¿De dónde viene todo esto? ¿El universo necesitó un creador? Responde luego: “Tradicionalmente, estas han sido cuestiones filosóficas, pero la filosofía está muerta. La filosofía no se ha mantenido al día con los avances modernos de la ciencia, particularmente de la física. Los científicos se han convertido en portadores de la antorcha del descubrimiento en nuestra búsqueda del conocimiento”. Su libro supuestamente tiene como objetivo presentar los argumentos acerca del origen del universo basado en el modelo del Big Bang, pero ocupa gran parte de sus páginas discurriendo sobre la historia y la filosofía de la ciencia.

¿Por qué un físico teórico concibe una obra que parece más un tratado filosófico en lugar de describir las pruebas científicas (empíricas) que apoyen su postura acerca del origen del universo? La cuestión del origen del universo tiene importancia capital para los hombres de ciencia en particular los cosmólogos. Si el universo no tuvo principio y es eterno, su existencia está garantizada; pero si tuvo comienzo entonces no es definitivo. Antes de que las pruebas científicas pudieran confirmar o descartar esta cuestión, muchos filósofos plantearon sus ideas: Platón creía que la materia era preexistente al universo, otras cosmologías pensaban el universo como ciclos repetitivos interminables pero los cristianos leemos en la Biblia que el universo fue creado de la nada por Dios en el principio del tiempo.

 El principio del universo

Aunque en la modernidad se volvió a considerar la idea de un universo infinito, a partir del siglo XIX la crítica y las pruebas científicas han llevado a los hombres de ciencia a aceptar que éste tiene un comienzo en algún punto, lo que se conoce como singularidad. Entonces ahora dentro del pensamiento científico se barajan dos alternativas viables: o alguien creó el universo o se hizo a sí mismo. La ciencia empírica ha puesto a los naturalistas (o materialistas) en una posición difícil ya que deben identificar un mecanismo natural por el que el universo podría haberse creado y desarrollado así mismo sin una dirección inteligente. Aquí es donde Hawking en su obra da una explicación que demuestra su posición: “Porque existe una ley como la gravedad, el universo puede crearse a sí mismo de la nada. La creación espontanea es la razón por la que existe el universo, por la que existimos, y no es necesario invocar a Dios para que encienda la mecha y ruede el universo”. No explica por qué la gravedad se indujo a sí misma a existir y creemos que él sabe que las leyes pueden por ejemplo predecir la trayectoria de un cuerpo pero son incapaces de iniciar su movimiento y mucho menos su existencia.

Algunos científicos opinan que no debemos encontrar una razón para el principio del universo, porque no la hay. Pero nuestro universo es sumamente racional y de hecho puede ser estudiado por la ciencia; lo que llevó a Einstein a decir que “lo más incomprensible del universo es que sea comprensible” o a Kepler afirmar que los hombres de ciencia pueden pensar los pensamientos de Dios. Además el universo posee un ajuste fino, un número muy significativo de constantes físicas que en conjunto permiten su existencia y su ordenamiento, por lo que decir que el universo simplemente apareció suena bastante poco científico. No obstante muchos arguyen que el universo se explica a sí mismo porque se “autogeneró” y para ellos el conjunto de constantes físicas fundamentales que permiten las relaciones de nuestro universo y la existencia de la vida en nuestro planeta se dan de esta manera porque el nuestro sería sólo uno de infinitos universos existentes. Así muchos hombres de ciencia, que apenas han salido de su asombro por la exquisitez del diseño del universo conocido y no totalmente explorado especulan que no existiría sólo uno sino infinitos universos (Teoría de los Multiversos). Incluso los físicos que trabajan en la unificadora Teoría de Cuerdas, especulan con ideas semejantes en cuanto al origen del universo.

Un filósofo cristiano llamado William Lane Craig describe la actitud soberbia de los “nuevos sacerdotes” del siglo XXI con estas palabras: ¿Por qué los científicos pronuncian la muerte de la filosofía y demandan que son ellos los que llevan la antorcha del conocimiento? Porque eso les permite encubrir su filosofar con el manto de la autoridad científica, eludiendo de ese modo la difícil tarea de argumentar a favor de sus tesis, en lugar de meramente afirmar sus puntos de vista filosóficos. Albert Einstein dijo: “El hombre de ciencia es un mal filósofo”.

Estimado lector, la Biblia comienza con la sentencia: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” y hasta el momento ningún científico ha podido refutar esta verdad.

Alejandra de Montamat

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Dios en la ciencia del siglo XXI (Entrega 1)

Dios está resucitando en el pensamiento científico

Cuando el positivismo lógico parecía exhibir argumentos fuertes contra la existencia de Dios, nuevos descubrimientos de la ciencia moderna obligaron a ciertos filósofos a replantearse su posición atea, algo que todavía se deben muchos hombres de ciencia.

 

“Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Sal. 19:1); “De Jehová es la tierra y su plenitud, el mundo y lo que en él habita, porque Él la fundó…” (Sal. 24:1,2); “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gn 1:1); “Porque en él (Cristo) fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles” (Col 1:16); “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (He 11:3).

Versículos pueden ser leídos en la Biblia pero: ¿No es su contenido simbólico y poético, cargado de filosofía precientífica? ¿Deben tomarse sus sentencias literalmente? ¿No es la fe cristiana irracional? ¿Se puede pensar científicamente sin prescindir de la idea de Dios? Estas preguntas han sido respondidas positiva o negativamente por intelectuales de las distintas ramas del pensamiento filosófico y científico a lo largo de la historia; pero entrado el siglo XX llegó a primar entre ellos la concepción de que el universo y la vida podían explicarse por procesos que excluían la mano de un Dios creador y de una mente inteligente. Por ello, progresivamente la Biblia dejó de ser para la sociedad un libro de sabiduría que declarase las verdades del universo y del ser humano.

 

La Biblia en las corrientes de pensamiento

Que la mente del hombre caído rechaza la idea de Dios como creador y juez es una verdad ya sentenciada en la Biblia (Sal. 14:1), pero lo que ha ocurrido dentro de las congregaciones cristianas desde el siglo de las luces hasta nuestros días es una llamada de atención para el cristiano fiel y firmemente arraigado en la Palabra de Dios. Sucedió que varios estudiosos cristianos y hasta predicadores de la Biblia incorporaron la filosofía racionalista a su lectura y comprensión, entonces todo aquello que narra la Biblia y que no puede ser explicado por la razón humana no debe tomarse literalmente. Fue así que la creación y principio del universo de la nada, la aparición del hombre en la tierra, las diez plagas que cayeron sobre Egipto, la fuerza sobrenatural de Sansón, la concepción virginal de Cristo, su muerte vicaria y su resurrección (entre muchas otras verdades bíblicas) fueron explicadas por fenómenos naturales, espiritualizadas o ignoradas.

Si un predicador reclamaba a sus hermanos volver a presentar toda la Palabra sin eludir ningún aspecto de la revelación, se lo tildaba de fanático u obtuso y se lo aislaba del círculo de “intelectuales” fueran estos cristianos o no (sugiero averiguar cuál fue la experiencia del predicador bautista Charles H. Spurgeon hacia el final de su ministerio).

En nuestros días advertimos que algunos teólogos, pastores y laicos todavía adhieren a esta corriente, por eso sólo utilizan algunas partes de la Biblia como fundamentos éticos y principios sociológicos pero niegan el poder y la autoridad del Espíritu Santo que dirigió la tarea de todos los escritores inspirados y que aún convence al hombre de pecado, de justicia y de juicio.

La evolución de la ciencia

Mientras que el cristianismo híbrido del siglo XX escondía muchas verdades bíblicas bajo la alfombra del mito, la ciencia moderna tomó la delantera. El gran avance del conocimiento científico (que tanto contribuyó al desarrollo y superación de problemas universales) llegó a inundar el espectro del pensamiento que antes ocupaban la filosofía y la religión dando lugar por ejemplo a que biólogos evolucionistas de posición atea se sienten a debatir sobre los motivos que subyacen bajo los conflictos sociales, culturales e internacionales de nuestros días o que neurobiólogos destaquen que los impulsos de la conducta humana se expliquen por las variables biológicas de las estructuras neuronales.

Así vemos que la conciencia humana, el pensamiento conceptual, la racionalidad, la vida autónoma y el epicentro del propio ser (lo que la Biblia llama el corazón y los filósofos el yo) mal pueden ser explicados por una evolución azarosa o una acumulación de nuevos complejos sinápticos. Pero el único argumento que señalan estos voceros de la nueva verdad como origen de estas características propias del ser humano es “un golpe de suerte” (1) o incluso “un milagro”(2).

La autoridad de estos sacerdotes modernos parece derivar de su habilidad para difundir argumentos de la especulación científica asegurando que teorías como la evolución serían “hechos comprobados” sin lugar a discusión, logrando convencer a buena parte de la audiencia lega y medios de divulgación científica. No obstante muchos otros filósofos y hombres de ciencia reputados (no todos teístas o cristianos) consideran que esa teoría no puede explicar la complejidad de la vida en nuestro planeta y dan argumentos racionales de peso muchos de ellos basados en la lógica escéptica (razones que prescinden de la fe).

 

Naturalismo vs Teísmo

Cualquier debate entre estas posiciones se ha tornado en un diálogo de sordos porque los biólogos defensores del naturalismo por definición rechazan toda teoría que incluya la posibilidad de una mente eterna superior a todo lo que existe y que puede ser observado por la ciencia. Cabe aquí recordar una advertencia de Albert Einstein: “El positivismo afirma que lo que no puede ser observado no existe. Esta concepción es científicamente indefendible…equivale a decir que sólo existe lo que observamos, lo cual es evidentemente falso”.

Entonces el foco del debate entre científicos naturalistas y teístas no es tanto el origen del universo ni el desarrollo de la vida sino la existencia o no de Dios. Dice el filósofo contemporáneo Roy A. Varghese “muchos hombres de ciencia se han convertido en los evangelistas ateos de hoy y para ello dirigen su artillería contra los abusos de las grandes religiones mundiales, pero todo exceso y atrocidades de la religión organizada no tienen nada que ver con la existencia o inexistencia de Dios, de la misma forma que una amenaza de guerra nuclear no tiene que ver con si es verdad que E=m.c2”.

 

Volviendo a la Biblia

La revista Time publicó en su portada en abril de 1980 “En una revolución silenciosa en el pensamiento y la argumentación que casi nadie habría previsto hace sólo dos décadas, Dios está retornando. Esto está sucediendo en los selectos círculos de los filósofos académicos”.

Desde entonces y hasta hoy hay mucha información científica que señala la obligación de considerar que una mente eterna y superior está detrás de todo lo que existe. Nos proponemos publicar más adelante las más importantes evidencias para que los creyentes puedan advertir que no está cerrado el debate acerca de la existencia de Dios para los hombres de ciencia. Que sólo un fanático se puede negar a examinar que Dios es la explicación más razonable para el origen, mecanismos de funcionamiento y ajustes finos del universo y la vida.

Pero el creyente tiene algo más para brindar a la sociedad moderna: la Palabra de Dios, con sus sentencias, sus verdades y su trascendencia para el ser humano. Escribió el profeta Isaías: “Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” y agregó Jesús quién fue la mayor y más completa prueba de la existencia de Dios: “Cielo y tierra pasarán, pero mi palabra no pasará”.

Volvamos a la fuente de vida, creamos a la verdad de la Biblia que es todo el consejo de Dios, oremos por aquel prójimo que todavía duda de Su existencia y seamos fieles testigos de Aquel que creó todo lo que existe, quién un día vino a morir en la cruz por nuestra rebeldía e incredulidad y que un día volverá por su pueblo y juzgará a cada hombre según sus obras y sus pensamientos.

(1) Richard Dawkins, The God Delusion. Bantam. Londres 2006

(2) Daniel Dennet, Living on the Edge. Inquiry 1/2. 1993

Alejandra de Montamat

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La Biblia en diálogo con nuestro presente argentino. Dr. Tomás Mackey

Tomás Mackey. Licenciado en Teología por el Seminario Internacional Teológico Bautista. Magister en Divinidades y doctor en Teología por el Southwestern Baptist Theological Seminary. Coordinador de la Fraternidad de Pastores de la ABA. Presidente del Comité de Educación Teológica de la Alianza Mundial Bautista.

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La iglesia en permanente reforma frente a las Escrituras. Pr. Carlos Mraida

Carlos Mraida. Pastor de la Iglesia Bautista del Centro de la ciudad de Buenos Aires desde 1986. Autor de más de 15 libros, entre ellos Cómo entrar al reino de la felicidad. Coordinador del Consejo de Pastores de Buenos Aires y del movimiento Argentina Oramos por Vos.

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La poderosa historia: recuperando la cosmovisión bíblica. Mg. Darrow Miller

Darrow Miller. Estudió Filosofía, Teología, Apologética Cristiana, Estudios Bíblicos y Misiones en Estados Unidos, Israel y Suiza. Es cofundador de la Alianza para el Discipulado de las Naciones. Fue discipulado por Francis Schaeffer. Es autor de numerosos trabajos, artículos, estudios bíblicos y libros.

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Leyendo la Biblia en perspectiva del evangelio. Mg. Marcelo Robles

Marcelo Robles. Tiene una maestría en Contabilidad y otra en Divinidades. Es candidato a Ph.D por el South African Theological Seminary. Actualmente se encuentra realizando una maestría en el área de Antropología Urbana. Es fundador y líder de un equipo de trabajo en la Red Universitaria Evangélica (RUE).

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La autoridad de la Biblia en la vida del pastor, su familia y su iglesia. Dr. Gregory Travis

Gregory Travis. Obtuvo su capacitación en la iglesia bíblica de Denton y en el Seminario Teológico de Dallas. Es miembro del consejo pastoral de Soldados de Jesucristo y de Coalición por el Evangelio.

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