Artículos

De la Biblia a la vida: las amistades

Existe una expresión de la iglesia de Cristo que refiere a lo estrictamente relacional. Cuando recorremos la revelación bíblica observamos que la experiencia de la iglesia emerge en tres dimensiones que conviven y se retroalimentan entre sí. Te invito a recorrer en una lectura profunda los capítulos 1 y 18 del libro de Hechos. Allí podrás observar estás dimensiones de las que te hablo. Podrás ver con claridad cómo la iglesia es una experiencia de alcance mundial, tiene incidencia e impacto en lo local, pero también resulta una vivencia profundamente relacional. Ese es el diseño de Dios para su pueblo.

Cristo inició la iglesia sobre la base de relaciones. Relaciones que reunieron a hombres contradictorios, opuestos entre sí, sospechosos y desconfiados. Durante tres años les abrió su mente y corazón y los llevó, prácticamente, a la aventura de la convivencia entre sí y al servicio al prójimo. Fue tiempo de clases magistrales, dinámicas con preguntas incisivas y trabajos prácticos que llevaron a sus discípulos a la comprensión de que su propuesta consistía en regalarles su amistad (Jn 15. 15). Sobre esa base Jesús los mandó a multiplicar ese modelo relacional, haciendo discípulos, consolidando su amistad entre ellos y abriéndose a nuevas amistades.

La amistad es una de las maneras más concretas, sólidas y palpables de hacer pueblo y de hacer iglesia. Hebreos 10.23-25 dice:
“Mantengamos firme y sin fluctuar la esperanza que profesamos, porque fiel es el que prometió. Tengámonos en cuenta unos a otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregarnos, como es la costumbre de algunos, sino animémonos unos a otros; y con más razón ahora que vemos que aquel día se acerca”.

La dimensión relacional de la iglesia es el escenario donde el compañerismo y la amistad deben cultivarse de manera deliberada e intencional. Este pasaje nos revela el desafío de salir del aislamiento y la indiferencia para tenernos en cuenta, estimularnos y animarnos por medio de las relaciones. Es un reto a nuestro favor abrirnos a amistades saludables donde crezca esa interacción que nos permite nutrir y ser nutridos.

Cada uno de nosotros debe aprender a cultivar y profundizar amistades que potencien nuestra amistad con Jesús, estimulándonos y desafiándonos a realizar obras de amor, creciendo en la oración y en el disfrute de nuestra relación con Dios.

Germán Ortiz
Psicólogo social. Pastor. Autor de “Vamos por más” y otras publicaciones.
Miembro fundador de LAGRAM.

 

De la Biblia a la vida: las amistades Read More »

De la Biblia a la vida: las finanzas

Un tema que a muchos preocupa es el manejo de los recursos. La Biblia nos provee principios para poder gobernarnos en esta área de la vida. El primero y principal es saber que Dios es el dueño de todo y nosotros administradores de lo que el Señor nos ha dado (Sal 24.1), esto abarca todo lo que somos y tenemos, y por ello debemos saber que un día tendremos que rendir cuentas de la manera en que hemos administrado todo.

El segundo principio tiene que ver con nuestro grado de satisfacción por lo que te-nemos (Fil 4.11-12). Si vivimos, como dijo una vez un economista, creyendo que las necesidades son infinitas y los recursos limitados, siempre estaremos insatisfechos. Las necesidades no son realmente infinitas, lo que muchas veces no tiene límites son nuestros deseos. Para eso debiéramos vivir pensando en las palabras del Salmo 23: “El Señor es mi pastor, nada me falta…”. Por otra parte, es Dios el que nos da la posibilidad y capacidad de disfrutar de lo que tenemos (Ec 5.19 y 6.1-2). El libro de Proverbios tiene mucha enseñanza respecto a los bienes materiales; Proverbios 22.7 nos recuerda que los deudores terminan siendo esclavos de los acreedores. Esto está muy ligado al mal uso de las tarjetas de crédito y al endeudamiento mayor que nuestras posibilidades de pago.

Proverbios 24.3-4 nos recuerda que hacen falta tres virtudes para vivir libres de angustias y ansiedades por el dinero:
– Sabiduría y discernimiento
– Inteligencia y capacidad
– Buen juicio y criterio
Si al momento de gastar no usamos estas virtudes es posible que nada nos alcance y siempre estemos amargados y preocupados por lo que nos falta.

El tercer principio tiene que ver con el lugar que ocupa el dinero en nuestro corazón (Heb 13.5). La Biblia no condena el dinero, sino el amor al dinero. Hay muchas cosas más valiosas que las riquezas (Pr 22.1). Dios condena tanto la codicia (Ex 20.17) que es el deseo por lo que tiene mi prójimo, como la avaricia (Col 3.5) que es el deseo de tener más que mi prójimo.

Finalmente tendremos paz en toda circunstancia si aprendemos a vivir conforme a las enseñanzas de 1 Tesalonicenses 4.11-12:
– Trabajando con nuestras manos
– No dependiendo de nadie
– Siendo generosos

Que la gracia del Señor les acompañe al administrar lo que Él les ha dado.

Dr. Jorge E. Ibarbalz
Pastor de la Iglesia Cristiana Evangélica Libertador. Tesorero de Sociedad Bíblica Argentina.

De la Biblia a la vida: las finanzas Read More »

¿Qué dice la Biblia sobre el trabajo?

Por Arturo Pérez para Coalición por el Evangelio

¿Qué dice la Biblia acerca del trabajo? La aplicación práctica y los detalles particulares de la respuesta a esta pregunta varían dependiendo del trasfondo teológico de la persona que la conteste. Pero en general todos los estudiosos de la Biblia estamos de acuerdo en el fundamento de la teología del trabajo:

  1. Dios crea y sostiene su creación al encargarle a los seres humanos creados a su imagen que cuiden, cultiven, y gobiernen la creación por medio del trabajo (Gn. 2:15).
  2. A causa del pecado introducido con la desobediencia del primer hombre, la creación ha sido sujeta a maldición, de manera que el trabajo que originalmente había sido encomendado para cultivar la tierra incrementó su dificultad a causa del pecado en el ser humano y el cambio de las condiciones de la tierra misma (Gn. 3:17-19).
  3. Dios prometió redimir la humanidad, incluyendo toda la creación (Gn. 3:15Ro. 8:19-23).
  4. En su primera venida, el Señor Jesucristo cumplió la promesa de redimir a su pueblo a través de la obra perfecta de la vida del Hijo encarnado, su muerte, y su resurrección.
  5. Entre tanto que el Señor viene a consumar el plan de redención para toda la creación en su segunda venida, Dios le prometió a Noé preservar el orden natural del mundo, al tiempo que encomienda a la nueva civilización a continuar reproduciéndose y cultivando la tierra por medio del trabajo (Gn. 8:20–9:17).
  6. A lo largo de toda la Escritura el trabajo parte de este mandato cultural divino de cultivar la tierra, y exige una ética laboral que honra a Dios y que sirve al prójimo por amor.

El trabajo en el pensamiento cristiano

A partir de ese contexto bíblico, los teólogos han venido desarrollando a lo largo de la historia una teología práctica de la vocación y el trabajo que los seres humanos suponen desempeñar para la gloria de Dios, y sería difícil resumir todo ese contenido histórico en este breve artículo. Por lo tanto, quiero mencionar algunas escuelas de pensamiento destacadas en el pasado y que siguen vigentes en el presente con el fin de ofrecer una reflexión al respecto.

Trabajar para el bien común

La Iglesia católica romana desde el pasado ha sido muy intencional en fomentar el trabajo social para ayudar a los más necesitados, algo que algunas iglesias protestantes también han adoptado. Bajo este pensamiento, su teología del trabajo tiene un énfasis en obras de bien común.

Trabajar con humildad y excelencia

A la llegada de la Reforma protestante en el siglo 16, los reformadores volvieron a la Escritura para aclarar que Dios no necesita nuestro trabajo, sino que nuestro prójimo es quien lo necesita. Al ser justificados por la sola gracia de Dios por medio de la fe sola en Cristo solo, sin las obras de la ley, ninguna vocación dada por Dios es más o menos que otra, ya que Dios da dones a los hombres y mujeres por su gracia con un llamado particular a cada uno para servir a su prójimo. 

Lutero hablaba de trabajar con humildad, procurando la excelencia laboral por amor al prójimo. En la actualidad, las iglesias luteranas y algunas iglesias reformadas de Europa se inclinan por esa expresión teológica conocida como “los dos reinos”, donde el cristiano es miembro de ambos reinos, el reino de Dios (espiritual) y el reino de este mundo (terrenal). Cuando un zapatero le preguntó a Lutero qué debía hacer para agradar a Dios con su trabajo, Lutero le dijo que se esforzara por hacer los mejores zapatos al precio justo por amor a su prójimo.

Trabajar con una ética de contracultura

Durante ese momento de la Reforma, otros grupos conocidos como “los radicales”, entre los cuales estuvieron los anabaptistas, se opusieron a que la Iglesia protestante se mezclara con el Estado y la política. Más adelante, otros movimientos como el pietismo en Europa y el puritanismo de Inglaterra relegaron el tema de la ética laboral a un segundo plano mediante una contracultura que evitaba mezclar el trabajo con la contaminación de un mundo caído, tratando más bien de enfocar sus energías en la iglesia mientras daban testimonio en el mundo laboral por medio de una ética intachable de conducta cristiana. Este pensamiento se ha observado más radicalmente en la cultura Amish, y de manera más sutil en la mayoría de las iglesias protestantes no liberales.

Trabajar bajo una cosmovisión de transformación de la sociedad

Durante la madurez de la Reforma protestante en Europa, la teología calvinista dio forma a una ética laboral que impulsaba la cosmovisión cristiana explicada en la teología reformada bajo la fórmula de “creación, caída, redención, restauración”. Bajo esta convicción de que Dios redime y restaura su creación, este grupo ha intentado provocar una transformación en la sociedad al exhortar a los cristianos a incidir en la agenda del quehacer científico, de la política, la economía, y la cultura de su sociedad.

Una visión holística

Entender el trasfondo de estos cuatro acercamientos laborales y culturales (relevancia, dos reinos, contraculturalismo, y transformacionismo) nos enriquece para tener una visión holística y no parcial de la realidad. Es entendible que te identifiques con un acercamiento más que con otro porque seguramente creciste en esa tradición o costumbre. Y es inevitable que personalmente estemos dedicados en uno de ellos más que en los demás, porque no es posible enfocarnos en todos al mismo tiempo. Lo incorrecto sería negar la realidad de que todos estos acercamientos son necesarios e inclusivos entre sí. Ninguno de ellos es mutuamente exclusivo con los otros. Cada uno complementa al otro, y cada uno es necesario para que la creación continúe siendo cultivada bajo el mandato cultural que Dios le ha dado al hombre. 

Por ejemplo, el profeta Daniel fue capacitado por Dios (Dn. 1:17) para trabajar en el rol que le tocó al exhibir varios de esos acercamientos en el palacio de los babilonios y luego de los medo-persas. Daniel se destacó por su excelencia laboral (Dn. 1:19-20), como hubieran recomendado los luteranos. Daniel propuso en su corazón no contaminarse (Dn. 1:8), como hubieran propuesto los radicales. Daniel procuró la misericordia ante los oprimidos como harían los relevantes (Dn. 4:27). Y también Daniel fue un transformacionista al pasar de un modelo teocrático a un modelo babilónico de asimilación de la cultura sin capitulación ante ella, al ser un embajador de Dios y reconciliar a reyes con el Rey de reyes (Dn. 4:34).

El peligro de confundir causas y efectos

Habiendo aclarado que no estamos en contra de ninguna de las posturas teológicas expuestas anteriormente, sino que aspiramos practicar un balance de todas ellas, les comparto lo que he aprendido de un teólogo transformacionista a quien admiro y respeto. En su libro La iglesia centrada, Tim Keller advierte sobre el peligro en que muchos transformacionistas caen al confundir el evangelio con los efectos del evangelio. Debido a que el transformacionista enfoca su teología del trabajo y su evangelismo hacia la construcción de una mejor sociedad con base en la cosmovisión de la reconciliación de todas las cosas en Cristo, muchas veces confunden el mensaje del evangelio con el efecto del evangelio. Dice Tim Keller:

“A menudo he escuchado a personas predicar de esta manera: «Las buenas noticias nos dicen que Dios está sanando y sanará al mundo de todas sus heridas; por lo tanto, la obra del evangelio es trabajar para que haya justicia y paz en el mundo». El peligro de esta manera de pensar no está en que las afirmaciones sean falsas (no lo son), sino que confunde los efectos con las causas. Confunde lo que el evangelio es con lo que el evangelio hace”⁠.[1]

Keller explica que cuando Pablo habla de la creación material renovada, declara que nosotros tenemos garantizados cielos nuevos y tierra nueva porque Jesús restauró en la cruz nuestra relación con Dios como verdaderos hijos e hijas (Ro. 8:1-25). El futuro es nuestro gracias a que ya Cristo culminó la obra en el pasado.

“No debemos, entonces, dar la impresión de que el evangelio es simplemente un programa de rehabilitación divina para el mundo, sino más bien que es una obra sustitutiva ya consumada. No debemos representar el evangelio primordialmente como algo a lo que nos estamos uniendo (el programa del reino de Cristo), sino más bien como algo que estamos recibiendo (la obra consumada de Cristo). Si cometemos este error, el evangelio se torna en otra clase de salvación por obras, en vez de una salvación por fe”.[⁠2]

Debemos aplaudir el entusiasmo y la dedicación de las organizaciones transformacionistas que laboran bajo una cosmovisión cristiana al entrenar a cristianos para integrar su fe y trabajo para impactar su cultura. Solo tengamos cuidado de no caer en la arrogancia o en el ingenuo triunfalismo de pensar que nuestro trabajo es capaz de transformar completamente este mundo caído. El reino de Dios se ha acercado, pero estamos en el ya y todavía no del reino, hasta que Cristo venga. 

Nuestra gran comisión

Nuestra misión no consiste en transformar este mundo por nosotros mismos, sino en proclamar el mensaje del evangelio que es poder de Dios para salvación (y transformación) a todo aquel que cree. Es el evangelio, no nuestra obra, quien tiene poder para transformarnos a nosotros y al mundo, y la única manera de experimentar transformación es cuando el evangelio es creído. Pero ¿cómo creerán sin haber quién les predique? No predicamos sobre el trabajo que hacemos para Dios; predicamos sobre el trabajo que Dios ya hizo por nosotros en Cristo para que descansemos de nuestras obras muertas. Ese es el mensaje que transforma individuos y sociedades (Ro. 10:14-17).

Esto me recuerda la resolución del joven pastor: “Voy a transformar esta iglesia y voy a salvar esta ciudad”. En contraste, la resolución del pastor anciano: “Voy a predicar el evangelio”.

Todos los cristianos soñamos con ver este mundo transformado. Dios lo ha garantizado: sabemos que será transformado, aunque ahora no lo veamos. Pero cuando nos obsesionamos con nuestro trabajo y pensamos que esa transformación depende de nuestra obra, confundiremos nuestra vocación con nuestra identidad. No somos lo que hacemos, somos lo que Dios ha hecho de nosotros. Por eso necesitamos recordar el evangelio cada día, para poner nuestra esperanza no en nuestra obra imperfecta, sino en la obra perfecta de Jesucristo.


1 Timothy Keller, Iglesia Centrada: Cómo ejercer un ministerio equilibrado y centrado en el evangelio en la ciudad – Center Church, Spanish Edition (Grand Rapids: Zondervan, 2012), Kindle edition, Loc 694.

2 Timothy Keller, Loc 706.

¿Qué dice la Biblia sobre el trabajo? Read More »

De la Biblia a la vida: el trabajo

Por Marcelo Robles

La Biblia tiene mucho que decir acerca del trabajo, nuestro trabajo, el de todos los días. Fuimos creados a imagen de Dios para llenar la tierra y para ejercer dominio sobre ella (Génesis 1 y 2).

Si bien el pecado ha distorsionado y traído confusión, Dios en su amor se ha propuesto restaurar todas las cosas en Cristo, por eso Pablo afirmará en la segunda carta de San
Pablo a los Tesalonicenses la importancia del trabajo. En el capítulo 3, versículos 6 al 13, nos deja algunas enseñanzas interesantes:

  1. El trabajo es reflejo en el creyente de que el orden de Dios ha impactado su vida. Pablo deja claro que una vida que ha sido transformada por el evangelio responde viviendo ordenadamente en el área de su trabajo. Podemos decir que el que no trabaja no ha entendido la gracia de Dios en su vida, que lo empodera para vivir de acuerdo a un nuevo orden.

  2. Todo trabajo es importante para Dios. La carta estaba dirigida a un grupo de cristianos que anhelaban la segunda venida de Cristo. La interpretación que asumieron fue “Cristo viene pronto, vamos a esperarlo y solo esperarlo.” Aparentemente estos cristianos dejaron sus responsabilidades, incluso el trabajo, para “esperar al Señor”. Como respuesta, el apóstol se pone de ejemplo para enfatizar la importancia del trabajo y expresa que no hay “un trabajo más espiritual que otros”. Todo trabajo es importante, especialmente el que nos da medios para el sustento diario.

  3. El trabajo refleja la esperanza que hay en nosotros ante la segunda venida. Por implicación, las palabras de Pablo expresan que la correcta forma de manifestar en nosotros la esperanza de la segunda venida de Cristo es trabajando. Trabajar es, “hacer el bien” (v.13), es tener la correcta postura y afirmar la esperanza de que el Reino de Dios se consumará no solo en forma “espiritual” sino física también.

El mensaje de toda la Escritura es claro, nuestro trabajo es parte esencial de la vocación que Dios nos ha dado en la creación y en la re-creación de todas las cosas. Su Reino debe impactar también esta realidad
en nuestras vidas.

Preguntémonos: ¿Refleja mi actitud diaria y mi acción laboral el impacto del evangelio en mi vida? ¿Qué actitud tenemos en la iglesia en cuanto al trabajo?. Oremos para que Dios nos renueve.

De la Biblia a la vida: el trabajo Read More »

De la Biblia a la vida: el compromiso social

Por Lic. Graciela Ragni

Pensar en el compromiso social cristiano nos lleva inevitablemente a mirar al Dios de la Biblia. Un Dios completamente comprometido con su creación en su totalidad, la naturaleza, los seres vivos y las personas cualquiera sea su condición. Un Dios que se identifica y relaciona con cada ser humano en forma personal y singular.

Conforme a la cosmovisión bíblica, somos seres integrales (una unidad bio-psico-socioespiritual), con valor intrínseco por haber sido hechos a imagen y semejanza de Dios. Nos hizo seres relacionales, para estar en relación con El, con la naturaleza y con nuestros semejantes.

El fundamento bíblico-teológico del servicio destaca la naturaleza amorosa de Dios, creador y personal, y en el concepto bíblico del hombre caído a quién Dios le pide cuentas de su relación con el prójimo, puede comprobarse en distintas determinaciones de la Ley de Dios, y en las demandas u expresiones de los libros proféticos; pero fundamentalmente se encarnan en el modelo de Jesús, sus enseñanzas y su obra.

Es importante entender a la acción social y al servicio como la oportunidad que Dios nos da de expresar su amor en respuesta a las necesidades integrales de personas, grupos y comunidades. Dios es el gran impulsor del servicio, quien ama y como consecuencia actúa aun al costo de la cruz por el bien del hombre. El gran Dador y Siervo por excelencia continúa en misión, tomando debida cuenta del dolor, del sufrimiento, de la injusticia, de las calamidades, etc.

El servicio implica respuesta, acción concreta, compromiso. Siguiendo el modelo de Jesús, es “amor expresado”, no declamado ni solo bien intencionado. Jesús marcó el sendero para que nosotros sigamos sus pisadas, priorizó los más vulnerables, los dejados de lado, los excluidos, los que estaban en la periferia.

En la Palabra vemos a la iglesia como “continuadora de la obra de Cristo” en la tierra. Los hijos de Dios somos partícipes de Su naturaleza y, por lo tanto, debemos reproducir Su amor, encarnarlo, reflejarlo en el diario vivir y en la interacción con las personas. El compromiso social nos confronta con un mundo convulsionado, que sufre, necesitado y a la vez con el propósito y los recursos de nuestro Dios.

Nosotros somos los pies y las manos de Jesús. ¿Con quiénes estamos nosotros?, ¿con quiénes pasamos tiempo? Jesús nos sigue desafiando a darnos y dar siguiendo su ejemplo. Todos tenemos el potencial de ser de bendición a otros.

*Graciela Ragni es Licenciada en Servicio Social. Profesora universitaria en la Universidad del Museo Social Argentino. Directora de Acción Comunitaria de la Confederación Evangélica Bautista.

De la Biblia a la vida: el compromiso social Read More »

¿Qué nos dice el Salmo 91 sobre el coronavirus?

El Salmo 91 es una hermosa canción que habla de la confianza en Dios en los tiempos más oscuros. Debido a sus referencias a ‘enfermedades’ y ‘plagas’, parece estar diseñado para lo que el mundo está pasando en este momento con el coronavirus.

El salmista habla acerca de la protección de Dios, comparándola con una gallina con sus polluelos: “Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro”, dice (v. 4); “Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; mas a ti no llegará” (v. 7).

Estas son palabras hermosas. Pero cuando comenzamos a pensar en ellas, podemos comenzar a preguntarnos cómo debemos entenderlas. Quizás haya una duda inquietante: después de todo, los cristianos se enferman y mueren. Algunos de nosotros contraeremos el coronavirus, y algunos de nosotros, aunque fuera una pequeña minoría, no se recuperarán. Entonces, ¿es que la Biblia está simplemente equivocada?

Hay una pista en el Nuevo Testamento sobre cómo debemos entender el Salmo 91. En Mateo 4 (y en Lucas 4) leemos acerca del diablo que tienta a Jesús en el desierto. Una de las tentaciones es que Jesús se arroje desde el punto más alto del templo. Citando el Salmo 91.11–12, el diablo dice: “Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: ‘A sus ángeles mandará acerca de ti’, y, ‘En sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra’”. Jesús responde con otra cita de la Escritura: “No tentarás al Señor tu Dios” (Deut. 6.16).

Una forma de leer esto es decir que Jesús se niega a dejar que el diablo convierta las Escrituras en una especie de examen de la fidelidad de Dios. Él sabe muy bien que se puede confiar en la palabra de Dios, y no dejará que el diablo la tuerza para decir algo que no dice: una pista para nosotros de que debemos leer el Salmo 91 en el contexto de toda la Escritura, en lugar de solo mirar algunos versículos aislados.

Cuando hacemos eso, encontramos que el pueblo de Dios a menudo sufre daños. Hay una conmovedora lista de sufrimientos en Hebreos 11: “Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno” (v. 36–38). Pero todos estos mártires sabían de la fidelidad de Dios, y muchos de ellos, si no todos, habrían conocido el Salmo 91, con su hermosa promesa de que “no te sobrevendrá ningún mal, ni plaga tocará tu morada” (v. 10).

Entonces, cuando estamos pensando en el Salmo 91 hoy, quizás hay cuatro cosas que podemos decir:

Primero, no tientes a Dios. Sería un error, por ejemplo, que los cristianos tomen estas palabras literalmente y, como prueba de fe, se nieguen a dejar de reunirse a pesar de los peligros que representa el virus. Tenemos el ejemplo de Jesús para mostrarnos que no funciona así.

Segundo, confiemos en la experiencia de aquellos que nos precedieron. Los mártires que murieron por el evangelio, como aquellos sobre los cuales escribe el autor de Hebreos, no sintieron que la Biblia se contradecía o no era ‘verdadera’, simplemente por el hecho de que sufrieron. Cuando tengamos la tentación de dudar, debemos recordar a los que nos han precedido y creer como ellos.

Tercero, escuchemos la esperanza en el Salmo 91. El salmo usa un lenguaje poético: imágenes vívidas, con sorprendentes comparaciones y contrastes, para decir algo profundamente significativo: que Dios siempre tiene la mejor intención para nosotros y que siempre es fiel. No solo describe el mundo tal como es, sino el mundo como debería ser. No es una seca declaración de hecho, sino una oración.

Y cuarto, creamos para el futuro. Cuando Dios dice en los últimos versículos: “Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré… lo saciaré de larga vida, y le mostraré mi salvación” (14-16), podemos tomar el significado de estas palabras no solo como salvación para esta vida, sino para la eternidad. Las cosas pueden irnos bien aquí y ahora, o no. Pero la salvación de Dios es para siempre.

 

Autor: Mark Woods, 27 de marzo de 2020.

Fuente: Sociedad Bíblica Británica y Extranjera (www.biblesociety.org.uk/)

¿Qué nos dice el Salmo 91 sobre el coronavirus? Read More »

Preparándonos para la Pascua: una mirada desde el Domingo de Ramos

Por Gary Wiley para Blog de la Biblia

El pasado fin de semana celebramos el Domingo de Ramos. Observamos la celebración desde afuera, ya que todavía no podemos reunirnos públicamente para adorar. Irónicamente, esta vez pudo haber sido una realidad adecuada: ver esto desde la distancia.

Hace casi 2000 años, la gran multitud que asistió a la fiesta de la Pascua escuchó que Jesús también venía a Jerusalén. Solo podemos imaginar cómo era Jerusalén desde el espacio relativamente seguro de dos milenios después. Todo hombre judío tuvo que comparecer ante el Señor para esta celebración (Éxodo 23:17). La ciudad estaba abarrotada. Y debido a la creciente popularidad de un cierto rabino y sus controvertidas enseñanzas y afirmaciones, los líderes religiosos cambiaron la alerta de elevado a alto.

Por supuesto, nos referimos a Jesús. Jesús era conocido en la ciudad, pero nunca más que desde que resucitó a su amigo Lázaro. Y esta no era una historia de resurrección ordinaria (como si alguna vez hubiera una), porque en este caso Lázaro había estado muerto cuatro días. ¡Cuatro días!

Su hermana Marta estaba muy preocupada cuando Jesús solicitó que se quitara la piedra que guardaba su tumba. Ella le dijo a Jesús: «Señor, ya huele mal, porque hace cuatro días que murió» (Juan 11:39).

Entonces Jesús levantó a Lázaro y la noticia no es bien recibida por el consejo religioso. Juan, el escritor del Evangelio, nos da una primicia sobre las conversaciones y maquinaciones que tienen lugar en los pasillos del poder.

«Entonces los fariseos y los jefes de los sacerdotes reunieron a la Junta Suprema, y dijeron:
—¿Qué haremos? Este hombre está haciendo muchas señales milagrosas. Si lo dejamos, todos van a creer en él, y las autoridades romanas vendrán y destruirán nuestro templo y nuestra nación.
Pero uno de ellos, llamado Caifás, que era el sumo sacerdote aquel año, les dijo:
—Ustedes no saben nada, ni se dan cuenta de que es mejor para ustedes que muera un solo hombre por el pueblo, y no que toda la nación sea destruida.
Pero Caifás no dijo esto por su propia cuenta, sino que, como era sumo sacerdote aquel año, dijo proféticamente que Jesús iba a morir por la nación judía; y no solamente por esta nación, sino también para reunir a todos los hijos de Dios que estaban dispersos. Así que desde aquel día las autoridades judías tomaron la decisión de matar a Jesús»

(Juan 11:47–53).

«El complot de Pascua»

Juan nos dice que por eso Jesús ya no caminó abiertamente entre la gente sino que salió al desierto. Había un precio por su cabeza, pero no solo por la suya; los líderes hicieron planes para matar a Lázaro también. Fue Lázaro el anexo A por la creciente popularidad de Jesús y la amenaza a sus planes de aferrarse al poder. Pero luego, cinco días antes de la Pascua, Jesús salió de Betania, donde vivía Lázaro, y montó en un burro hacia la ciudad de Jerusalén. Todos los que lo habían seguido, que también habían presenciado la resurrección de Lázaro, estaban allí con ramas de palmera y gritaron: «¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel! (Juan 12:13).

Para los fariseos, ¡este giro de los acontecimientos fue peor que el milagro! El milagro relacionado con Lázaro atrajo multitudes, pero ahora las cosas se estaban poniendo feas. Una gran multitud de personas proclamaban a Jesús el Rey de Israel. Los fariseos se decían unos a otros: «Ya ven ustedes que así no vamos a conseguir nada. Miren, ¡todo el mundo se va con él!» (Juan 12:19).

 

¡No te pierdas en la intriga!

Hay un comentario interesante que hace Juan sobre las palabras pronunciadas por el sumo sacerdote Caifás. Es posible que lo hayas pasado por alto. Si lo miras de nuevo, de repente te das cuenta de que estas maquinaciones tuvieron su origen en hombres que estaban obsesionados con el poder, no con la piedad; en control, no caridad; en preservación, no pureza. Sin embargo, incluso en todo esto, Dios estaba cumpliendo su propósito. Jesús no fue una víctima, sino un participante dispuesto en el gran plan de salvación. Echemos otro vistazo a lo que escribe Juan:

«Pero Caifás no dijo esto por su propia cuenta, sino que, como era sumo sacerdote aquel año, dijo proféticamente que Jesús iba a morir por la nación judía; y no solamente por esta nación, sino también para reunir a todos los hijos de Dios que estaban dispersos. Así que desde aquel día las autoridades judías tomaron la decisión de matar a Jesús» (Juan 11:51–53).

El Domingo de Ramos es un momento para celebrar quién es realmente Jesús. Sabía quién era; él siempre lo supo. Las personas que se reunieron ese día pensaron que entendieron, pero su convicción fue, en el mejor de los casos, imperfecta. La mayoría de esas mismas personas, unos días después, gritaban: «¡Crucifícalo!» (véase Juan 19:14–15).

Desde nuestra distancia, podemos juzgar a la multitud, burlarnos de los líderes religiosos por su acto cobarde y sentir pena por Jesús porque sus antiguos seguidores saltaron del barco y no continuaron proclamándolo su rey. Caifás el torcido habló la verdad cuando dijo: «es mejor para ti que un hombre muera por la gente, no que toda la nación perezca». La muerte de Jesús no sería el triste final para el «hacedor de milagros» y el «revolucionario». La muerte de Jesús fue el plan de Dios para rescatarnos de las garras del maligno y de nuestro pecado para que pudiéramos ser sus hijos.

¿Cómo te puede ayudar a prepararte para lo que viene en esta semana de la Pasión de Cristo el ver el Domingo de Ramos a través de este lente? Pasa un tiempo ahora y especialmente el Viernes Santo agradeciendo a Jesús por dar su vida voluntariamente por nosotros, para que no tengamos que pagar el precio de nuestro propio pecado. Incluso en este momento desafiante, cuando la incertidumbre de la vida está cada vez más presente, ¡dale gracias a Dios que Jesús ha vencido la muerte por nosotros!

Preparándonos para la Pascua: una mirada desde el Domingo de Ramos Read More »

Pase lo que pase

Artículo por David Mathis*

Encontrando paciencia y gozo en medio de una calamidad lenta

Una calamidad de movimiento lento rodó por el mundo antiguo, hace más de 2.500 años, arrastrándose, a un ritmo inquietante, a través de una nación tras otra.

A diferencia de Pearl Harbor, o de un ataque terrorista, o de un tsunami a lo largo de la Cuenca del Pacífico, esta plaga tomó a muy pocos por sorpresa. Cada rey, cada nación, cada ciudadano la vio venir. Escucharon los informes. Vivían bajo el espectro. La ciudad más grande del mundo en ese momento, Nínive, no cayó de la noche a la mañana, sino durante semanas y semanas dolorosas, incluso meses. Después vino Jerusalén. Olas de destrucción llegaron a la ciudad santa, primero en 605 a. C., luego ocho años después en 597, dejándola finalmente diezmada once años después en 586.

¿Qué amenaza paralizó las grandes ciudades del mundo no solo durante horas y días, sino durante semanas y meses, incluso años? El creciente poder de Babilonia y la lenta marcha de su ejército de una capital a otra, estableciendo asedios que duraban meses y derrocando a las principales ciudades del mundo a medida que se agotaban sus líneas de suministro y la gente comenzaba a morir de hambre.

Y aún más, la calamidad que se avecinaba no debería haber sido una sorpresa para el pueblo del primer pacto de Dios. Incluso a mediados del siglo VII antes de Cristo, mientras Asiria era el poder mundial reinante, y Babilonia estaba lentamente en ascenso, los profetas de Dios, como Isaías, hablaron del desastre que se avecinaba décadas antes. Al igual que un profeta mucho menos prominente llamado Habacuc, que puede tener una palabra especialmente llamativa para nosotros en medio de esta angustia actual de movimiento lento.

Dios no mira ociosamente

En su breve libro de tres capítulos, a diferencia de cualquier otro profeta hebreo, Habacuc nunca se da vuelta y habla directamente a la gente. Él informa su diálogo con Dios y la sorprendente obra de Dios en él, dejando una aplicación personal al lector. El bosquejo del libro es bastante simple en cuanto a las profecías hebreas.

Primero, Habacuc comienza con sus frustraciones aparentemente justas, tal vez un poco exageradas. Él pregunta: “¿Hasta cuándo, oh Jehová?” frente a la maldad desenfrenada que ve a su alrededor, entre el propio pueblo de Dios, en una era de decadencia espiritual (Habacuc 1:2–4). Dios responde con una revelación que el profeta no anticipó en absoluto (1:5–11). Esencialmente responde: Sí, pequeño profeta, mi pueblo se ha vuelto malvado, y no lo estoy mirando sin hacer nada. De hecho, estoy levantando a los babilonios para destruirlos.

Habacuc tambalea. Él antes pensaba que tenía problemas de justicia, pero ahora mucho más. Él responde con una segunda queja (1:12–2: 1). ¿Cómo puede Dios “ver a los menospreciadores” y callar (Habacuc 1:13), estos babilonios que son aún más malvados que el reincidente pueblo de Dios? El profeta se vuelve más desafiante: “Sobre mi guarda estaré… y velaré para ver lo que se me dirá [Dios] y qué he de responder tocante a mi queja” (Habacuc 2: 1). Presume que la respuesta de Dios a su segunda queja no será satisfactoria, así que estará listo para responder.

Pero la segunda respuesta de Dios (2: 2–20) lo silencia. El profeta nunca registra una tercera queja. Dios no dejará a Babilonia impune. Su completa justicia, sus cinco ayes, se cumplirá en su momento perfecto. La mano de la justicia caerá, destruyendo a los orgullosos y rescatando a los justos que viven por fe (Habacuc 2: 4).

¿Cómo vivimos por fe?

El núcleo del mensaje del libro, desde la voz de Dios hasta los corazones de su pueblo, es vivir por fe en días sin precedentes, pase lo que pase. Dios no le promete al ansioso profeta que pronto él mejorará las cosas. De hecho, promete empeorar las cosas antes de que mejoren. La devastación absoluta vendrá primero, luego la liberación. Primero la ruina total, luego el rescate final.

Para el profeta desorientado y aterrorizado, Dios expone la locura del orgullo humano y hace un nuevo llamado a la humildad y a la fe, para recibir pacientemente la misteriosa “obra” de juicio de Dios (Habacuc 1:5; 3: 2). A confiar en lo divino en los momentos más difíciles, en días de inminentes problemas. Aquí tenemos el siempre vigente llamado de Dios a su pueblo en tiempos misteriosos, el de Habacuc y el nuestro: vivir por fe (Habacuc 2:4).

Pero ¿qué significa eso? “Vivir por fe” puede sonar tan vago y general. ¿Qué podría significar para nosotros aquí en el terreno, bajo la amenaza actual (y la venidera)?

¿Esperaremos en silencio?

Después de haber sido silenciado, Habacuc vuelve a hablar en el capítulo 3, pero ahora en oración, no quejándose. Él ha escuchado y prestado atención a la voz divina y ahora celebra el poder imparable de Dios y su justicia inflexible. La oración del profeta concluye con dos declaraciones de “sin embargo, lo haré”, o “con todo” (RVR60) o “aun así” (DHH). Primero, dice que ejercerá paciencia. Los orgullosos e incrédulos entrarán en todo tipo de pánico, pero Habacuc esperará en silencio:

Aun así, esperaré tranquilo el día en que Dios ponga en angustia al ejército de nuestros opresores. (Habacuc 3:16 DHH).

Su fe en la justicia perfecta de Dios ha sido renovada. Él ajustará el reloj de su alma al horario de Dios, y no presumirá lo contrario. Dios no está de brazos cruzados, de esto podemos estar seguros. Él está mirando. Él está atento. Él ve cada movimiento, cada detalle. Al final, el mundo verá que Él ha hecho lo correcto, nunca tratando a ninguna criatura con injusticia.

Y siendo tan propensos como somos, en nuestra finitud, pecado y ansiedad, a querer imponerle a Dios nuestro propio calendario de resolución, Él nos llama a la paciencia silenciosa, aún frente al desarrollo tan dolorosamente lento de una angustia como la actual.

¿Nos alegraremos?

El segundo y último “Sin embargo, lo haré…” viene en el versículo 18: “Con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación”. Y el profeta lo dice precisamente con los peores escenarios sobre la mesa:

Aunque la higuera no florezca,
Ni en las vides haya frutos,
Aunque falte el producto del olivo,
Y los labrados no den mantenimiento,
Y las ovejas sean quitadas de la majada,
Y no haya vacas en los corrales;
Con todo, yo me alegraré en Jehová,
Y me gozaré en el Dios de mi salvación. (Habacuc 3:17-18)

En otras palabras, aunque las líneas de suministro fallen, y los estantes estén vacíos, y la economía sea vapuleada y el virus llegue a nuestra propia ciudad, calle e incluso a nuestra casa, con todo, este renovado y humilde profeta se regocijará en el Señor. ¿Lo haremos? No en nuestros suministros. No en nuestra salud. No en nuestra propia seguridad. Ni siquiera en la derrota del enemigo. Hay una constante e inexpugnable garantía, una seguridad absoluta, un refugio para el gozo verdadero en más desafiante de los caminos: Dios mismo. Se extiende hacia nosotros para sostenernos, mientras elimina nuestros otros gozos. ¿Nos apoyaremos nuevamente en Él?

Aquellos hinchados de orgullo ciertamente serán destruidos a tiempo, ya sea tarde o temprano. Pero aquellos que aceptan la mano humilladora de Dios y se inclinan con fe, con paciencia tranquila y con un gozo independiente de las circunstancias, encontrarán que Dios mismo es “mi fortaleza” en esos días (Habacuc 3:19). Así también para nosotros, vivir por fe en esos tiempos se expresa mediante la paciencia y el gozo. ¿Pero, nuevamente, cómo podría expresarse esa paciencia y ese gozo?

¿Nos levantaremos en canción?

Entre las muchas maneras en que Dios puede inspirar a su iglesia en los próximos días, al menos tenemos una pista de Habacuc a lo que suena tal paciencia y gozo: cantar. Esa es la forma sorprendente e inusual en que termina esta breve interacción entre el profeta y Dios, con el profeta cantando alabanzas. Por eso termina con instrucciones para el culto corporativo: “Al jefe de los cantores, sobre mis instrumentos de cuerdas”. Estas líneas finales no son solo una oración. Son una canción para que otros se unan.

No hay nada igual a esto en todos los profetas. Habacuc comienza con tanta lucha y (lo que parece) desafío como el que encontramos en cualquier otro lugar. Y, sin embargo, Dios gentilmente mueve su alma de la protesta a la alabanza. Lo cual debería ser un estímulo para aquellos que son lo suficientemente honestos como para admitir que han encontrado en esta pandemia un tropiezo para los pies de su fe.

Como hemos visto, Habacuc no se acercó a las noticias con aceptación. Aun así, Dios lo encontró allí, en su orgullo, desafío y temor. El pequeño profeta tontamente se puso de pie, y Dios misericordiosamente lo puso de rodillas. Dios lo humilló, y el profeta lo recibió, humillándose a sí mismo. Recibió los propósitos desorientadores, inconvenientes y dolorosos de Dios en el juicio venidero, y abandonó su protesta, se inclinó en oración y se levantó en alabanza.

¿Haremos lo mismo en la confusión y desorientación persistentes de esta lenta incertidumbre en la que vivimos? ¿Conducirán nuestras protestas, aún las justamente concebidas, a rodillas dobladas? ¿Y nos llevarán nuestras oraciones a cantar?

 

*David Mathis (@davidcmathis) es el editor ejecutivo para desiringGod.org y pastor en Cities Church en Minneapolis/St. Paul, Estados Unidos. Él es un esposo, padre de cuatro, y autor de Hábitos de Gracia: Disfrutando a Jesús a través de las disciplinas espirituales.

Pase lo que pase Read More »

La esperanza de la Biblia para tu ansiedad

Por Liz Wann*

La ansiedad es parte de mi realidad. De hecho, casi todos los días la vivimos en casa. Aunque normalmente no soy una persona ansiosa, he tenido mi propia temporada oscura de ansiedad. Y mi esposo ha tenido problemas, a veces a diario, incluso hasta el punto en que ha afectado nuestro hogar y nuestro matrimonio. Al igual que su padre, mi hijo primogénito lucha con ansiedad. Comencé a notar un comportamiento extraño de él incluso cuando era un niño pequeño y preescolar. La ansiedad de mi hijo me afectó. Me limitó. En ese momento, no me di cuenta de que no todas las madres tienen que trabajar con este tipo de comportamientos con sus hijos. Aunque he visto un tremendo crecimiento en él durante los últimos ocho meses, la ansiedad aún puede acechar en los bordes de su vida.

Hay muchas formas para manejar la ansiedad. Diferentes métodos funcionan para diferentes personas. Algunos necesitan medicamentos, otros encuentran útil el asesoramiento o la terapia y hay quienes obtienen ayuda a través de otros tipos de técnicas de manejo. Si bien todas estas opciones son útiles y necesarias para algunas personas, hay una base espiritual que debe estar en su lugar (incluso mientras se busca ayuda profesional). El corazón y la mente ansiosos deben estar anclados en la roca que es la Palabra de Dios. No importa cuáles sean nuestras circunstancias, la Biblia nos ofrece esperanza en nuestra ansiedad.

¿Dónde estás buscando?

Recientemente, mientras leía a mis hijos un libro de historias de la Biblia, me impactó de nuevo el relato de Jesús caminando sobre el agua (Mateo 14:22–32). Leí en voz alta sobre Pedro comenzando a hundirse en el agua y Jesús tomando su mano y levantándolo. Me recordó que Jesús no dejará que mi hijo se hunda. Jesús puede cuidar a mi hijo en medio de sus sentimientos de ansiedad. Estará con él y lo levantará para ayudarlo. Como le expliqué a mi hijo, Jesús nunca niega el hecho de que la tormenta es aterradora y peligrosa, así como no necesitamos negar la realidad de vivir en un mundo roto y aterrador. El miedo de Pedro a la tormenta es comprensible, pero sus ojos nunca deberían haber descansado en la tormenta. Aunque Jesús estaba justo frente a él, Pedro apartó sus ojos de Jesús y los clavó en la tormenta. Jesús llama a la fe de Pedro «poca» (versículo 31), porque Pedro creía que el peligro de la tormenta era más fuerte que el poder de Jesús.

Como Pedro, es muy importante dónde ponemos nuestro enfoque. Es fácil para nosotros fijarnos en lo que está mal a nuestro alrededor. Podemos preocuparnos demasiado por la seguridad. No necesitamos negar que las cosas salgan mal o que nuestra seguridad sea importante. Pero cuando la comodidad, la seguridad, incluso nuestro bienestar, nos cuesta tranquilidad, es una buena señal de que hemos perdido el foco en la presencia de Jesús con nosotros. Las Escrituras nos enseñan a elegir descansar en las promesas de Dios y pedirle al Espíritu Santo que nos ayude en nuestra debilidad. Cuando lo hacemos, estamos fijando nuestros ojos en Jesús, no importa cuán terrible sea la tormenta.

Las palabras de Jesús para tu ansiedad

Una forma en que podemos fijar nuestros ojos en Jesús es recordar lo que dice en las Escrituras y aplicarlo a la vida cotidiana. Este podría ser como el momento en que leía un libro sobre osos a mis dos hijos. Cuando llegamos a la sección sobre osos polares, aprendimos que tienen piel negra debajo de su pelaje blanco. La piel negra está destinada a dar a los osos un calor óptimo en su ambiente helado al atraer los rayos del sol. Su pelaje blanco se entiende como camuflaje en el ártico nevado. Mientras leía esto a mis hijos, les señalé que Dios era el diseñador detrás de eso. Les dije que Dios cuidaba a los osos polares y les proporciona exactamente lo que necesitan para sus vidas. Si lo hace por los osos polares, también lo hace por ellos, que son más importante para Dios que los osos polares. Mi inspiración para esta aplicación vino del mismo Jesús. En Mateo 6:25–34, Jesús aborda la ansiedad. Nos presenta al gorrión, para el que proporciona comida, y habla de los lirios del campo, en el que se viste. Él nos dice que si tiene cuidado de ellos, ¿cuánto más proveerá nuestro Padre celestial para todas nuestras necesidades? Entonces Jesús concluye esta sección con esto: «No se preocupen por el día de mañana, porque mañana habrá tiempo para preocuparse. Cada día tiene bastante con sus propios problemas» (versículo 34).

No es suficiente fijar nuestros ojos en Jesús simplemente recordando lo que ha dicho. Debemos tomar a Jesús en su Palabra, también. En el pasaje anterior, Jesús nos dice que tomemos un día a la vez. Pedimos nuestro pan diario, no un suministro de por vida. Este nivel de confianza puede parecer inalcanzable. Pero el secreto de la dependencia diaria de Jesús es exactamente eso: depender de él. Podemos disfrutar la libertad gradual de la ansiedad debido a la naturaleza de la persona que lo promete. ¡Dios no nos ha dado la gracia para mañana o el año que viene, porque aún no ha sucedido! Pero ha prometido darnos gracia por hoy, si le pedimos. Él nos proporcionará lo que realmente necesitamos cuando lo necesitemos. Y a medida que aprendemos el carácter de Dios, sabemos que podemos confiar en él para que haga exactamente lo que ha prometido (y más). Al igual que lo hizo con Pedro, el oso polar, el gorrión y los lirios. Todo lo que tenemos que hacer es recordar lo que Jesús nos ha dicho y luego pedirle al Espíritu Santo que nos permita creer y confiar en él.

Un Salvador que entiende la ansiedad

Jesús es nuestro propio modelo y consolador cuando atravesamos la ansiedad. Él tuvo su propio momento de ansiedad cuando sudaba sangre y lágrimas en el huerto de Getsemaní. Podemos consolarnos en la Escritura, en medio de la ansiedad, cuando vemos que nuestro propio Salvador puede simpatizar con nuestras debilidades. Tenía que haber estado ansioso y agitado la noche anterior a su muerte, sabiendo lo que le esperaba. Pero, ¿qué vemos que hizo Jesús en su momento de mayor ansiedad? Oró.

Más adelante, el apóstol de Jesús, Pablo, escribió a un grupo de cristianos: «No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también. Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y esta paz cuidará sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús» (Filipenses 4:6–7).

Siendo completamente humano, Jesús tuvo que haber sentido miedo. Pero hizo lo que David dijo de sí mismo en Salmos 56:4: «Cuando tengo miedo, confío en [Dios]».

En medio del miedo y la ansiedad, Jesús avanzó con fe a través de sus fervientes oraciones y su voluntad de rendirse al Padre. Y siguió adelante, por nosotros, a pesar de sus sentimientos. Este es el Dios-hombre que levantó a Pedro de las olas. Y con su muerte nos eleva de la muerte a la vida. Luchó contra la ansiedad, para poder sentir nuestro dolor y ayudarnos. Solo tenemos que tomar su mano. Podemos elegir fijar nuestros ojos en él al recordar lo que nos dijo en las Escrituras y pedirle al Espíritu Santo que nos ayude en nuestra debilidad. Esa es toda la fe que necesitamos.

*Originalmente publicado en inglés en el Engager’s Bible de American Bible Society.

La esperanza de la Biblia para tu ansiedad Read More »

La Biblia y la salud: un cuidado integral

Por Alejandra Lovecchio de Montamat

Cuando la OMS definió a la salud humana como el completo bienestar físico, psíquico y social, los cristianos ya conocíamos por la Biblia que salud no es meramente la ausencia de alguna enfermedad y que la vida interior de cada ser humano tiene una profunda influencia tanto en su estado físico como en sus relaciones interpersonales.
El pensamiento hebreo que domina la escritura del Antiguo Testamento no concibe una división entre mente y cuerpo por eso cualquier aflicción mental tiene su correspondencia en un signo físico que puede ser visto por los testigos (Pr. 17:22). Aunque el Nuevo Testamento persiste en considerar al hombre como una integridad (1ª Ts. 4:23), el pensamiento griego que influyó la cultura cristiana promovió la errónea idea de estimar la mente (y el alma) por sobre el cuerpo.
Hasta nuestros días llegan las derivaciones entre algunos cristianos: maltratan el cuerpo subestimando su santidad o menosprecian la mayordomía sobre la salud física (1ª Co 6:19-20).

Ciertamente Dios comienza su obra de salvación en el corazón y aunque no podemos percibir el milagro del nuevo nacimiento, podemos evidenciar sus primeros efectos en el cambio mental que genera la presencia del Espíritu Santo en la vida. Luego el permanente camino hacia la santidad incluye no sólo proveer, nutrir y proteger al espíritu sino también al cuerpo humano (3ª Juan 1:2). Las buenas relaciones interpersonales son posibles al unirnos a la familia de la fe (Gálatas 6:10).

La ciencia médica ha avanzado en el reconocimiento de las enfermedades congénitas y adquiridas; examina los agentes exógenos que por sí solos o asociados a desequilibrios endógenos (genes, señales erróneas, estrés prolongado, etc.) inducen desequilibrios que conducen a distintos tipos de trastornos orgánicos. Por los conocimientos modernos se pueden prevenir, tratar y rehabilitar un gran número de dolencias y se está en constante trabajo para implementar nuevas prácticas que ayuden individual o colectivamente a promover el bienestar físico. Debemos dar gracias a Dios por tener el progreso científico a nuestro favor y debemos glorificar su nombre siendo responsables en el cuidado del cuerpo.
El amor ágape, aquel que somos llamados a ejercer los cristianos unos a otros, parte de un correcto cuidado de nuestro propio ser. El Señor Jesús resumió la ley y los profetas en dos grandes máximas: amar a Dios con toda nuestra integridad y al prójimo como a nosotros mismos.

La Biblia y la salud: un cuidado integral Read More »